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Daniel Salgado

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El mundo en el que las pandereteiras crearon sus músicas de fiesta y trabajo, de amor y desamor, de escarnio y maldecir, ya no existe. Se extinguió en algún momento del siglo XX, no sin traumas colectivos y resistencias todavía por interpretar históricamente, con el borrado de las sociedades agrarias europeas. Pero la sangre que da vida a una tradición musical recorre caminos insospechados. Uno de ellos la condujo a Tanxugueiras, el trío gallego que revolucionó la fase española del concurso para ir a Eurovisión con una osada aleación de folclore y ritmos urbanos. Su eliminación contra el criterio de púbico y demoscópico ha provocado un escándalo cuyo desenlace resulta todavía incierto.

Tanxugueiras, en todo caso, no están solas. Los esfuerzos por actualizar las músicas de raíz en Galicia, y en algunos casos darles viabilidad comercial, se suceden desde hace años. Atrás queda el bum folk que, en los 90, convirtió grupos como los todavía activos Luar Na Lubre, los desaparecidos Berrogüetto o el gaitero Carlos Núñez en popularísimos. Aquella promoción se apoyaba en la retórica de la world music, adoptó la etiqueta celta e incorporó elementos del rock sinfónico o la new age. El panorama actual es distante y distinto. La electrónica, el pop o la experimentación sonora son ahora los ingredientes más utilizados para recargar la música indígena del país: la cultura popular se integra en la cultura de masas. He aquí cinco propuestas más allá de Tanxugueiras que funcionan en esa dirección.

Baiuca, la vía folktrónica

Como las integrantes de Tanxugueiras, Alejandro Guillán (Catoira, Pontevedra, 1990) se había educado como músico en una de las múltiples agrupaciones folclóricas que, diseminadas por Galicia, conservan y transmiten su tradición. Su heterónimo pop, Álex Casanova, precedió a Baiuca. Ya bajo este nombre, revolucionó la escena gallega con Solpor (2018), su primer disco editado por Raso, encrucijada de electrónica y raíz. Y accedió al exterior, al tiempo que reivindicaba por igual a Carlos Núñez, el house experimental de Nicolas Jaar o la potencia percusiva de Xosé Lois Romero & Aliboria, con quien colabora asiduamente. La confirmación le llegó vía festivales por toda Europa y más allá: el pasado octubre los atrapó un golpe de Estado en Sudán, donde iban a participar en el festival Sama de las denominadas músicas del mundo. Su segundo largo se tituló Embruxo (2021), y también lo ha licenciado Raso.

Mercedes Peón, la pionera sin red

La geografía y el archivo de la pandereta gallega no sería lo que es sin la figura de Mercedes Peón (Oza dos Ríos, A Coruña, 1967). Ella misma se encargó de construir un depósito de tonadas populares recogidas por las aldeas y barrios de Galicia a lo largo de los años 80. Fue profesora de música y baile tradicional, durante una temporada divulgadora de la materia en uno de los programas más populares de la Televisión de Galicia –Luar, aún en antena–, y ha grabado y sacado a la luz cinco discos. La repercusión de su obra atraviesa Europa, sobre todo en los circuitos críticos, y de festivales, dedicados a las músicas de raíz. Y eso que su trabajo va mucho, pero mucho más allá: Sós (2010) introducía por primera vez texturas electrónicas en textos politizados y en Déixaas (2018) incluso se arrima al rock industrial. Precisamente en esta, su última entrega, colabora Mónica de Nut, otra artista que explora el ignoto lugar donde se encuentra el canto tradicional, el jazz, el cabaré o la libre improvisación.

Xabier Díaz e as Adufeiras de Salitre, el aire pop folk

Xabier Díaz (A Coruña, 1969) fue el último cantante de Berrogüetto, una de las bandas definitivas, tal vez la más arriesgada, del folk gallego de los 90. En solitario ha facturado trabajos e canción folk junto a Guillerme Fernández –dotado guitarrista de Berrogüetto–, con el grupo aCadaCanto y una triología aliado a las cantareiras de Adufeiras de Salitre. Son estos discos, el último de los cuales se titula As catedrais silenciadas (2020), los que lo han situado como uno de los músicos más solicitados, aplaudidos y premiados del género. El territorio de Díaz es más suave que el Mercedes Peón o incluso que el de Tanxugueiras, pero también lo delimita el canto tradicional de las pandereiteiras, del cual todas y todos beben. De alguna manera, su visión otorga cierto aire pop a una música que se caracteriza, también, por su crudeza. Compañeros suyos de generación folk han profundizado en su viaje pop y prácticamente han dejado atrás su vínculo con lo tradicional: es el caso de Guadi Galego, primera cantante de Berrogüetto, o de Xosé Manuel Budiño, héroe de la gaita transformado en compositor pop rock en Fulgor (2019), en el que colaboran Xoel López, Jairo Zavala o Pablo Novoa.

Xosé Lois Romero & Aliboria, ritual de percusiones

Con apenas un arsenal de percusiones –tambores, pandeiros, sartenes, tarrañolas, latas– y las voces de las cantareiras de Aliboria, Xosé Lois Romero ha construido dos de los discos más singulares y destemidos de la músical tradicional gallega reciente, el homónimo (2016) y Latexo (2020). Ritual y salvaje, su obra ve la luz en el mismo sello que publica a Baiuca, a cuya manipulación electrónica han sometido sus materiales en varias ocasiones. La discográfica asegura que Romero & Aliboria “comparte tratamientos con iconos de la música industrial como Einstürzende Neubauten o los Swans” y algo de eso se percibe en una expresiva marcialidad que incluso se atreve a apropiarse de Milton Nascimento y sus Ponta de areia y Maria Maria.

Lume, la tradición en el medio del ruido

Un drone distorsionado abre Faino ti mesmo (Ferror Records, 2019). Llegado desde el corazón del ruído, un canto como ancestral se impone: “Esta noite e maila outra, / esta noite e maila outra / abalei unha peneira / que nunca fora abalada”. Cruzan trallazos agudos, nada es seguro, todo tiene su raíz pero si no la retuerces deja de brotar. El único disco de Lume, proyecto de Eloy Platas, es una de las aproximaciones más extremas a la reactivación de la música gallega de raíz. Estrategias electroacústicas, ruidismo, brutalidad industrial, sirven a Platas para desfigurar y reconfigurar algunas de las melodías más ubicuas del folclore, anónimo y no, gallego. Existen otras experiencias en el ámbito de la electrónica underground para tratar lo tradicional –Crnds y su disco Cernadas (2021)– pero ninguna ha llevado la idea, de momento, al paroxismo de Faino ti mesmo.

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