Los palestinos evacuados de Gaza para recibir tratamiento en Qatar: “Cuando termine la rehabilitación espero volver”
Para los alrededor de 2.000 gazatíes que residen en Doha, el complejo Al Thumama es un oasis de paz y un refugio seguro. En sus calles pasan madres con carritos y niños en bicicleta que con los dedos hacen la V de victoria cuando ven una cámara de fotos. Aparte de sus voces y risas, no se escucha nada. La explosión de las bombas y el sobrevuelo de los aviones de guerra y drones israelíes queda muy lejos.
Pero no es fácil para los palestinos que han podido marcharse de Gaza olvidarse de lo que han dejado atrás, incluidos sus parientes. Sirin, de 27 años, viajó a Qatar para ser operada y dejó atrás a su marido porque él no obtuvo el permiso para salir de la Franja. Su única hija falleció en el bombardeo en el que la joven resultó herida en febrero de 2024.
“Cuando nos bombardearon, estábamos cerca de la frontera [con Egipto], en el sur de Gaza. Estábamos todos dormidos y, cuando abrí los ojos, no podía moverme y mi hija había muerto. Se suponía que estábamos en una zona segura, donde no había riesgo ni motivos para que nos bombardearan, pero nos bombardearon”, recuerda con pena, rabia y cierta resignación. Sin dejar de dar gracias a dios, Sirin dice que fue muy difícil recuperarse de ese golpe, física y psicológicamente.
En abril, Sirin pudo viajar a Qatar, donde fue sometida a dos operaciones, en la cabeza y en las piernas, y ahora, en el mes de diciembre, afirma encontrarse mucho mejor gracias al tratamiento médico que ha recibido. Cuenta su experiencia a elDiario.es en la clínica del complejo Al Thumama, donde ella misma ofrece apoyo psicológico a los demás palestinos, ya que estudió psicología en Gaza. “Cuando llegué, vine a alguna sesión de terapia psicológica y luego decidí ser voluntaria”, relata.
“Nos han tratado muy bien en Qatar y se han solidarizado con nosotros, nos dan todos los servicios que en Gaza no teníamos. Incluso desde el punto de vista psicológico, aquí estoy mucho mejor; no es sólo el tratamiento médico, sino también la situación psicológica”, explica Sirin, vestida con una elegante túnica color azul oscuro a juego con su hiyab. “Aquí hay gente que aún sufre, que aún recibe tratamiento y no están bien: han sufrido muchos traumas. Pero gracias a dios se sienten seguros, después de las cosas que han vivido y visto en Gaza”.
A pesar de vivir en un lugar seguro, la mujer admite estar preocupada en todo momento. “Casi toda mi familia y mi marido están en Gaza, en cualquier momento puede llegar la noticia de que alguien está muerto o herido… Hace un mes más o menos me avisaron de que había fallecido el hermano de mi esposo”. Más de 45.200 gazatíes han perdido la vida y más de 107.500 han sufrido heridas, según la última cifra del Ministerio de Sanidad palestino.
“Nosotros estamos seguros, pero ellos, no. Cuando intento apartar la preocupación, enseguida vuelve a mí por cualquier cosa que veo en las redes sociales o de la que me acuerdo”, lamenta Sirin.
“Cuando termine la guerra y empiece la reconstrucción, volveré a Gaza, si Dios quiere”, afirma la joven en cuya mirada se mezclan la melancolía y la esperanza. “Para nosotros los heridos es difícil, no podemos volver aún a un lugar que está contaminado, donde no hay electricidad ni agua ni lo necesario para vivir. Pero cuando sea posible volveré, ¡no hay ninguna duda!”.
La doctora Mervat, originaria de Yemen, trabaja en la clínica de Al Thumama junto a otros profesionales de la salud que atienden a los residentes en el complejo, entre los que hay casi 500 heridos, de los cuales 350 han sufrido amputaciones. Los casos más graves fueron ingresados a su llegada a Qatar en alguno de los hospitales de la capital y sometidos a operaciones u otros tratamientos específicos. Algunos han tenido que permanecer meses hospitalizados, otros siguen yendo a los centros hospitalarios para revisiones periódicas.
El personal de Al Thumama hace seguimiento de todos los heridos y conoce cada uno de los casos, lo que necesitan y cómo han evolucionado. La doctora Mervat cuenta a elDiario.es que uno de sus pacientes había perdido el oído, pero en unos cuatro meses lo recuperó. Lo pone como un ejemplo positivo, pero trata otros casos más complejos, como el de un niño de 10 años que no puede leer.
En el complejo, los gazatíes que sufrieron amputaciones o lesiones llevan a cabo su proceso de recuperación y rehabilitación. Anas es uno de ellos: el joven de 24 años sufrió una lesión en la columna vertebral mientras jugaba a fútbol en Gaza hace tres años. Él mismo dice que no es un herido de guerra, pero tras el comienzo de la ofensiva israelí el 7 de octubre de 2023 tuvo que marcharse para continuar la terapia que en la Franja ya no podía hacer.
