Las encuestas no ofrecen excesivas alegrías para el decaído poder urbano del Partido Popular en Galicia. Más allá de lo que suceda en el volcán ourensano de Jácome, en el que los conservadores participaron por acción y por omisión, y de la absorción del espacio de Ciudadanos en Lugo que les permite disputar la alcaldía, solo en Ferrol parece existir alguna posibilidad para los de Alfonso Rueda entre las siete localidades más pobladas de Galicia. Si el 28 de mayo, los ferrolanos y ferrolanas le otorgan el bastón de mando a José Manuel Rey Varela, candidato del PP –necesita mayoría absoluta–, será la primera vez desde 1983 en que un alcalde repite mandato en la ciudad. Aunque en el caso de Rey Varela ni siquiera serían consecutivos: el anterior fue entre 2011 y 2015, cuando lo desplazó una marea de partidos de izquierdas y nacionalistas, Ferrol en Común.
Ferrol, la ciudad natal de la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz –donde ella misma fue teniente de alcalde por Esquerda Unida en coalición con el PSOE–, se cansa de sus regidores. Hasta ahora, solo el socialista Xaime Quintanilla ha conseguido revalidar el puesto. Pero fue hace mucho tiempo: se trata del médico que ganó las primeras elecciones tras la restauración de la democracia, en 1979. Hijo del último alcalde republicano de Ferrol –también socialista aunque escorado hacia el galleguismo, fusilado por los fascistas el 18 de agosto de 1936–, en 1983 Quintanilla consiguió mantener el despacho de la alcaldía. A partir de 1987, sin embargo, los partidos y sus líderes se alternaron cada cuatro años al frente de una ciudad sacudida por la reconversión industrial y sus secuelas sociales y políticas: la ha gobernado el Partido Socialista, el PP, el BNG y Ferrol en Común (que entonces reunía apoyos de Esquerda Unida, Podemos y los nacionalistas de Anova).
En realidad hubo una excepción parcial, pero fruto de la inestabilidad municipal que ha caracterizado su historia contemporánea. El socialista Manuel Couce fue alcalde entre 1989 y 1991, tras reunir los votos de Esquerda Unida y de un tránsfuga de Alianza Popular y desbancar al conservador Alfonso Couce, su primo. Couce el socialista perdió las elecciones de ese año frente a la mayoría simple de los populares, encabezados esa vez por Mario Villaamil, pero al poco tiempo protagonizó otra moción de censura a partir de un acuerdo con Esquerda Unida y volvió a presidir el Gobierno local entre 1991 y 1995. Después llegó de nuevo el PP –Juan Blanco–, en 1999 el BNG –Xaime Bello, en coalición con el PSOE–, en 2003 otra vez el PP –Juan Juncal–, en 2007 el socialista Vicente Irisarri –de cuyo gabinete formó parte Yolanda Díaz–, en 2011 Rey Varela, en el 15 Ferrol en Común –Jorge Suárez– y en el 19 el socialista Ángel Mato.
Un hipotético giro electoral a la derecha
La demoscopia no augura buenas noticias para Mato. Ferrol es la única de las siete ciudades gallegas a las que la encuesta de Sondaxe, publicada por La Voz de Galicia, pronostica con claridad un giro a la derecha. Rey Varela, que fue un discreto conselleiro de Política Social de la Xunta de Galicia a las órdenes de Núñez Feijóo entre 2015 y 2018, aparece como favorito para el relevo. Su discurso insiste en “la necesidad de dotar a Ferrol de estabilidad”. Habla de “no perpetuar el desgobierno”, pese a que su partido, el PP, fue quien aupó a Jácome en Ourense y quien, tras una fracasada y rocambolesca operación para desbancarlo, lo mantuvo en la alcaldía contra viento y marea y una sucesión de crisis, astracanadas y conflictos.
Su superior, Alfonso Rueda, optó por una retórica más clásicamente electoral el pasado 11 de mayo, cuando acompañó a su candidato y mencionó algunas inversiones del Gobierno autónomo en la ciudad. El propio Núñez Feijóo, amigo personal de Rey Varela, se sumó a la campaña ferrolana el 19 de mayo. El BNG, que gobernó en 1999 y ahora cuenta con dos escaños en el pleno municipal, también se ha referido a déficits estructurales. “Sin buenas comunicaciones los ayuntamientos se quedan aislados”, señaló Iván Rivas, cabeza de lista de los nacionalistas, “lamentablemente es lo que le está pasando a Ferrol ante la incompetencia de los sucesivos gobiernos municipales de las fuerzas estatales”. Ese mismo día el alcalde Ángel Mato recibía a la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, quien se comprometía a mejorar el tren a A Coruña, demanda ferrolana histórica, y aseguró que ha encargado un “estudio de funcionalidad”. Ferrol en Común recordaba que hace más de diez años que la ciudad lo reclama y que ya hay dos proyectos elaborados. Entre Ferrol y A Coruña hay unos 50 kilómetros, que el tren tarda en la actualidad casi hora y media en recorrer.
Población declinante y la sombra de los astilleros
Cuando Xaime Quintanilla obtuvo la primera de sus dos victorias electorales, en 1979, vivían en Ferrol 87.000 personas. Cuatro décadas más tarde, la población ha descendido en más de 20.000 habitantes. Algunos ayuntamientos limítrofes han absorbido en parte esas fugas, pero no todo. En los astilleros públicos que hoy se llaman Navantia –antes fueron Bazán y Astano– y que configuran una parte importante de la identidad y la base material de la ciudad trabajan menos de 2.000 operarios. A finales de los 70 eran casi 7.000. Las protestas de sus obreros contra la dictadura franquista fueron vanguardia en el Estado y uno de los motores de la resistencia democrática antifascista en Galicia. Ese hilo rojo sobrevive, de alguna manera, y explica la fuerza política que ha conserva la izquierda en el enclave. Y que contrabalancea a ese otro Ferrol más conservador, influido por la sempiterna presencia militar en el lugar.