Casi nadie se fija en ellos, pero su existencia es fundamental para la vida en la Tierra. Mariposas, libélulas, abejas, avispas, escarabajos, moscas y murciélagos realizan un trabajo esencial para la preservación de la diversidad biológica. Son polinizadores. Sin ellos, el polen del órgano reproductor masculino de las plantas con flor —aproximadamente el 90% de todas las especies vivas— no podría llegar hasta el femenino. No habría fecundación y tampoco se formarían ni semillas ni frutos. Casi cualquier vegetal o fruta expuesta en los tenderetes de un mercado necesita la labor previa de un polinizador para llegar hasta ahí. Pero la situación de estos animales no es nada halagüeña en el planeta. Los estudios más ambiciosos reportan “tasas dramáticas” de disminución de las poblaciones que pueden conducir a la extinción del 40% de las especies de insectos del mundo en las próximas décadas. A la vorágine de mudanzas ecosistémicas aceleradas a las que están sometidos se le ha sumado un nuevo condicionante: la influencia de los aerogeneradores. A las instituciones que conceden el visto bueno ambiental a los parques eólicos no parece preocuparles. La Xunta es la encargada de hacerlo en Galicia y no cuenta con medidas concretas para evaluar este impacto en las poblaciones de insectos.
En cambio, hay personas que llevan años en esa lucha por la divulgación. Una de ellas es Nicolás López Jiménez, doctor en biología, delegado de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) y autor principal del Libro Rojo de las Aves de España, el manual de referencia para la conservación de especies vulnerables en el Estado español: “Hablamos de un grupo de animales [murciélagos e insectos] muy críptico. Apenas hay estudios científicos en muchos casos. Especialmente, en lo que tiene que ver con sus áreas de distribución. Son necesarias investigaciones muy complejas y muy específicas que no se están llevando a cabo”. La demarcación del período de tiempo de estudio ya es “un error de base” para López Jiménez. En Galicia, la Xunta dio luz verde, en poco más de dos meses, a tantos proyectos de explotación eólica como en los seis años anteriores juntos. A ojos de ecologistas y sociedades científicas, esas prisas pueden pasar factura. “Estos animales están más presentes en verano que en invierno. Una mala medición de su actividad puede llevar a una distorsión evidente de los datos. Necesitamos rigor”, argumenta el biólogo.
El alto de la montaña: un punto de encuentro
El catedrático de Ecología y Biología Animal de la Universidade de Vigo Adolfo Cordero reconoce que los aerogeneradores tienen una “afección muy fuerte” en las poblaciones de aves y murciélagos y añade que la repercusión sobre los insectos “no es tanto por los impactos con las palas, sino por la modificación de sus hábitats”. “En este tipo de animales, importa preservar los lugares donde viven y no centrarse en cada individuo concreto”, reflexiona Cordero. El profesor de la UVigo recuerda que lo alto de las montañas no solo es el lugar donde más fuerte sopla el viento, sino que también es el punto de encuentro de millones de insectos.
A ese proceso se le llama hilltopping y es un comportamiento que se observa en varias especies de, sobre todo, mariposas, escarabajos y libélulas, durante la temporada de apareamiento. Consiste en que los machos procuran elevaciones en el paisaje, como la cima de una colina, para volar y esperar a que las hembras pasen por allí. “Suelen juntarse ahí y justo es donde colocamos los aerogeneradores”, explica el investigador. La clave, insiste, es “la preservación de los hábitats”. En Galicia hay al menos tres libélulas (Gomphus graslinii, Macromia splendens y Oxygastra curtisii) , dos mariposas (Zerynthia rumina y Aricia morronensis) y un escarabajo, la famosa vacaloura (Cerambyx cerdo), que están en situación vulnerable o en peligro de extinción, según el Catálogo galego de especies ameazadas. A pesar de todo, en las declaraciones de impacto ambiental de la Xunta para parques eólicos no existe ningún análisis concreto de sus potenciales afecciones a estas poblaciones.
