Ha pasado más de una década desde la crisis alimentaria del ‘mal de las vacas locas’, pero sus efectos siguen presentes para las aves carroñeras. La crisis trajo consigo una transformación radical de la normativa sanitaria europea que prohibía el abandono de animales muertos en las fincas.
Los buitres y otras aves necrófagas perdieron la base de su alimentación por completo en los campos extremeños. Y esta falta de alimento trajo consigo un descenso de la población y un cambio de comportamiento radical para ellas, no solo en territorio extremeño, sino en toda la Península.
Extremadura es un paraíso para estas aves, por las grandes extensiones de territorio a su disposición y por la presencia de espacios naturales y dehesas de alto valor ecológico. Allí el mal de las vacas locas generó un cambio biológico muy potente.
Hubo especies como el buitre leonado que encontraron otras fuentes de alimento, optando por trasladarse tanto a basureros como a los entornos de los mataderos. SEO/Birdlife cuenta cómo han sido muchos los ejemplares de necrófagas, sobre todo jóvenes, las que terminaban siendo atendidas en los centros de recuperación de la fauna salvaje ante evidentes síntomas de hambruna.
Tras años de restricciones absolutas, las leyes comienzan a autorizar de nuevo el uso de los muladares en la dehesa. Se trata de los espacios donde se abandona carroña para contribuir al mantenimiento de las poblaciones de aves necrófagas.
El Centro de Recuperación de la Fauna Salvaje de AMUS en Villafranca de los Barros impulsa en colaboración con la Junta una red de muladares sociales, un verdadero remanso en el que encuentran alimento en los entornos de influencia con la Red Natura 2000.
Álvaro Guerrero, de AMUS, explica que se trata de algo más que un modelo de suplementación alimenticia. Tienen el firme propósito de recuperar los usos tradicionales en la gestión de los recursos ganaderos, tras años de completas restricciones.
Aunque también existen más espacios en los que se abandona la carroña en Extremadura, los muladares sociales son especiales porque buscan conseguir la reproducción del buitre negro, desaparecido en los años 60 por presiones forestales de gran parte de la región, junto con los efectos de los venenos. Su objetivo también es el de la reproducción del milano real, y la subida de las parejas reproductoras de Alimoche.
Pero no solo eso, pues también se marca el propósito de conectar las poblaciones de buitres negros andaluces y de la sierra de San Pedro de Extremadura, para favorecer la variabilidad genética y contribuir a la expansión de las parejas reproductoras de águila imperial.
Los alimentos proceden de mataderos avícolas, y los muladares están sujetos a una normativa que marca que tienen que ser espacios aislados, con un vallado perimetral adecuado para evitar fugas. Sus efectos son muy positivos, y son muy frecuentados por las especies amenazadas a las que se destina según ha podido constatar AMUS. De hecho a los muladares de Monfragüe, Cedillo y Oliva de la Frontera se unirá pronto otro en Hornachos.
Vuelve el equilibrio a la dehesa
La dehesa representa el paradigma de la conservación de la naturaleza y el aprovechamiento sostenible. Un aprovechamiento que ha completado su ciclo desde tiempos ancestrales con las carroñeras, encargadas de retirar del campo las reses muertas.
La normativa europea estableció en 2002 que los cadáveres animales tenían que ser recogidos, transportados y transformados o eliminados en una planta de tratamiento autorizada. Es decir, existía la obligatoriedad de retirarlos.
Para el alivio de los amantes de la naturaleza, y para la biodiversidad de Extremadura, la práctica de los muladares vuelve a copar los campos. Como pasaba antaño se permite alimentar a las necrófagas y otras especies de la mano, aunque sus requisitos son estrictos y vienen recogidos en un un nuevo decreto autonómico que entró en vigor este mismo año. El texto reconoce a todo el territorio extremeños como una zona prioritaria en la conservación y mantenimiento de sus poblaciones, de ahí que se contemple la necesidad de extender de nuevo a los muladares.
Aquellos propietarios que quieran hacer uso de los muladares tienen que cumplir una serie de requisitos sanitarios y someterse a los sistemas de aislamiento que se marcan para que solo puedan acceder allí las aves.
Lo hacen al considerar los riesgos sanitarios que supone la posible transmisión de enfermedades como la tuberculosis y la brucelosis. Si bien los expertos aclaran que ha podido demostrarse que las carroñeras no transmiten la enfermedad (aunque consuman ejemplares contaminados) sí es posible una propagación en caso de que entren mamíferos u otros animales oportunistas al interior del muladar.