El gran catálogo de Maruja Mallo deja fuera cuadros dudosos promocionados por la Xunta

Daniel Salgado

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Ciento cuarenta y siete óleos y 40 bocetos conforman la obra documentada de Maruja Mallo (Viveiro, Lugo, 1902-Madrid, 1995), pintora emblemática de esptirpe surrealista, exiliada y hoy en día considerada entre las principales artistas europeas del siglo XX. Son las piezas incluidas en Maruja Mallo. Catálogo razonado de óleos (Fundación Azcona, 2021), que este 11 de noviembre se presenta en el Museo Reina Sofía de Madrid, y entre las que no se encuentra ninguna de las 17 expuestas bajo su nombre en la polémica muestra de Lalín (Pontevedra) el pasado año, con promoción de la Xunta de Galicia.

El gran catálogo establece “por primera vez el corpus definitivo de la obra pictórica” de Maruja Mallo. Lo firman el historiador Juan Pérez de Ayala, el galerista Guillermo de Osma y Antonio Gómez Conde, sobrino de la pintora. Además, un comité científico compuesto por los especialistas Antonio Bonet Correa, Estrella de Diego, Fernando Huici March y José Carlos Valle respalda la publicación. De hecho, Huici y De Diego aportan, junto a Edward J. Sullivan y los propios De Osma y Gómez Conde, artículos críticos sobre “la vida, la personalidad y la obra de Maruja Mallo”.

El volumen alcanza 457 páginas de acuerdo a “la metodología crítica más rigurosa”. Los trabajos del catálogo comenzaron hace unos 15 años, por encargo de la famiia de Maruja Mallo.

Fueron precisamente sus autores los que remitieron, el 6 de marzo de 2020, una carta a la Academia Galega de Belas Artes en la que reclamaban a la institución “tomar cantas en el asunto” e “impedir la divulgación” de la muestra de Lalín, Creacións máxicas de medidas exactas. Maruja Mallo e Luís Seoane en Bos Aires. 1936-1965, comisariada por el crítico y profesor Antón Castro, organizada por el ayuntamiento de la localidad entre enero y marzo de 2020 y apoyada por el Gobierno gallego, que sufragó el catálogo.

La misiva aseguraba que las piezas expuestas y atribuidas a Mallo, pertenecientes a colecciones particulares, no aparecían refrenciadas ni en su archivo ni en cientos de artículos sobre su labor, y que sus elementos pictóricos eran incoherentes y carecían de su “exigente técnica y rigurosa manera de pintar”. También las obras de Luís Seoane que formaban parte de la exposición provocaron los recelos de los especialistas.