“Hoy visitamos a la familia Baker para expresarle nuestro apoyo ante la pérdida de cuatro de sus niños. Israel los mató ayer cuando jugaban al fútbol en la playa. Intento siempre mantener la compostura en este tipo de encuentros con los familiares de los mártires, pero hoy no lo conseguí, me derrumbé cuando Mohammad Baker se lanzó a abrazarme al reconocerme, y cuando vi todo ese dolor y sufrimiento en su cara. No pude mantener el tipo. Disculpad que esté hablando de mí, pero a veces me resulta necesario como una especie de terapia”. Manu Pineda es activista pro derechos humanos en la asociación Unadikum y reside habitualmente en Gaza, donde trabaja ayudando y protegiendo al pueblo palestino, siendo testigo en primera línea de su sufrimiento, como reflejó en el texto anterior, escrito desde el lugar.
Si su actividad diaria es importante, lo fue mucho más durante la más reciente invasión militar israelí, el pasado verano. En ese momento Pineda y otros activistas occidentales ejercieron de escudos humanos, protegiendo con su presencia hospitales y ambulancias palestinas, para evitar que fuesen bombardeadas por el ejército israelí. Incluso así, en una ocasión el hospital en el que se encontraba el activista fue destrozado por las bombas. Pineda llama a seguir con las movilizaciones, con los actos de protesta y con el apoyo a la iniciativa BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) como herramienta de presión contra Israel para acabar con la agresión y la masacre del pueblo palestino.
Manu Pineda ofreció esta semana charlas en Compostela y Lugo, organizadas por Esquerda Unida, para hablar de su experiencia y explicar la iniciativa BDS, y este jueves lo hará en Ourense (en el Ateneo, a las 20 horas).
¿Cómo fue tu experiencia durante la última operación militar israelí?
Fue la experiencia más dura y más traumática que he vivido nunca. Yo resido en Gaza habitualmente y mi trabajo diario consiste en hacer de escudo humano, por denominarlo de alguna manera, protegiendo a los campesinos palestinos que son agredidos por los soldados israelíes. Los activistas formamos líneas de protección, nos ponemos delante y de este modo evitamos que los hieran o los maten. Pero esto no tiene nada que ver con lo que vivimos en esta última operación: lo primero que hicimos fue proteger un hospital, para evitar que fuera bombardeado, un hospital en el que había 50 enfermos muy graves, seis de ellos en coma. Éramos ocho activistas internacionales y hacíamos turnos; estando una compañera y yo allí, una noche, el hospital fue destruido, con nosotros dentro del edificio. Ese día fue terrible, pensábamos que nos mataban y yo, de hecho, llegué a despedirme de alguna gente. Cuando comenzó el bombardeo sabíamos que no podíamos abandonar el edificio, porque si no sí que el ataque hubiese matado seguro a los enfermos que allí estaban. Entre los escombros y el humo conseguimos evacuar a todas las personas antes de que el hospital fuera completamente destruido.
Otra de nuestras funciones era viajar en las ambulancias, para evitar que fueran atacadas. Pero ni siquiera nuestra presencia consiguió evitar que el ejército israelí bombardeara unas veinte. Yo ya había vivido la anterior operación militar, de 2012, pero esta vez asistí a todo lo sucedido en primera línea: recuperando cadáveres, viendo niños y niñas de muy pocos años completamente destrozados por las bombas. Fue una experiencia terrible.
¿Cómo es el día a día en Gaza?
Una parte de mi trabajo es recordar que la agresión contra Palestina y sobre todo contra Gaza es diaria, no se limita a estas grandes operaciones militares. Una semana cualquier Gaza es bombardeada tres, cuatro o cinco veces, en algunas ocasiones matando gente, familias enteras, y en otras simplemente destruyendo instalaciones. Y eso que ya hay pocas instalaciones que destruir, pero las bombas acaban con una granja de pollos, con una ferretería o con un colegio. Otra acción constante y que hace mucho daño es el bloqueo a la franja de Gaza: no pueden entrar bienes básicos, medicinas, ni materiales de construcción para poder reconstruir las casas. Hay 110 mil personas que por culpa de los bombardeos no tienen casa y aún no han podido rehacerla, y tienen que sobrevivir en casas de amigos o familiares o en la calle, en un invierno que está siendo muy duro allí.
No hay carburante, que es imprescindible para tener electricidad: en Gaza hay sólo una central eléctrica que permite tener seis horas de luz cada día; el resto del tiempo tú tienes electricidad si tienes un generador y carburante para que funcione. Seis hospitales tuvieron que cerrar porque no tienen electricidad y en alguna ocasión se llevaron a cabo operaciones quirúrgicas con la luz de un teléfono móvil. Las incubadoras no funcionan, provocando la muerte de niños o graves consecuencias para los que consiguen sobrevivir. Tampoco funcionan las máquinas de diálisis. El día a día en Gaza es catastrófico y la situación en Cisjordania no es mucho mejor.
¿Qué se puede hacer desde aquí? ¿Es efectiva la campaña BDS de boicot y desinversión contra Israel?
