Un nuevo acercamiento a la memoria histórica, un novedoso homenaje a las víctimas de la represión franquista. Eso es lo que ha buscado John Thompson, profesor universitario estadounidense, decepcionado como estaba al darse cuenta del escaso interés que las nuevas generaciones tenían sobre lo acontecido tan sólo unas décadas atrás.
Cinco jóvenes de entre 15 y 18 años han acabado plasmando en un mural en Fene, en la comarca de Ferrolterra, un proyecto en el que han trabajado un mes y que incluyó también coloquios, proyecciones audivisuales y debates con protagonistas de aquella época de sufrimiento, profesores o historiadores. Insipirado en aquellos murales en los que minorías étnicas de Los Ángeles se implicaban para descubrir la historia silenciada de los Estados Unidos en los 70, los impulsores del proyecto Pinta pasado, crea futuro buscan también que esta idea se extienda por todo el Estado.
“Una nueva forma de involucrar la juventud en la memoria histórica: el nuevo género de arte público”, define Thompson, que mantiene vinculación con Galicia desde hace ya años. “Me preocupa el creciente desinterés de los chicos en estos períodos y el progresivo alejamiento de los hechos históricos, lo que incide en la indiferencia de buena parte de la cuarta generación, cuyos bisabuelos y bisabuelas presenciaron esta historia”, explica el profesor, consciente de que “la represión y el exterminio masivo llevado a cabo por el bando nacional suele interesar menos que los episodios históricos en las películas de Hollywood”.
Llegó a la conclusión y decidió hacer algo después de años de investigación sobre monumentos conmemorativos de la memoria histórica en Galicia. Censó las obras y filmó testimonios de los implicados pero, al volver a visitar esos lugares, se encontró “con el abandono en casi todos los casos: pintadas fascistas que nadie quitaba, un símbolo que servía de urinario para los botellones, otro cubierto de excrementos de perros o inscripciones oxidadas que ya no se podían leer”. Poco después, decidió parar a los paseantes que caminaban junto al monumento de Acisclo Manzano, en Compostela, para preguntarles si sabían que conmemoraba. “Nadie supo relacionarlo con la memoria histórica”.
“La creación de estos lugares no se hace de una manera inclusiva; son visiones individuales que no tuvieron en cuenta la receptividad de la cuarta generación”, explica Thompson, que ha concluido que “hace falta una nueva forma de creación que incluya a los jóvenes y a la sociedad en general en el proceso memorialista”. Así, ha apostado por una nueva visión y se ha basado en ese nuevo género de arte público surgida a finales de los años 70 en los barrios pobres de Los Ángeles e impulsado por las artistas Susan Lacy y Judith Baca. Allí, se implicó a jóvenes latinos, afroamericanos y de otras minorías étnicas a participar en un proyecto para pintar murales y “representar las historias silenciadas -que sufrieron estas minorías- por el Estado norteamericano”.
“Se trata de un arte al servicio del activismo político de izquierdas y se hace en equipos de colaboración”, resume. Con la ayuda del director de la radio pública del municipio (Radio Fene-Radiofusión) y de la artista Laura Bouza, con experiencia en el arte de compromiso incluso con instalaciones sobre torturas en el franquismo, Thompson se puso manos a la obra con la ayuda del Ayuntamiento de Fene, que colaboró en el proyecto.
Durante las dos primeras semanas de julio se llevaron a cabo charlas y talleres de creación artística. Los chicos interactuaron con testigos directos de la represión franquista, representantes de asociaciones de memoria histórica, escritores, profesores o sindicalistas en la dictadura. A la vez, Bouza guió el proceso de creación y animó los participantes a dibujar y aportar ideas que iban saliendo de los coloquios. “Los adolescentes fueron los protagonistas; todo lo que se pintó en el mural, durante la tercera y cuarta semana, fue fruto de su imaginación y de las decisiones que tomaron conjuntamente”. En la pintura, alusiones a las huidas en barco ante el acoso fascista, a la República, al fallido Estatuto de Galicia, al sindicalismo o a los fusilamientos masivos.
“Es obvio que los jóvenes que representaron sus visiones en el mural se verán mucho más reflejados en él que en cualquier otro monumento erigido en los últimos años. Con todo, el elemento más enriquecedor fue el proceso: las experiencias de escuchar testimonios de personas que llevan años luchando por la justicia histórica y los debates en los que los colaboradores consensuaron diferentes interpretaciones”, explica Thompson, que ve en iniciativas como esta una oportunidad para toda España.
“Se llevó a cabo para que otras parecidas se realicen por el Estado español. Es hora de que el problema de la creciente desconexión entre la cuarta generación y la memoria histórica gire hacia la preocupación central de todas las entidades cuyo objetivo es conseguir que los valores democráticos y revolucionarios de la Segunda República, así como la memoria de los horrores que provocó el franquismo, articulen los pensamientos de un número mayor de ciudadanos”, insiste Thompson. “Son necesarias nuevas pedagogías que ofrezcan a los chicos oportunidades para crear su propio patrimonio republicano, lo que llevará a sentirlo más suyo y que quieran ser divulgadores de él”, remata.