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Nazis en Extremadura

José María Lama y Francisco Espinosa

El olvido impuesto alrededor de la guerra civil española durante décadas por los vencedores no sólo atañe a los aspectos relacionados con la despiadada represión ejercida sobre los vencidos. Aún siendo ésta la más importante laguna provocada en la memoria colectiva de los españoles sobre la guerra, no es la única. Otros aspectos de la contienda poco favorables para la imagen de la dictadura franquista, aunque inicialmente enarbolados con ostentación, acabaron ocultos y hasta sometidos a riguroso secreto. Especialmente significativo es el asunto de la colaboración alemana con los sublevados. Un doble motivo llevó a los franquistas a intentar ocultarla. Por un lado, la inconveniencia de reconocer la importante ayuda extranjera recibida por la que se pretendía “causa nacional” (también auxiliada por italianos, portugueses, magrebíes y rusos blancos) y, por otro, el baldón que −a partir de la derrota germana en la Guerra mundial− suponía para Franco y los suyos la otrora deseada amistad de los nazis.

El caso es que la colaboración alemana comenzó apenas diez días después del golpe militar. En una famosa reunión celebrada en Bayreuth la noche del 25 de julio de 1936, con la ópera de Wagner como música de fondo, Adolf Hitler se comprometió ante los emisarios de Franco a ayudar a los sublevados. Desde ese momento los envíos de aviones alemanes y de material de guerra fueron constantes. La aviación alemana fue uno de los pilares en los que se apoyó el ejército de Franco para ganar la guerra. Hasta tal punto que al finalizar ésta, en una de las entrevistas que Hitler mantuvo con Franco, el dictador alemán le llegó a comentar que debía erigir un monumento al Junkers 52, ya que a ese avión debía agradecerle la victoria por el papel jugado en el tránsito de tropas por el Estrecho de Gibraltar en las primeras semanas de la Guerra.

España fue un magnífico campo de experimentación de los aviones y las tácticas de vuelo alemanes de cara a la que ya se barruntaba como inevitable guerra mundial. Unos diez mil soldados de la Legión Condor lucharon en la Guerra Civil y muchos de ellos perdieron la vida al estrellarse los aviones que pilotaban o ser alcanzados por el fuego aéreo o antiaéreo republicano. Cuando algún avión caía, los alemanes −siguiendo una tradición militar muy acendrada en su país− erigían una estela funeraria con los nombres de los aviadores muertos. Más de un centenar de estas estelas han sido localizadas en toda España. Al menos una de ellas, y sin duda de las más desconocidas, está en la provincia de Badajoz, casi en el límite con Andalucía, arriba del monte de la Buitrera, en Cabeza la Vaca.

Allí se estrelló el 16 de abril de 1938 un avión bombardero bimotor Heinkel-111 y murieron los seis soldados alemanes que transportaba: el teniente Andreas Siemsen, los suboficiales Oswald Kruschbersky, Rudolf Spieler y Albert Matz, y los cabos primero Fritz Schmaulfauss y Erich Frielinsgdorf. Pertenecían a la escuadra de bombardeo 88 (Kampfgeschwader/88) de la Legión Condor. Junto a otros treinta y siete aviones del mismo tipo había salido en la madrugada de ese día desde el aeródromo de Alfaro, en Logroño, o quizás desde el “Sanjurjo”, en Zaragoza. Tenían previsto llegar a Granada tras hacer escalas en Ávila y Salamanca. Al atravesar las estribaciones de Sierra Morena por Cabeza la Vaca, las malas condiciones atmosféricas obligaron a los aviones a volar muy bajo y uno de ellos, el bimotor del teniente Siemsen, chocó contra los más de mil metros de altura de la Buitrera (1).

De los treinta y ocho aviones que habían partido de Alfaro llegaron a Granada sólo treinta y cuatro −y con una escala forzada y no prevista en Sevilla debido al mal tiempo−, ya que además del estrellado en Cabeza la Vaca otro se vio obligado a hacer un aterrizaje forzoso en Villafranca de los Barros y dos más tuvieron que regresan a la base. Pero, ¿cuál era el motivo de esta importante concentración de bimotores alemanes en Granada?

