No es la primera vez que sucede durante un episodio de turbulencias internas en el PP. Ya había sucedido, por ejemplo, en otoño de 2013, cuando en pleno cuestionamiento del liderazgo de Mariano Rajoy por parte de Esperanza Aguirre, Alberto Núñez Feijóo reivindicó que su presidencia en el PPdeG había sido “producto de unas primarias”. El pasado fin de semana, en el marco de la conferencia política de los conservadores en Madrid, el presidente de la Xunta mantuvo en una entrevista con La Voz de Galicia que “en el 2006 hubo primarias en el PPdeG”, en referencia a un proceso que, en rigor, fue un congreso por compromisarios a cuya fase final solo llegó un candidato, él mismo, tras la retirada de los otros tres.
La partida definitiva por la sucesión de Manuel Fraga comenzó hace ahora diez años, justo después de que los populares perdieran la mayoría absoluta en las elecciones del 19 de junio de 2005, pero la operación había comenzado a gestarse antes. En plena crisis del Prestige, todavía con José María Aznar en La Moncloa, la dirección central del PP propició la salida de Xosé Cuiña de la Xunta y situó como nuevo conselleiro de Política Territorial al propio Feijóo, que meses después se convertiría en vicepresidente primero, mientras que José Manuel Barreiro era situado en la vicepresidencia segunda.
Con este telón de fondo Feijóo partió con ventaja en una carrera sucesoria en la que la cúpula del PP, ya con Mariano Rajoy al mando, deseaba pocos participantes y el mayor control posible. “Mire, yo soy liberal”, respondió el actual presidente del Gobierno de España cuando los periodistas lo cuestionaron por la posibilidad de que pudiese haber múltiples candidatos a dirigir el PPdeG. Cuando, en otoño de 2005, se lanzó definitivamente el proceso había, efectivamente, cuatro aspirantes: Feijóo, Barreiro, Cuiña y el exconselleiro de Pesca Enrique López Veiga. Pero, a diferencia de lo que cabría definir como primarias, no se presentaron directamente ante la militancia del PPdeG para que esta dictaminara el liderazgo mediante voto directo, sino que tuvieron que recopilar avales entre los dos millares de compromisarios previamente elegidos en las agrupaciones locales para formar parte del plenario del congreso.
La definitiva batalla de los avales
Fue en esa cosecha de avales en la que se dirimió la batalla. Para llegar a la cita congresual con la condición de candidatos a la presidencia los aspirantes tenían que reunir al menos 400 de estos apoyos entre los 2.000 disponibles. Personas implicadas directamente en aquel proceso relatan, diez años después, que la dirección estatal del partido no ahorró esfuerzos para traccionar el proceso en la dirección que prefería, que no era otra que imponerse al que se conocía como sector “de la boina”, el de perfil más rural y galeguista, representado en el proceso por un Xosé Cuiña que propugnaba la necesidad de “refundar” el PPdeG “en clave gallega sin paliativos y radicalmente democrática”. Si él era elegido, había advertido, pondría fin a la “paulatina pérdida de autonomía” del PPdeG con respecto a la madrileña calle de Génova.
Una de las figuras clave en lo acontecido fue la del poderoso José Manuel Romay Beccaría. No fueron pocos los alcaldes que en aquel tiempo se entrevistaron con Romay para conocer de primera mano cuál era la apuesta de Rajoy -y también de Aznar- y sus implicaciones. Además, recuerdan las mismas fuentes, el aparato del partido también redobló la presión en otra de las provincias claves, la de Pontevedra, donde la posibilidad de perder subvenciones de la Diputación provincial, ya presidida por Rafael Louzán, fue también un argumento de peso para que diversos regidores descartaran la idea de inclinar la balanza a favor de alguien que no fuera Feijóo en sus respectivas agrupaciones locales. “Todo estaba decidido desde Madrid”, resumen las fuentes consultadas.
Único candidato en el congreso
Fue precisamente la constatación de que el apoyo a Feijóo sería mayoritario en Pontevedra la que precipitó la retirada de Cuiña en los primeros días de diciembre de 2005. Quien ratificó esa retirada no fue el que había sido considerado sucesor natural de Fraga, sino José Luis Baltar, que en los actos de conmemoración del Día de la Constitución en la provincia ourensana confirmó que Cuiña lo había informado de lo sucedido en Pontevedra y le había comunicado que “daba libertad a todos los compromisarios que habían apostado por él”. Los avales baltaristas pasaban de Cuiña a Feijóo y lo mismo pasaba con los que potencialmente pudiera captar López Veiga, que también tiraba la toalla por la falta de avales.
En este escenario de cuatro candidatos se pasaba a dos, circunstancia que se mantuvo solo dos semanas más. Poco antes de las fiestas navideñas Feijóo anunciaba la integración en su lista de Barreiro, que pasaría a ocupar la figura de vicepresidente del partido, de nueva creación. Fue en este punto en el que aquella elección sí tuvo algún paralelismo con algunas primarias de otras formaciones: solo hubo un candidato, Feijóo, cuya designación fue ratificada en el congreso de enero por el 96% de los compromisarios, con 2.257 votos a favor frente a 90 blancos y 8 nulos, según recogió al día siguiente La Vanguardia en una crónica firmada por Anxo Lugilde. “Quizás no se me note, pero estoy muy emocionado. Estoy que me salgo”, proclamó Rajoy en aquella jornada en el Palacio de Congresos de Galicia, en Santiago.
Desde aquel momento Feijóo no sufriría derrota interna alguna hasta cuatro años después. A finales de enero de 2010 la armada del presidente naufragó a las orillas del Miño en el intento por acabar con el baltarismo, cuyos votos habían contribuido a impulsarlo hacia la presidencia del PPdeG y de la Xunta. En esa ocasión el candidato de Feijóo, y también de Génova, logró el apoyo de 433 compromisarios y Manuel Baltar consiguió suceder su padre al frente del partido en la provincia gracias a que tuvo 723 votos.