“El incremento de suicidios es la punta del iceberg de un nivel de sufrimiento muy elevado en la sociedad”. El pasado 2014 el Movemento Galego da Saúde Mental advertía de la importancia de que, en plena crisis, las autoridades sanitarias prioricen la atención a las enfermedades mentales y a los trastornos que, impulsados por los problemas económicos, podían derivar en suicidio. Estos profesionales se incorporaban así a la controversia con respecto al tratamiento del suicidio y sobre la conveniencia de abordarlo o no públicamente, sobre todo ligado a la economía. Este debate tendrá desde ahora un elemento más de juicio en clave científica, un estudio en el que investigadores de la Universidad de A Coruña concluyen la existencia de vínculos “muy significativos” entre la crisis y el aumento de los suicidios.
La prestigiosa revista científica The European Journal of Health Economics publicará próximamente el artículo Crisis, suicide and productivity losses in Spain, un estudio en el que los investigadores Berta Rivera, Bruno Casal y Luis Currais, miembros del grupo de investigación Macrosalud de la Facultad de Economía y Empresa de la UDC, encuentran vínculos entre indicadores de la economía española y los incrementos en las tasas de suicidios. Los autores estiman, además, el impacto en la productividad que estos “fallecimientos prematuros” han tenido en el conjunto de la sociedad española.
En el marco de un proyecto en el que participan varias universidades, los profesores de la UDC explican que en los años 2012 y 2013 la primera causa de muerte entre la población de entre 15 y 44 años fue el suicidio, situándose incluso “por encima de los accidentes de tráfico”. Hasta llegar al dato de 2013, con “8,2 fallecidos por cada 100.000 habitantes”, señalan, se ha producido una “evolución en esta causa de muerte” que “muestra aumentos sostenidos desde el año 2007 entre la población de mayor productividad laboral”. Justo desde ese año, considerado como el del inicio de la crisis, “en España se registra una caída significativa en la actividad económica, con la implicación que esto tiene para el mercado de trabajo”, esto es, de aumento disparado del paro.
Las cifras y las repercusiones sociales y económicas
Partiendo de esta base, los investigadores han empleado en su análisis un panel de datos de las 17 comunidades autónomas con variables como el crecimiento del PIB per cápita, el paro o el desempleo de larga duración, todos estos entre los años 2002 y 2013. Estos datos, junto a “otras variables que la literatura científica” considera como “precursoras del suicidio o protectoras frente a él”, como esperanza de vida, edad media, fertilidad, sexo o el clima, han sido valoradas para realizar dos estimaciones: una para la población general y otra para la población en edad laboral. Y los “principales resultados vinculan de forma muy significativa suicidios y variables del ciclo económico”.
Así, entre la población general, “un aumento en la tasa de desempleo del 1% se relaciona con un aumento en 0,029 suicidios por cada 100.000 habitantes”, incremento que llegaría al 0,032 “si consideramos desempleo de muy larga duración”. Restringiendo el análisis a la población en edad laboral los valores llegan a un aumento de 0,042 suicidios “para la tasa de desempleo general” y 0,027 para la tasa de desempleo de muy largo plazo. Por el contrario, detallan, “un aumento del 1% en la tasa de crecimiento del PIB genera una reducción de 0,08 suicidios por cada 100.000 habitantes”
Más allá de las evidentes consecuencias sociales y personales, dicen los investigadores, la desatención a este problema también trae consigo consecuencias puramente económicas. En el año 2013, calculan, “se perdieron por esta causa de muerte un total de 38.038 años potenciales de vida laboral”. Teniendo en cuenta las características del mercado laboral español, especifican, “esto se traduce en una pérdida de 566 millones de euros”.
Con estos datos en la mano los autores del estudio ven acreditada la “importancia” de la “pérdida de capital humano por esta causa de muerte en épocas de crisis económicas”, por lo que, como los profesionales de la salud, creen “necesario contar con políticas sociales focalizadas en los grupos de personas más vulnerables”, esto es, en las personas en situación de desempleo, “así como programas de prevención del suicidio”. Sería necesario también “entrenar” a los profesionales sanitarios “en la identificación del problema en sus estadios más iniciales, sobre todo en la atención primaria”, y la inversión en “servicios sociales para personas en situaciones vulnerables”.