A Coruña tiene los edificios con una altura media más elevada de España. Supera a ciudades más grandes, con más población y con emblemáticas construcciones de gran altura, como Barcelona o Madrid. Su promedio es de 5,15 plantas. Y es la segunda ciudad con mayor porcentaje de edificios de diez pisos o más, con el 35,3% del total. Solo Benidorm, ejemplo clásico de la apuesta por la construcción vertical, tiene una proporción mayor. Los datos aparecen recogidos en una información especial elaborada por elDiario.es con datos del Catastro de ciudades de toda España, salvo Euskadi y Navarra.
La explicación para que un municipio que no llega a los 250.000 habitantes se haya proyectado más hacia arriba que otras ciudades de tamaño similar e incluso mucho mayor se encuentra en una temprana inclinación por las torres y en una normativa urbanística que, sobre todo desde los años 60, ha sido permisiva con los edificios que sumaban más y más plantas. La apuesta vertical no obedeció tanto a un plan previo para lograr una ciudad compacta, sino a un afán por construir más en el mismo terreno, según el arquitecto y urbanista Iago Carro, miembro de la sociedad cooperativa Ergosfera.
Los planes generales de ordenación municipal (PGOM) y las normativas urbanísticas de la ciudad que apostaron en los años 60 y los 80 por añadir espacios en vertical se basaban “un poco” en las limitaciones geográficas de A Coruña, que tiene su núcleo más antiguo y parte de sus barrios en una península y miró hacia arriba como solución para dar cabida a más población. Pero analizándolo con una perspectiva crítica hoy en día, Carro cree que estos motivos “parecen más bien excusas para poder construir más”.
Su repaso histórico a los motivos que han llevado a la altura actual se detiene primero en un “ejemplo anecdótico”: en el año 1925 se inauguró el que entonces estaba considerado el edificio más alto de España, la sede del hoy desaparecido Banco Pastor -adquirido en 2012 por Banco Popular, que, a su vez, pasó después a ser propiedad del Banco Santander-. “La relación de la ciudad con la altura empieza pronto, cuando estaban llegando las nuevas estructuras, los avances tecnológicos que permitían edificar en altura”, expone el arquitecto.
Las normas urbanísticas de 1948 ya permitían levantar edificios de más de diez plantas en determinados casos, pero uno de los “hitos” que explican el perfil actual de A Coruña es la ordenanza de volumen, la Z8, incluida en el plan general de 1967. Permitía, según explica Carro, que quienes tuviesen un terreno suficientemente amplio ordenasen el volumen como quisieran y superasen las alturas que entonces estaban autorizadas por la ordenación urbanística coruñesa. “De ahí surgen todas las grandes torres de la ciudad, que son más de las que suele haber en ciudades de este tamaño”, expone. Una de las más emblemáticas es la Hercón, inaugurada en 1975 y el edificio más alto de Galicia.
Estas construcciones siguen determinando en la actualidad el skyline de la ciudad, asegura el arquitecto y urbanista. Al plan del 67 lo sucedieron otras normas que “permitieron la sobredensificación de barrios que no estaban preparados para ello”. Carro cita en concreto los PGOM de 1985 y, sobre todo, el de 1998, al abrigo de los cuales crecieron en vertical zonas como Monte Alto, Agra do Orzán y Os Mallos. El problema es que en estos barrios las calles eran estrechas y los edificios altos llevaron a un deterioro de la calidad ambiental y urbana: la luz no llega a los pisos más bajos y el aire circula peor.
Lo que ocurrió con estas normativas, en especial con la de los 90, explica, es que abrieron la posibilidad de aumentar alturas en barrios “en los que no tenía que haberse hecho eso”. Se usó la “excusa” de que el objetivo era fomentar que se rehabilitasen edificios en estado precario y, para ello, había que dejar que el propietario añadiese plantas para que le compensase económicamente. “Hoy sabemos que eso no se sostiene desde ningún punto de vista, sino que es una cuestión ideológica y de mercado, de querer dar más beneficios a los propietarios del suelo”, critica Carro.
Los beneficios de una ciudad de edificios altos son que se crea una red densa y compacta, con ventajas para la movilidad y la sostenibilidad. Este entramado facilita los desplazamientos a pie o en bicicleta y también que la vida sea “rica” porque se mezclan usos.
El área metropolitana
Carro pone el foco también en que para analizar el urbanismo de A Coruña hay que llevar la mirada más allá de sus límites municipales. De hecho, señala que el dato de la altura media de los edificios es “significativo”, pero pide tener en cuenta también que el territorio del municipio es pequeño, al contrario que en otras ciudades, y el resultado sería otro si se considerase el área metropolitana. Aun así, la densidad seguiría estando entre las más altas de España, opina.
La ciudad se encuentra limitada por el mar, pero los edificios se han expandido hacia otros terrenos, que pertenecen a los municipios colindantes, como Arteixo, Cambre, Culleredo y Oleiros. También aquí se han levantado construcciones de mucha altura, recalca.
Las normas actuales de urbanismo “no han dado respuesta a todo lo que ha pasado en las últimas décadas”. Carro cree que el PGOM de 2013 no hace lo suficiente por revertir las consecuencias negativas en esos barrios “muy densificados, no solo en vertical, sino en horizontal”. Cree que debería haber apostado por recuperar solares vacíos para incrementar los espacios libres. Sí es cierto que ya no se permiten tantas altura en estas zonas, agrega.
La construcción en vertical “no es en sí algo negativo”, pero debe formar parte de un plan global para que las ciudades estén preparadas. Pone el ejemplo de Benidorm, que tiene calles amplias a las que llega la luz del sol y con mucha actividad. “Cuando la motivación es simplemente el mercado, la mayor parte de las veces es malo. Cuando hay detrás un modelo arquitectónico que se elige hacer, no tiene por qué ser malo”, reflexiona.