El primer debate de política general del Parlamento gallego posterior a la epidemia de coronavirus será cosa de tres. Fuera del mapa institucional autonómico los experimentos de confluencia entre izquierdas y nacionalistas, PP, BNG y Partido Socialista se encargarán de analizar el estado de Galicia y declarar sus propuestas para el futuro a partir de este miércoles, 13 de octubre. Los tres partidos con representación en la Cámara llegan al encuentro con sus lideratos en muy diferente situación: si alrededor de un Feijóo que parece haber perdido pie en Madrid reina la calma, la nacionalista Ana Pontón “reflexiona” sobre su futuro de cara a la asamblea de su formación el próximo mes. En los socialistas, la batalla es abierta, y Valentín González Formoso disputa a Gonzalo Caballero la secretaría general.
El debate pilla de hecho a Caballero en plena gira por las agrupaciones locales del PSdeG en busca de apoyos internos. La dirección del partido ha convocado elecciones primarias el 30 de octubre. Todavía este lunes acudía a Ribeira y Monforte de Lemos. La campaña interna socialista ha subido de tono y los reproches entre el también portavoz parlamentario y Formoso –además presidente de la Deputación de A Coruña– se multiplican. Sobre todo a cuenta de la manera de hacer oposición a Feijóo y de relacionarse con el BNG. Caballero acusa al aspirante de centrista y éste a Caballero de conformarse con pelear por la segunda plaza en el Parlamento y no ir a por la presidencia. El PSdeG es la tercera fuerza en escaños autonómicos desde que, en 2016, En Marea le arrebató la segunda posición. El pasado año fue el BNG el que, con 19 asientos, quedó por encima de los 14 socialistas.
Es precisamente la comunicación de socialistas y nacionalistas uno de los elementos que ha mutado en O Hórreo, sede del Parlamento gallego. Si en anteriores legislaturas, esta parecía fluida y las diferencias entre las dos ramas de la oposición –tres durante los ocho años de las confluencias– no solían trascender, la distancia es ahora visible. Feijóo lo sabe y lo utiliza. Rara es la sesión de control en la que no intenta introducir ruído entre BNG y PSdeG y subrayar sus contradicciones. No por nada pactos de gobierno entre las dos organizaciones de la izquierda impiden a los populares el gobernar numerosos concellos –entre ellos A Coruña y Lugo– y tres de las cuatro diputaciones –la excepción es la de Ourense.
La disputa interna de los socialistas tiene su correlato en el BNG, aunque el origen y circunstancias del medido impás de su portavoz, Ana Pontón, resulten diametralmente opuestos. Fue la propia Pontón la que, contra todo pronóstico, anunció a finales de agosto que se tomaba “un tiempo de reflexión” para decidir si volvía a optar a la Portavocía Nacional del Bloque en la Asemblea Nacional, la número 17, que han programado para el 7 de noviembre. Ni fuera ni dentro de las filas nacionalistas esperaban ese frenazo, toda vez que Pontón accedió al puesto cuando venían mal dadas y consiguió sacar la nave de las rocas. Tanto que en apenas cuatro años la llevó de seis, casi su suelo histórico, a los 19 escaños, su techo. Por eso su aviso, que fuentes cercanas a la dirección nacionalista interpretan sobre todo en clave interna, choca con el optimismo que se respira en el ámbito del BNG.
Con todo, la agenda de Ana Pontón no parece darse por aludida. Su programación habitual de ruedas de prensa, encuentros con agentes sociales y colectivos agraviados por las políticas de la Xunta, asistencia a protestas o iniciativas de la órbita del Bloque, continuó. Como si en realidad nadie, ni siquiera ella, se hubiese tomado demasiado en serio la posibilidad de que abandone el liderazgo nacionalista.
Tampoco parece que el abandono de la política gallega, en su caso por la de ámbito estatal, esté ya en la agenda de Alberto Núñez Feijóo. Cuando en 2018 la corrupción provocó la caída del Gobierno de Mariano Rajoy, el presidente gallego se dejó querer. Hasta límites sonrojantes: tuvo que convocar un solemne acto para anunciar que se quedaba en donde estaba. Algunos analistas y los partidos de la oposición consideraron que su amago tenía como razón última el temor a la “guerra de dossieres” y las fotos con el narcotraficante Marcial Dorado. El caso es que la irrupción fulgurante de Isabel Díaz Ayuso en el territorio de las derechas hispánicas ha acabado de desplazar la figura de Feijóo, tan proclive a visitar Madrid, procurar entrevistas en los medios de la capital y opinar sobre la política del Reino. Este año ni siquiera acudirá al desfile militar del 12 de octubre, según explican en su entorno por encontrarse preparando la sesión parlamentaria del día siguiente.
Fondos europeos, autogobierno, servicios públicos
El primer debate de política general gallega tras la pandemia será también el primero de una legislatura, la décimo primera, que arrancó en agosto de 2020. El coronavirus y la recuperación de la crisis económica y social derivada de esta protagonizará las intervenciones de PP, BNG y PSdeG, tal y como ya han anunciado. La derecha centrará su discurso en la utilización de los fondos europeos, sobre los que ha pivotado la estrategia de la Xunta en los últimos meses, no sin cierta confusión y oscurantismo al respecto. Además, Núñez Feijóo proclamará el fin de la “situación de emergencia sanitaria” en la comunidad que fue decretada el 13 de marzo del pasado año.
El Bloque ha prometido que pondrá “las luces largas”. Sus propuestas de resolución, que los diputados y diputadas votan tras el debate entre portavoces, girarán en torno a tres ejes. Los resumió este lunes su viceportavoz, Olalla Rodil: avanzar en el autogobierno, reforzar los servicios públicos fundamentales y generar riqueza y empleo “con la I+D+i como motor”. Los socialistas coinciden con los nacionalistas en dos de tres, la necesidad de “empleo de calidad” y el “fortalecimiento de los servicios públicos”. “La Xunta está superada por los acontecimientos”, afirmó Gonzalo Caballero en la presentación ante los medios de su estrategia para el debate.