El espionaje franquista había averiguado que se esperaba en los puertos de Cartagena y de Almería la llegada de un importante convoy con armamento dirigido al Ejército republicano. La operación para evitar que estas armas llegaran a sus destinatarios se diseñó bajo el nombre de “Neptuno”. El accidentado y desorganizado trayecto de los aviones alemanes provocó que mientras veinticinco de los bimotores aterrizaban en Sevilla, los otros nueve lo hicieran en el aeródromo de Granada. Fueron estos últimos los que en la mañana del día 17 de abril atacaron el puerto de Almería. El grueso de las escuadras de la Legión Condor atacó a primera hora de la tarde de ese mismo día, y en dos oleadas separadas por apenas cuatro horas, el puerto de Cartagena. Los alemanes destruyeron numerosas viviendas en los barrios cartageneros y atacaron sitios estratégicos como el Parque de Artillería, la Constructora Naval, los depósitos de CAMPSA y el acorazado Jaime I, cercano al puerto. Dos aviones resultaron alcanzados por los proyectiles de la defensa antiaérea, que gastó cerca de dos mil piezas de artillería. El ataque fue un fracaso. Los alemanes no lograron alcanzar su objetivo primordial de interrumpir la arribada de armamento para el Ejército republicano y además perdieron varios aviones en el envite y a seis de sus hombres.

Los seis aviadores muertos en la Buitrera recibieron un homenaje en Cabeza la Vaca el 2 de mayo de 1939. En la falda del monte donde se estrellaron se erigió un monolito con dos placas, una de ellas ofrecida por la Legión Condor y con los nombres de los seis soldados, la otra dedicada por el municipio de Cabeza la Vaca y con referencias a la España Imperial y a los gloriosos caídos. Los actos estuvieron presididos por el Jefe de Estado Mayor de la Legión Condor, el teniente coronel (Obersleutnant) Seidemann, que estuvo acompañado por otros dirigentes alemanes y españoles y la banda de música de la Legión Condor. (“Legión Condor: su historia sesenta años después”, de Raúl Arias Ramos. Editorial Almena, Madrid, 2000).

Un fotógrafo de la agencia EFE asistió a los actos y tomó varias imágenes. Alguna de ellas es conocida, como la que Tuñón de Lara reprodujo en uno de los encartes fotográficos de su “Historia de España” Pero la mayoría ha permanecido inédita hasta ahora. Se trata de una serie de catorce fotografías, muy logradas técnicamente, y en la que sorprenden el perfil recortado de los fusiles alemanes sobre el cielo de Sierra Morena, los brazos en alto de decenas de mujeres enlutadas y la esvástica paseando por las calles de Cabeza la Vaca. Son imágenes de la familiaridad que alcanzaron las relaciones entre la Alemania de Adolf Hitler y la Dictadura de Francisco Franco, una familiaridad y sintonía ideológica que el tiempo y la propaganda han pretendido ocultar.

[Este artículo fue publicado por sus autores con el título «Nazis en Cabeza la Vaca» en revistas locales de Reina y Cabeza la Vaca en agosto y octubre de 2002]

  • (1) El relato de los hechos aparece en el libro de R. Hidalgo Salazar La ayuda alemana a España 1936/1937 [Editorial San Martín, Madrid, 1975]. También hay referencias en el libro de Juan Martínez Leal República y Guerra Civil en Cartagena [Universidad de Murcia, Murcia, 1993] y en los artículos publicados en Internet por Miguel Valverde Espín. Agradecemos a Diego Monge, Juan Martínez Acosta, Víctor Turón y Jesús Ramírez Copeiro las informaciones facilitadas sobre estos hechos, y a Manuel Vázquez Villanueva y Jordi Macías la colaboración para escribir este artículo cuando se publicó por primera vez.