Con motivo de la reciente toma de posesión del presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, éste citó a dos poetas y, a propósito, Fernando Valbuena escribió: “Ahora se prefiere un condumio poético del terruño, de Valhondo a Buiza”. Para mí, que soy hijo del primero, de Jesús Delgado Valhondo, la frase es enormemente peyorativa pero es que además (porque se refería a Fernández Vara) tanto el actual presidente como Monago e Ibarra han citado a Valhondo en otras ocasiones, y el último de ellos concedió en 1988, a él solo, la Medalla de Extremadura.
Pero dice más Valbuena: “Es cuestión de gustos”. Obviamente no soy imparcial pero ese gusto de los tres presidentes se une a los siguientes:
Al de Juan Ramón Jiménez, que dijo: “Ahora se escribe en España muy buena poesía…Aquí traigo un libro de Delgado Valhondo nutrido de la mejor poesía moderna”. Juan R. lee varios poemas de Valhondo “ y en ello hay cosas buenas, aciertos como este….” (Del libro “Conversaciones con Juan R. de, R. Gullón).
Este Nobel, en “Sonetos espirituales”, prólogo de Gullón (académico de la Lengua y premio Príncipe de Asturias de las Letras) decía que Juan R. elogiaba en la intimidad versos de Unamuno, J. Diego, J. Hierro, Pilar Paz o Jesús Delgado Valhondo, “de quienes me leyó versos muy hermosos”. Aquí podría terminar, pero me apetece seguir.
Vicente Aleixandre, otro Nobel, alabó su libro “Hojas húmedas y verdes” y en otra ocasión en carta manuscrita le decía: “le felicito a Ud. por el impulso y por el resultado. Unas páginas que rezuman verdad y por ende poesía. Lo mismo por su costado popularista que por su vertiente culta” (se refería al libro “El secreto de los árboles”).
Del Nobel portugués José Saramago no tengo testimonio escrito pero sí de su relación literaria y prueba de ello es la fotografía que puede verse en internet paseando por el Cáceres antiguo.
Ricardo Senabre, catedrático de Literatura de la Universidad de Salamanca y ex rector de la de Extremadura, escribió: “ Considero que eres el mejor de los creadores extremeños vivos y con ventaja sobre tus inmediatos seguidores”.
Santiago Castelo: “Con este libro (‘Huir’) se cierra el capítulo de la obra lírica de una de los poetas más sinceros y auténticos en lengua castellana. Su magisterio en Hispano América es incuestionable”.
Eugenio Frutos, catedrático de Filosofía de la Universidad de Zaragoza, dijo que tanto García Lorca como Delgado Valhondo captaron lo andaluz y lo extremeño sin regionalizarse, y seguía “léanse sus poemas sobre Extremadura, sus ríos, Cáceres…y se observará el proceso de universalización”.
Temo cansarles pero les diré que desde niño veía cartas de García Nieto, Jorge Guillén, Leopoldo Panero, José Hierro, R. Moñino, Pedro de Lorenzo, Lázaro Carreter y un largo etcétera, y revistas donde colaboraba como Índice, La Gaceta Literaria, La Isla de los Ratones, Ínsula, Alcántara…
¡Ah! Con quien le unía una magnífica amistad, era con un poeta vasco, inmenso, Gabriel Celaya, paisano de Valbuena. El etcétera que decía antes puede verlo en la Fundación que lleva su nombre y en la tesis doctoral, que mereció ‘cum laudem’, que sobre su obra hizo A. Salguero, profesor de Literatura, o en la Biblioteca del Estado que lleva su nombre.
Antonio Montero, arzobispo de Mérida-Badajoz, probablemente el intelectual más completo del clero nacional, le dijo en una manuscrita: “Estos versos suyos, querido Jesús, en su honda trasparencia crepuscular, rezuman tiempo y eternidad, nostalgia y presencia”. Vino a presidir su funeral.
Jesús Delgado Valhondo era amigo del arzobispo Montero, de José Canal (honrado intelectual y falangista joseantoniano) y de Saramago (declarado comunista). Universal.
En HOY publicó más de quinientos artículos, de los que hizo una selección Teresiano Rodríguez Núñez. Léase al menos el prólogo. Después, sin salirnos de la región, hable con Pecellín, Mediero, Buiza, Tomás Martín Tamayo, Poblador o Sánchez Pascual.
Por lo que respecta a Jaime Álvarez Buiza, ya le ha contestado, pero le diré que a mi padre, que era un crítico literario demasiado exigente, le tenía en la más alta consideración personal y poética. ¡Y basta!