Ese es el tema. Nosotros hacemos un llamamiento a boicotear los productos de Israel. La ayuda humanitaria es necesaria, pero no soluciona el que está pasando. Lo que hay que hacer es acabar con la ocupación, que dura ya 67 años y que se mantiene gracias al apoyo a Israel de la comunidad internacional. Los gobiernos, sobre todo el de la UE y el de Estados Unidos y sus aliados, son responsables y cómplices de los crímenes que comete el estado de Israel. El Gobierno español tiene acuerdos comerciales y financieros con Israel, pero también tiene acuerdos militares. Ayer mismo estaba el ministro español de Defensa en Israel. Les vendemos armas y les compramos con el sello de 'comprobado en combate'. Intercambiamos información secreta con ellos y además con el acuerdo de no hacer público qué tipo de informaciones les estamos proporcionando a sus servicios secretos.
Nuestros gobiernos tienen las manos manchadas de sangre, son responsables de los crímenes israelíes. Y lo que tenemos que hacer es presionar a nuestros gobiernos para que rompan con Israel y para que lo aíslen. Y si no, hay que cambiar nuestro Gobierno, para que se ponga del lado de las víctimas y no de los verdugos. Hay mucho trabajo por hacer: boicot comercial, cultural, académico..., tenemos que explicarle a la ciudadanía por que hay que aislar a Israel y por que el pueblo palestino debe recuperar sus territorios. Tenemos enfrente una bestia muy fuerte y nosotros no somos tan fuertes, lo único que tenemos es la razón. Y esta razón es la que nos debe ayudar a seguir peleando, a no rendirnos y a cada vez ser más.
¿Cómo valoras las mociones que se vienen aprobando en parlamentos europeos -hace unas semanas en el Congreso español, anteayer en Francia- que instan al reconocimiento del estado palestino, pero sin poner plazos?. ¿Son declaraciones de buenas intenciones, pero sin un valor vinculante?
Estoy de acuerdo contigo en todo excepto en lo de que tienen buena intención, que también lo pongo en duda. El primero país europeo que reconoció el estado palestino fue Suecia, hace unas semanas. Antes de que lo hiciera Suecia, de los 193 países presentes en la ONU, 135 ya habían reconocido a Palestina. ¿Estos 136 reconocimientos cambiaron la situación del pueblo palestino? En absoluto, son tan sólo brindis al sol, son gestos simbólicos, una muestra de simpatía que desde luego son bien recibidos por el pueblo palestino, pero no son más que eso.
La moción aprobada en el Congreso huele un poco peor, porque casi lo hace pidiéndole perdón a Israel y “reconociendo las legítimas aspiraciones del estado israelí”. Hay que decir que esas aspiraciones, que para mí no son legítimas, consisten en tener un estado judío, un estado racista que expulsa a los palestinos, que son la población autóctona de ese territorio, un estado que les da a los judíos unos derechos distintos. Además, como dices, la moción no da plazos para el reconocimiento. Es un gesto muy inferior al realizado por Suecia. Eso sí, yo no digo que sea malo lo que ha hecho el Congreso, y una prueba de que no es malo es que a Israel le ha molestado mucho.
Pero si España hace esto y el día siguiente le sigue vendiendo armas a Israel, las mismas armas que matan a los palestinos, pues entonces está claro que esto no sirve para nada. Y por si fuera poco un día después les mandamos unas vendas y unas medicinas para curar a los heridos por estas armas. Hay mucho de hipocresía en esto.
¿Eres optimista con respecto al futuro de Palestina? Y el pueblo palestino, ¿es optimista con respecto a su futuro, conserva la esperanza?
Yo no soy optimista con respecto a casi nada, soy una persona muy pesimista y desgraciadamente suelo acertar. Eso sí, Palestina es un pueblo que no se rinde, y por lo tanto estoy seguro de que en algún momento será libre. No sé si lo veré yo, si lo verán mis hijos y mis nietos, pero Palestina nunca se rinde. Caen las bombas y sonríe. Sabe que van a caer las bombas y preparan la comida y se preparan para resistir. Es un pueblo que no tiene ni siquiera la posibilidad de rendirse. ¿Dónde van a ir? No tienen donde huir.
A pesar de que puede parecer que Israel es una fuerza invencible y que la situación no cambiará nunca, la historia nos enseña que regímenes como el israelí han caído, y han caído por la presión internacional. El más reciente: el régimen sudafricano del apartheid. Israel tiene muy poco apoyo popular, tiene tan sólo de su lado el poder de los gobiernos. Tenemos que seguir presionando, porque es inconcebible que países considerados demócratas y que respetan los derechos humanos tengan una política de complicidad con un estado terrorista.
No hay que presionar a Israel, eso sería perder el tiempo. Nuestra presión debe dirigirse a nuestros gobiernos, para que no nos metan en el lado oscuro de la historia. Hace poco intervine en el Parlamento europeo y destaqué que la UE tenía la oportunidad de pasar a la historia. El régimen israelí tiene que caer y la UE tiene la oportunidad de pasar a la historia como pasaron a la historia los países aliados en su lucha contra el régimen nazi. Pero por ahora la UE está pasando a la historia como pasó a la historia el gobierno colaboracionista de Vichy.