Cien números de Luzes: el espíritu 'rabudo' de la revista de Manuel Rivas y Xosé Manuel Pereiro
La idea resultaba, como mínimo, extemporánea. Hace ocho años, la famosa tormenta perfecta se abatía sobre el periodismo, también sobre el gallego. Desaparecían cabeceras, las empresas despedían trabajadores, no comparecían los anunciantes, el camino digital era incierto. No parecía el mejor de los tiempos para fundar una revista de papel y con el reportaje como género central. Y, sin embargo, el periodista Xosé Manuel Pereiro y el escritor Manuel Rivas impulsaron una: Luzes. Contra todo pronóstico, incluso el suyo propio, la publicación, íntegramente redactada en gallego, ha llegado puntual a quioscos y librerías cada mes desde hace cien. “Luzes nació para decir 'no'. La mejor manera de decir 'sí', cuando lo que hay es una tiranía conformista”, comienza el editorial del último número.
“La primera sorpresa es que una empresa realizada por periodistas aguante tanto tiempo”, confiesa, divertido, Pereiro, “aunque en administración siempre hubo gente con más cabeza, primero Antón Lado y ahora Ana Luísa Bouza”. La coordinación periodística la ejercieron Iago Martínez, Montse Dopico y, en la actualidad, Valeria Pereiras. Con estos mimbres, tejidos por los directores Rivas y Pereiro, y un núcleo inicial de 700 subscritores –“nunca bajamos de esa cifra”–, Luzes echó a andar. Santiago Jaureguizar, novelista y periodista de El Progreso, firmaba el tema principal de aquella primera portada: “Aquí no pasa nada. Coacción, explotación y maltrato de mujeres, contratos ilegales de trabajo, filtraciones y blanqueo de dinero y tráfico de armas”. La crónica trataba sobre Lugo.
“El único capital que teníamos eran las ideas. Ir al fondo, al por qué de las cosas, y mostrar la república de la creatividad”, dice Manuel Rivas. Tomar distancia de los discursos partidistas, que no políticos, y cierto “sentido del activismo periodístico” de largo aliento eran otras de las premisas fundacionales. El escritor, con experiencia de décadas en medios desde que inició su vida profesional en El Ideal Gallego de A Coruña en 1973, añade un factor a su ver decisivo: “El espíritu 'rabudo' [con cierto mal genio] que da nacer en plena crisis”. Pereiro relaciona aquella decisión con la pregunta que los asaltó una vez que El País cerró, a finales de 2012, su edición gallega, de la que ambos eran colaboradores. “¿Dónde carallo escribimos ahora lo que nos dé la gana, relativamente?, nos preguntamos”, señala. La respuesta fue la cabecera Luzes, que, además, tiene su historia.
Las otras Luces
Entre 1985 y 1997, bajo la dirección del propio Rivas y con el respaldo económico del Grupo Sargadelos, vio la luz Luzes de Galiza, trimestral y enfocada a la reflexión cultural y política. Y en 2005, El País decidió bautizar como Luces sus páginas culturales en la mencionada edición gallega del periódico. Allí escribió Rivas semanalmente. De ahí a la revista actual, por cuyas páginas de cuidado diseño –el proyecto gráfico original es de Numax, ahora lo materializa María Luaces– han pasado ya más de mil colaboradores, redactores, fotógrafos, ilustradores. “La tribu de Luzes”, define Pereiro. Ella es la que ha dado forma a ese “espíritu rabudo”, más bien refractario del estado de cosas en la Galicia de Feijóo. “Nuestro objetivo último es promover el caos y la subversión, como siempre”, asegura con retranca pero no tanta Pereiro, veterano de los medios gallegos, articulista en La Opinión, en su día corresponsal de El País y conocido rostro de Televisión Española en Galicia, y ahora asiduo en Ctxt.
El índice del número 100, acabado de salir de imprenta, puede ofrecer pistas sobre las estrategias de la publicación para incitar a la subversión. El economista crítico Albino Prada proyecta datos sobre la Galicia de 2050 y llama a elegir entre utopía y distopía. Lois Alcayde entrevista al arquitecto Manuel Gallego Jorreto, autor de entre otros edificios la residencia del presidente de la Xunta de Galicia en Santiago de Compostela, que deja este titular: “La mejor embajada de Galicia sería un carballo [roble] rodeado de un lugar donde sentarse”. El editor y crítico literario César Lorenzo Gil se despacha con un ácido ensayo humorístico, Ocho predicciones realistas sobre la literatura gallega. Hay artículos del poeta Mario Obrero, de la guionista Ana Cermeño o de las periodistas Carmen Merelas, directora de La Opinión, o María Obelleiro, directora de Nós Diario. El escritor y periodista Miguel Anxo Murado se afana en describir la Galicia de 2121.
“Nos pusimos a andar sabiendo que no iríamos por una autopista. Era más bien andar por los márgenes. Pero no fue una sensación de aventurerismo, sino de que el fracaso sería no intentarlo”, recuerda Rivas. Lo intentaron y salió adelante. Sus portadas las han ocupado Beiras o Ana Pontón, Darío Rivas –hijo del alcalde fusilado de Castro de Rei en 1936– o el óleo estremecedor de Castelao A derradeira leición do mestre [La última lección del maestro], Emilia Pardo Bazán o el actor Miguel de Lira, el San Froilán de Lugo o el manuscrito del Himno Galego. Pereiro recuerda con singular cariño los reportajes de Pablo Orosa, muerto en 2019 con 34 años, sobre las trabajadoras del textil en Camboya, el Congo o Sudán del Sur. O los números especiales, el último de los cuales, publicado el mes pasado, fue un monográfico dedicado a los 40 años de autonomía de Galicia con piezas de periodistas como Xosé Hermida y Marta Otero o escritores como Bieito Iglesias y Suso de Toro.
“Muy buenos periodistas, muy desaprovechados”
Todo en un paisaje, el del periodismo gallego, con el que los directores de Luzes son críticos. “Es un reflejo de la sociedad. Hay muy buenos periodistas y muy desaprovechados”, sostiene Pereiro, que fue decano del Colexio de Xornalistas de Galicia, “la superestructura de la sociedad gallega no está muy viva. Pero por debajo hierve. No hay más que fijarse en lo sucedido con Tanxugueiras, que tenían que editar en un pequeño sello madrileño”. La abundancia de cabeceras en papel no recoge una pluralidad social y política mucho más viva de lo que aparenta a primera vista, y se escora claramente a la derecha.
“No entiendo por qué la prensa gallega de papel no escribe editoriales para explicitar sus posiciones. Es una anomalía”, considera Rivas, quien señala pese a todo la necesidad de orientar la “carga crítica” sobre la comunicación hacia los medios públicos gallegos agrupados en la CRTVG: “Parece que no se contentan con ser cómodos para el poder. Son hostiles no solo para los partidos de la oposición, sino para el espacio de la alternativa democrática. La Galicia real no está en los informativos de los canales públicos”. A ese panorama bloqueado, el escritor opone sin embargo “una constelación” de medios que funcionan “como espacio de resistencia, un vivero contra la extinción del periodismo”. Nombra Tempos Novos, veterana publicación mensual dirigida por Luís Álvarez Pousa, el diario en papel Nós Diario o el digital Praza Pública, además de “medios más locales, revistas culturales o de asociaciones”. Y es en esa constelación, al fin y al cabo, donde Pereiro y Rivas sitúan su criatura.
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