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Alfonso Rueda convoca las elecciones que necesita Feijóo
No se puede decir que me haya quedado ojiplático y boquiabierto. Nuestro hombre –Alfonso Rueda– ha hecho lo que se esperaba de él. Sobre todo ha hecho lo que Núñez Feijóo esperaba de él. Y, como todos sabíamos que Núñez Feijóo esperaba esto de Rueda, sabíamos que Rueda iba a hacerlo. Y lo ha hecho. Ha convocado elecciones para el 18 de febrero, cinco meses antes de cuando le correspondía.
¿Por qué? Porque Feijóo necesita estas elecciones. No Galicia, ni tampoco Alfonso Rueda, un presidente de la Xunta por accidente, que no acierta a llenar el traje y al que le vendría bien contar con más tiempo.
Feijóo necesita ganar en Galicia por este motivo: para llegar a las elecciones europeas con cierta probabilidad de sobrevivir a ellas. Ya saben: el buen Narciso Michavila se equivocó en julio, el tortazo fue cósmico y en el Madrid ayusista y americanizado a nadie le gustan los perdedores. Cualquiera te puede organizar un putsch en un santiamén. Y aunque Feijóo no es Casado –su colmillo está mucho más retorcido–, la política es muy dura. Incluso la de derechas.
Esta es la clave fundamental. Puramente personal.
Enmarcada, eso sí, en las extenuantes y encadenadas campañas de movilización política que llevan a cabo las derechas en España. Sin tregua ni descanso. Desde Aznar, la derecha tiene una necesidad adictiva de polarizar y tensionar a la sociedad española. Hoy la izquierda está llena de hombres y mujeres tranquilos. Las derechas, sin embargo, cultivan la hipérbole y llaman a la insurrección. Entienden que la descalificación permanente y hasta la mala educación les conduce a la victoria. Incluso después de perder unas elecciones. Se han vuelto irrazonables.
Feijóo, naturalmente, mientras gobernó en Galicia, disimuló. Mucha gente piensa que su camaleónica transformación se produjo en Madrid para poder sobrevivir en una atmósfera tan radicalizada, pero lo contrario –que era en Galicia donde se enmascaraba con astucia– creo que se ajusta más a la verdad. En todo caso, él va a ser el protagonista de la campaña, con Rueda de figurante. Va a ser una campaña a cara de perro: una reedición de las generales de julio con ánimo de revancha. Un encuadre que el PSOE no tendrá más remedio que aceptar. Y también el BNG.
En la campaña gallega, encadenada con la de las europeas, va a sonar todo el rosario de abismos por los que se va a despeñar España, según el argumentario compartido por PP y Vox. Una de las cuentas del rosario llevará por nombre: amnistía. El objetivo sigue siendo acusar de ilegítimo al gobierno: ¡leña al mono que es de goma!. No va a ser una campaña de perfil bajo. El tono va a subir muchos decibelios. Probablemente habrá más participación, a pesar de coincidir con el Entroido o carnaval, un factor que puede hacerlas más abiertas.
En el fondo, lo que se va a jugar en ellas son dos concepciones de España, una más pluralista y otra más autoritaria. En el pasado el PPdeG parecía combinar su conservadurismo con cierto grado de galleguismo. Estas elecciones van probablemente a confirmar que eso es agua pasada. Si el PP pierde el poder ese pluralismo se manifestará en la coalición entre BNG y PSdeG, y, en su caso, Sumar. Si lo conserva, lo hará marcado por su creciente radicalización en la linea de la derecha madrileña y –si fuera necesario– con el apoyo de Vox. En todo caso, será una inflexión en la historia de la autonomía.
No se puede decir que me haya quedado ojiplático y boquiabierto. Nuestro hombre –Alfonso Rueda– ha hecho lo que se esperaba de él. Sobre todo ha hecho lo que Núñez Feijóo esperaba de él. Y, como todos sabíamos que Núñez Feijóo esperaba esto de Rueda, sabíamos que Rueda iba a hacerlo. Y lo ha hecho. Ha convocado elecciones para el 18 de febrero, cinco meses antes de cuando le correspondía.
¿Por qué? Porque Feijóo necesita estas elecciones. No Galicia, ni tampoco Alfonso Rueda, un presidente de la Xunta por accidente, que no acierta a llenar el traje y al que le vendría bien contar con más tiempo.