“Necesito rehabilitación a diario”, dice Anas a elDiario.es. “La guerra me obligó a salir de Gaza, con mi madre, mis hermanas y hermano mayor”, explica el joven, cuyo padre se quedó en el enclave palestino. “Por supuesto que estoy preocupado por él, la situación es muy difícil en Gaza”, dice Anas, mientras espera su turno para hacer la rehabilitación en uno de los edificios de Al Thumama. En Gaza “no hay hospitales, no hay educación, no hay nada de nada para vivir. Nuestra casa también fue destruida, así que no tenemos nada a lo que regresar”, lamenta, agregando que volverán en cuanto sea posible.
El fisioterapeuta que le atiende, Abdelrahim, afirma que Anas ha mejorado mucho desde que está en Qatar y está recuperando la capacidad de mantenerse erguido y caminar. “Puede levantarse solo y venir a sus sesiones de rehabilitación solo, sin ningún aparato ni ayuda”, dice orgulloso. “Su objetivo es volver a jugar al fútbol y, aunque es muy difícil que lo logre, intentamos hacer todo lo que podemos para que recupere su vida”, asegura Abdelrahim.
Entre los profesionales sanitarios hay algunos que llevan trabajando con los pacientes gazatíes desde el principio y otros que se han sumado más recientemente. El complejo de Al Thumama ha ido convirtiéndose en los pasados diez meses en una aldea palestina, después de haber sido construido para albergar a visitantes y forofos durante el Mundial de Fútbol de Qatar de 2022. Sus instalaciones están en perfecto estado, aunque un poco desangeladas. Hay incluso una piscina –que se emplea para algunas sesiones de fisioterapia–, un campo de tenis, otras canchas deportivas y columpios.
En total, las autoridades qataríes han facilitado la evacuación de 2.500 palestinos, la mayoría de ellos en los primeros meses de 2024, hasta el mes de mayo –cuando el paso fronterizo de Rafah fue cerrado, después de que el Ejército israelí se hiciera con su control–. Desde el cierre del paso entre Gaza y Egipto, muy pocos heridos y enfermos han podido salir de la Franja a través del paso de Kerem Shalom con Israel y llevados a Jordania para recibir tratamiento médico en este país o en otros.
Hayat es una de las primeras que llegó a Doha, después de haber resultado herida en un bombardeo en octubre de 2023. Su madre y su padre fallecieron y ella fue evacuada junto a su abuelo. “Después de que llegara el misil a nuestra casa, ya no podía caminar”, explica la adolescente de 15 años, cuyas piernas están paralizadas y necesita una silla de ruedas para desplazarse. “Todavía no puedo caminar, sólo cuando me ayudan las enfermeras”, cuenta Hayat a este periódico.
“Cuando termine la rehabilitación espero volver a Gaza”, dice. En la Franja están sus dos hermanas y un hermano. Mientras, ha retomado sus estudios en Qatar, en el centro de enseñanza palestino al que acuden todos los evacuados en edad escolar. Los más mayores han vuelto o han empezado a estudiar en alguna de las universidades de Doha. El objetivo es que puedan continuar con su vida y que ésta no se detenga hasta que regresen a Gaza, ya que ese momento parece aún muy lejano.
A pesar de las traumáticas experiencias que han vivido, los evacuados desean regresar a Gaza, a sus localidades de origen y a sus casas, que en muchos casos están destruidas. Y desean reunirse con sus seres queridos que se han quedado atrapados bajo las bombas y el asedio israelí, sin comida ni agua suficientes, ni los cuidados que ellos reciben en Qatar.
El pequeño Yazid todavía tendrá que hacer un largo recorrido terapeútico: perdió un ojo y la vista en el otro ojo a causa de un bombardeo, que también le afectó al oído, del que lo tuvieron que operar; también tiene quemaduras en la cabeza y su mandíbula no funciona bien. Desde abril se encuentra en Doha con su tía Halima porque su madre y sus hermanas fallecieron en ese ataque que casi le cuesta la vida a él también el último día del año pasado. Su padre sobrevivió, pero no ha podido salir de Gaza para acompañar al niño de 7 años, que no se despega de su tía y sólo responde tímidamente cuando escucha su voz o la de la doctora Mervat.
Halima relata a elDiario.es que Yazid fue trasladado al Hospital Al Shifa –que era el más grande de toda la Franja antes de que el Ejército israelí lo destruyera–, pero no tenía capacidad para atender a todos los heridos. “La situación era muy mala en el hospital, no había camas libres y no había ni siquiera médicos”, explica. Estuvo ingresado unos diez días de enero en Al Shifa y, debido a la escasez de recursos, su padre le llevó al Hospital Europeo, en el sur de Gaza. Por fin, a finales de marzo pudo salir de la Franja y llegar a Egipto, donde estuvo unas dos semanas en Cuidados Intensivos, hasta que fue evacuado a Qatar.
En opinión de Halima, el niño ha experimentado una mejoría de un 80% después de las operaciones y la rehabilitación. Todavía tiene que someterse a una cirugía plástica y mejorar la movilidad de su mandíbula, todo ello costeado por el Gobierno de Qatar, al igual que el resto de los gastos que tienen los palestinos evacuados durante su estancia en este país. “Desde que nos fuimos de Gaza, ha estado conmigo”, dice la mujer, mientras su sobrino le aprieta la mano. No puede evitar soltar unas lágrimas al pensar en el padre de Yazid, que sigue en Gaza, y en que no podrán volver mientras continúe la guerra y el niño necesite una atención especializada.
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