En esos informes que ha emitido en los últimos meses el Gobierno gallego, la referencia a este tipo de animales es modesta o inexistente. “No se ha detectado presencia” o “presencia limitada” son las frases recurrentes. “Cabe preguntarse si la Xunta utiliza las técnicas y los profesionales adecuados para medir estas afecciones. ¿Tiene la consellería información suficiente sobre las poblaciones de murciélagos e insectos protegidos en su territorio?”, propone López Jiménez. El procedimiento que se sigue en los despachos de Medio Ambiente es contrastar el informe de parte que presenta cada empresa con los datos de la propia Administración. El problema es que esa información científica es todavía escasa. De hecho, preguntada por elDiario.es, la Xunta reconoce entre 8.500 y 10.000 especies de insectos presentes en Galicia, pero ninguna medida específica para protegerlas: “Sus características dificultan su conocimiento. No hay datos que indiquen que los aerogeneradores estén produciendo un impacto significativo”, explican por mail a esta redacción desde la Consellería de Medio Ambiente.
Las colisiones que sufren los murciélagos, protegidos por leyes estatales y autonómicas, son similares a las de los insectos: les producen barotraumas que los matan o, sencillamente, los desintegran. “No hablamos de un buitre, del que podemos encontrar el cadáver y analizar la causa de su fallecimiento. En este caso es muy complejo contrastar y medir todas estas muertes”, reflexiona el delegado de SEO/BirdLife. Los murciélagos son principalmente controladores biológicos de plagas por su depredación de insectos: “Sin ellos, el equilibrio de los ecosistemas se vería muy afectado”.
Desde un punto de vista ecosistémico, los insectos son la base de la alimentación de la mayoría de los vertebrados: aves insectívoras, murciélagos, reptiles, anfibios... “Una disminución generalizada de insectos tendría un efecto sobre otros niveles tróficos”, explica Cordero y apunta: “No debemos ponernos en visiones apocalípticas, pero sí conviene considerar que todos estos efectos potenciales existen”. “Obviamente, también afectaría al proceso de polinización de árboles y plantas que nos aportan muchas cosas a los humanos. Veremos la dimensión de esa afección”, remata el catedrático de Ecología y Biología Animal de la Universidade de Vigo.
Apicultura: incógnitas en España, problemas en América del Sur
Antes de los cultivos agrícolas y la propia sostenibilidad de los bosques autóctonos de robles y castaños, hay un colectivo profesional potencialmente afectado: los apicultores. En la Asociación Galega de Apicultura están a expensas de que la ciencia avance en este sentido. “Sabemos que hay afecciones obvias como la pérdida de hábitat específico como las turberas y los brezales”, explican desde el equipo directivo. A eso, ahondan, habría que sumarle “la creación de campos magnéticos de las líneas de alta tensión por las que se evacua la electricidad de los parques eólicos y a las que está contrastado que las abejas son especialmente sensibles”. Sobre la muerte por colisión de las abejas son más cautos a la hora de pronunciarse: “Creemos que todavía no hay información científica suficiente que lo confirme”. Por eso abogan por un “proceso de evaluación ambiental más garantista” y en el que no se aprueben nuevos parques “hasta que no se pueda comprobar esta afección que sí se ha demostrado en otros lugares”. Una de las cosas que sí se ha demostrado es que multitud de insectos vuelan por encima de los 4.000 metros y algunas especies de abejas, incluso por encima del Everest.
No obstante y aunque todavía no haya un gran corpus específico sobre la afección concreta a las abejas, sí que ya hay literatura científica que acredita la muerte de millones de insectos a causa de la colisión con las palas de los aerogeneradores. Uno de los más contrastados y citados es de la Society for Conservation Biology, donde se demuestra que una sola turbina puede llegar a matar 40 millones de insectos al año en Alemania, un país mucho menos cálido que el Estado español. Los propios investigadores señalan que “es probable que esta situación se agrave en regiones con mayor abundancia de invertebrados aéreos en comparación con Alemania”.
Con todo, el caso más sonado en todo el mundo ha sido el de los montes chilenos. Allí, los apicultores rurales vienen denunciando pérdidas de producción de entre el 50% y el 90% en sus apiarios por la construcción de parques eólicos, líneas de evacuación de electricidad y subestaciones de servicio. De hecho, en 2019, la puesta en marcha de los parques eólicos de San Gabriel y Tolpán Sur produjo un afección en la economía rural y una protesta civil de tal magnitud que llevó a Acciona a inyectar dinero a sus comunidades para dotarlas de más recursos. La propia multinacional ha reconocido públicamente los agravios al sector de la apicultura.