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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Tres de marzo de 1976. Vitoria

Ana Mª Barroso Vicho

“El 3 de marzo de 1976 se produjo una emboscada de las fuerzas del orden a miles de huelguistas que se encontraban reunidos en la iglesia de San Francisco de Asís en Vitoria. La brutalidad policial desembocó en una tragedia que conmocionó a la sociedad española y aceleró el proceso político hacia la Transición”.

Estas palabras de J. Tusell  nos narran los sucesos que ocurren en Vitoria. Generaciones presentes y futuras deben conocer unos hechos que ocurrieron, en los primeros meses después de la muerte de Franco. Muy lejos de Extremadura pero que afectan, de un modo u otro, a nuestra comunidad porque una de las víctimas era extremeña.

Motivos político-sociales y económicos acabarán con huelgas generales en toda España. En las zonas industriales, como Vitoria, se producen manifestaciones y huelgas con reivindicaciones sociales y laborales que no hacen otra cosa que tomar el pulso a un gobierno que no estaba dispuesto a realizar muchos cambios. En Vitoria existía un importante desarrollo industrial que necesitó de mano de obra procedente de zonas rurales como Extremadura.

La política antiinflacionista del gobierno, la congelación salarial, las duras condiciones laborales, el aumento del coste de la vida y la falta de viviendas y servicios, llevan a muchos obreros hasta asambleas en las que apoyan huelgas y reivindicaciones laborales, sociales y políticas.

El 3 de marzo de 1976 en Brozas sonó el teléfono y llegó la triste noticia de la muerte de mi primo. Era una niña pero recuerdo esos días con bastante intensidad, nunca he olvidado ni esa noche, ni los días siguientes, ni el grandioso entierro visto en una televisión aún en blanco y negro.

Tampoco olvido mi visita a Vitoria al año siguiente, ni cuando mis tíos me enseñan una iglesia con unas ventanas redondas por donde tantos inocentes salieron. Por esto, por su lucha por unas condiciones laborales mejores, por la lucha de sus padres y hermanas para que se reconozca que su muerte no fue casual. Sino que fue un asesinato.

Necesito escribir este pequeño homenaje, no solo a mi primo, sino también a los que lucharon por un mundo mejor, a los que lucharon por la libertad y la democracia.

Desde la muerte de Franco la conflictividad social fue en aumento en todo el país, después de dos meses de paros se convoca huelga general para el día tres de marzo. Ese miércoles de ceniza comenzó muy temprano, ya a las cinco de la mañana huelguistas, en las zonas industriales, tratan de paralizarlo todo, pero no les es difícil porque rápidamente se sienten secundados y deciden avanzar hacia el centro de la ciudad. Ya esa mañana hubo enfrentamientos que fueron reprimidos con armas de fuego que era como la policía dispersaba a los manifestantes que iban llegando al centro.

Hubo asambleas en las fábricas, en los barrios, y en las iglesias cuando no había otro lugar de reunión. Estas reuniones asamblearias en los templos estaban amparadas por el Concordato con el Vaticano, lo que significaba que nunca las fuerzas de seguridad del Estado podrían entrar e interrumpir en la misma para prohibirlas.

En el templo de San Francisco de Asís se reúnen, a partir de las cinco de la tarde, más de 4.000 personas. Cuando ya no cabe más gente se cierran las puertas de la iglesia y  la concentración se continúa en los alrededores, hasta alcanzar otra cifra similar.

Del Gobierno Civil parte la orden de desalojar la iglesia, la policía armada la lleva a cabo. Inmediatamente se arrojan gases lacrimógenos y botes de humo que hacen irrespirable el ambiente de la iglesia, se produce el pánico y la gente desorientada dentro de la iglesia intenta alcanzar la calle, muchos lo hacen por las ventanas, al salir son recibidos con golpes y porrazos. El resto de los huelguistas del exterior intentan desviar la atención de la policía para permitir la salida de la iglesia de los demás pero comienzan a  disparar de forma indiscriminada.

La transcripción de la conversación entre dos mandos de la policía armada sobre lo ocurrido, aún hoy sigue dando escalofríos. Palabras y frases como “procedan a desalojar la iglesia, por las buenas o las malas”, “no se puede desalojar porque está repleta de tíos... por las afueras estamos rodeados de personal, vamos a tener que emplear las armas de fuego”, “gasead la iglesia”, “hemos tirado más de dos mil tiros”, “hemos contribuido a la paliza más grande de la historia”, “esto es una masacre”,...

