En la mayor parte de Galicia, con la excepción de los primeros días del año, las calles se han mantenido secas. No solo no ha llovido en casi ningún punto en 20 días del mes de enero, sino que los cielos han estado despejados y este se ha convertido en uno de los arranques de año con más horas de sol de las últimas cuatro décadas. La escasez de precipitaciones se acentuó en el primer mes de 2022, pero el otoño ya había sido menos húmedo de lo habitual en territorio gallego y no hay dudas sobre que la situación actual es de sequía meteorológica. La conselleira de Medio Ambiente, Ángeles Vázquez, ha optado por un mensaje de calma y ha considerado que la situación “no es preocupante”. Ecologistas y expertos en clima no comparten todo el enfoque. “Las sequías se gestionan cuando hay agua. No podemos esperar a cuando ya no nos quede”, recalca el responsable de agua de Greenpeace en España, Julio Barea.
El episodio de sequía no se limita a Galicia, sino que está afectando a casi toda España. Una herramienta del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que monitoriza los datos en este campo muestra que, en los últimos tres meses, solo algunas zonas -concentradas en la cornisa cantábrica y en Baleares- han tenido un tiempo más húmedo de lo habitual. Galicia, salvo por la comarca de A Mariña de Lugo, aparece teñida de colores anaranjados y rojizos que quieren decir que el periodo ha sido seco e incluso muy seco en algunos puntos. Dominic Royé, profesor de Geografía en la Universidade de Santiago de Compostela (USC) y especialista en cambio climático, señala que “la presión es lo que pueda pasar en los próximos meses”. Los modelos de predicción apuntan a una primavera poco húmeda y, ampliando el foco, “está asegurado” que en el futuro habrá más sequías y que serán más severas y largas: “[La situación] sí es preocupante y hay que pensar en gestionar los recursos no solo ahora, sino a medio y largo plazo porque esto va a ir a más”.
Royé ha elaborado y publicado a través de su cuenta de Twitter mapas que permiten comparar lo soleados que han sido los meses de enero desde 1983 en la península Ibérica. Uno en concreto ilustra la “anomalía” de este comienzo de 2022. “Ha sido bastante extraordinario en horas de sol y muchas horas de sol implican poca precipitación”, indica. También explica que la situación en Galicia se debe a que el anticiclón está en una posición infrecuente para estas alturas del año y bloquea la llegada de borrascas. Este bloqueo, sin embargo, “no es tan anormal” y ya se produjo en otro año que se recuerda por las pocas precipitaciones, el 2012. Para encontrar un enero más seco que este de 2022 hay que remontarse, de hecho, al de aquel año.
El profesor universitario hace una distinción entre la sequía actual, meteorológica, que supone que no hay lluvias, y la hidrológica, que aparecerá si la situación se prolonga. Con ella, llegarán también los problemas para cubrir la demanda de agua y los efectos sobre la agricultura y el medio ambiente. La actual falta de lluvias, añade Royé, se puede convertir en un “problema más grave” en los próximos meses, si las predicciones aciertan y la primavera es seca. Si esa es la situación, la perspectiva en verano en los montes va a ser “mala”. “En el contexto de Galicia, los incendios están ahí”, dice.
Adela Figueroa, portavoz en materia de cambio climático de la Asociación para a Defensa Ecolóxica de Galiza (Adega), también usa la palabra preocupante. “Lo es porque forma parte de un proceso global de alteración del clima”, afirma. “No se está formando suficiente vapor frente a las costas de Galicia que, al tropezar con las montañas, descargue agua. Estamos en un periodo anticiclónico anómalo para el momento en el que estamos”, expone. Hace una comparación económica: en una época de escasez hay que “ahorrar, guardar lo que se tiene y administrarlo”.
Con el foco puesto en la gestión de los recursos hídricos, Julio Barea y Dominic Royé coinciden en señalar que hay que actuar sobre la demanda. “No hay que hacer más embalses. Eso no. Pero la demanda no ha dejado de crecer”, recalca el responsable de agua en Greenpeace. Si se mantiene la sequía meteorológica, llegará la hidrológica y supondrá que no habrá agua suficiente para la actividad económica y el consumo doméstico: “Esto es un problema y no es solo que no se esté combatiendo en Galicia, es que no se está combatiendo en el resto de España. Al contrario, se están dando más permisos de regadío”. Barea propone empezar a “meter tijera” por la agricultura industrial y adaptar los cultivos al clima: hacerlos más pequeños y volver a un modelo más tradicional.
Lluvia más concentrada en Galicia
Aunque “una sequía por sí sola no dice nada”, Dominic Royé destaca que no hay dudas de que la tendencia es a que haya más episodios, y peores, de sequía tanto en Galicia como en toda la Península. “Con el cambio climático hay que prevenir y adaptarse y aumentar la resiliencia. Es algo que hay que abordar y tener en cuenta que las sequías no son algo que pasa solo en verano”. Dentro de la comunidad las zonas más vulnerables son el interior de la provincia de Lugo y la de Ourense. El camino, insiste, es reducir el consumo de agua.
Lo más “problemático” no va a ser, según el profesor, que se reduzcan las cantidades totales de precipitaciones, sino que se van a concentrar en menos tiempo y esta es una tendencia que ya se observa en Galicia. Por eso, dice, es importante captar y almacenar cuando llueve y luego distribuir. También se para en los desembalses del pasado verano, cuando dos empresas eléctricas, Iberdrola y Naturgy, vaciaron varias presas para producir electricidad en un momento de escalada de los precios. “Eso no puede ser”, critica.