El  resultado fue tremendo: cinco muertos y más de 150 heridos, muchos eran heridos graves de bala. Uno de esos muertos fue Romualdo Barroso Chaparro, de 19 años, estudiante y obrero. Después de la tragedia y de buscarlo, su padre  lo encuentra en un hospital al que había sido llevado en estado muy grave. Sobre las 11 de la noche muere debido a la gravedad de las heridas. Su cuerpo estaba destrozado, le habían disparado por la espalda, tenía un tiro en la cabeza con orificios de entrada y salida.

La repercusión inmediata de los hechos no se hace esperar. Algunas instituciones muestran su disconformidad y se producen protestas y manifestaciones de apoyo en diferentes ciudades. Los funerales multitudinarios fueron una muestra más del apoyo y de la solidaridad de los obreros.

El rechazo tan importante que tuvo en todo el país determinó que Manuel Fraga, ministro de Gobernación y responsable de las Fuerzas de Orden Público, fuese a Vitoria junto a Rodolfo Martín Villa, ministro de Relaciones Sindicales, y visitase a los heridos, intentando reducir el impacto de los sucesos. Ellos, más el Gobernador civil, Rafael Landín, y el capitán Jesús Quintana son algunos de los que tomaron las decisiones que provocaron la tragedia del 3 de marzo.

Sucesos, que aún hoy, carecen de responsabilidad penal. Se abrieron varios sumarios que acabaron con el sobreseimiento del caso.

Romualdo Barroso Chaparro era hijo de Romualdo Barroso Frejo, que emigró Vitoria. Recordemos que las condiciones laborales y sociales en la Extremadura de los años 50 eran pésimas. La inexistencia de industrias y el atraso económico de una sociedad muy ruralizada, forzó la salida su población.

Había estudiado Maestría Industrial en Delineación pero pidió a su padre trabajar para contribuir, con parte de su sueldo, a las Cajas de Resistencia, y ayudar a las familias obreras que llevaban meses sin cobrar debido a las huelgas. Era un joven comprometido con el momento histórico que le tocó vivir, con la sociedad, con la gente, era alegre, le gustaba el montañismo, la historia, los fósiles, la arquitectura... Solo pensaba en sus estudios, su familia, su barrio.

Él, lo mismo que su padre, toman parte de las asambleas. Su participación no va acompañada por la pertenencia a partidos o sindicatos. Solo tenían conciencia de pertenencia a la clase trabajadora.

Con su muerte terminó la lucha de su hijo y empezó la de su padre. Una lucha para no olvidar, fue involucrándose, si cabe, con más ahínco en la lucha  obrera y en la lucha para acabar con el silencio de unos hechos de los que aún no se han depurado responsabilidades, supuso también una condena porque veía como los diferentes partidos y gobiernos hacían caso omiso, olvidando lo ocurrido. Las víctimas (Asociación de Víctimas del 3 de Marzo) quieren reparación, quieren justicia, quieren verdad, su padre la buscó hasta su muerte.

Debemos considerar el cumplimiento de la  legislación nacional e internacional sobre Derechos Humanos, estos son crímenes de lesa humanidad que no prescriben.

Diferentes decretos y leyes han recogido algunas de las demandas de las víctimas como la ley de la Memoria Histórica que les indemniza, aunque la Asociación del 3 de Marzo sigue luchando porque aunque se hayan dado reparaciones económicas siguen existiendo puertas cerradas para el esclarecimiento de los hechos.

Sus hermanas toman el testigo dejado por su padre y continúan con la lucha. En  2016 se ha celebrado el 40 aniversario,  y el ayuntamiento vitoriano les ha rendido un sentido homenaje con el que su madre y hermanas se sienten reconfortadas y donde por primera vez reciben las condolencias de una autoridad 40 años después.

Su hermana Eva, en un reciente homenaje en Brozas, calificó este homenaje como un “acto de recuerdo para restituir la memoria de la verdad”.

Como familiar y como historiadora pretendo dar a conocer una parte de la historia para que se haga justicia y para que aprendamos que lo ocurrido el 3 de marzo abrió las puertas a la transición y a la democracia que hoy tenemos.