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Manuel Santos, Greenpeace Galicia: “Lo grave es que no tenemos una evaluación seria del impacto ambiental del Prestige”

Han pasado veinte años, pero en la memoria de Manuel Santos, coordinador de Greenpeace Galicia, el olor a fuel en la costa de su localidad, Corrubedo (A Coruña) se ha quedado como un recuerdo indeleble. Pero la marea negra no lo empaña todo. De aquella catástrofe ambiental que supuso el hundimiento del Prestige, también salió lo que él considera “el mayor acto de amor colectivo en defensa de la naturaleza de la historia”. Marineros, mariscadoras y todas las gentes del mar se lanzaron a defender el litoral gallego ante las mentiras y la inacción de la clase política. En ese mismo puerto, donde hace veinte años él y sus vecinos trabajaron mano a mano sacando chapapote, Santos atiende a elDiario.es para analizar las consecuencias medioambientales y sociales de la mayor catástrofe de la historia de la península Ibérica.

-¿Qué es lo que pasó aquí, en este puerto donde estamos, hace ahora veinte años?

-Hace veinte años, estuvimos en este pueblo porque la costa colapsó. Especialmente, a partir del dos de diciembre de 2002, cuando la gran mancha, la gran marea negra que provenía del hundimiento del Prestige llegó a estas costas. Esto se llenó completamente de chapapote.

-En aquellos días, una de las grandes luchas surgió para defender un espacio natural a apenas unos metros de aquí, el Parque Natural de Corrubedo. ¿Qué vio aquellos días? ¿Quién trabajaba aquí? ¿Cuáles eran los medios con los que contaban?

-Aquí, antes de que llegara la marea negra en su totalidad, vinieron días en los que iban llegando a las playas las famosas ‘galletas’ o manchas dispersas. La noche anterior, recuerdo perfectamente que todo el pueblo olía como a gasoil, a fuel. Recuerdo que estuvimos todos en Santiago de Compostela en la primera gran manifestación del Nunca Máis. Veníamos con el pecho inflado después de aquella expresión de dignidad del pueblo. Y, el dos de diciembre, esta costa amaneció absolutamente repleta de chapapote. Lo primero que hicimos por la mañana fue bajar, ver la costa y llorar. Todos lloramos pensando en que no íbamos a ser capaces de limpiar aquello en la vida. Eran miles de toneladas de chapapote que lo anegaban todo.

-Este enclave tiene, además, una condición especial en lo que a biodiversidad se refiere.

-Sí, este ayuntamiento creo que es el único de toda Galicia que tiene un Parque Natural y un Parque Nacional [el de las Illas Atlánticas]. La isla de Sálvora también se llenó de chapapote. Ahí fue cuando todos los marineros de la ría de Arousa salieron fuera de la ría a intentar parar la marea negra. Fue algo épico. Con las planeadoras, con las dornas, con sus barcos bateeiros. Hicieron todo ese esfuerzo para tratar de que no entrara en los bancos de marisqueo. Pero aquí, en el cabo, cuando llegó la marea negra no teníamos absolutamente nada. En un primer momento, la gente del pueblo se lanzó a las playas a recoger petróleo con sus propias manos. No teníamos dónde echar todo el fuel que recogíamos. Era una masa densísima, muy pesada. Se te irritaban los ojos, tenías problemas respiratorios de estar expuesto a una sustancia tan tóxica. Con el tiempo, Greenpeace analizó junto al CSIC el fuel del Prestige y demostramos que tenía muchos hidrocarburos aromáticos policíclicos, algunos incluso cancerígenos y mutagénicos. Era muy tóxico y la gente estuvo expuesta a ese riesgo.

-¿No tener capacidad para deshacerse del chapapote era uno de los grandes problemas?

-Totalmente. Recuerdo que un vecino que vivía en Vigo negoció con el alcalde de aquel momento y nos mandaron decenas de contenedores de basura para ir echando el petróleo que sacábamos. Se hicieron auténticas barbaridades. En el Parque Natural de Corrubedo se hicieron fosas con excavadoras, se tapizaron con plástico y se llenaron de chapapote.

-¿Quiere decir que todavía puede haber fuel enterrado bajo las dunas de Corrubedo?

-Enterrado no creo. Teóricamente, después lo recogieron, pero seguro que, si nos ponemos a escarbar, tienen que quedar restos. Sobre todo, porque el chapapote se metía por todos lados. Se metía por el sustrato y creaba incluso capas. Aquí llegaba chapapote, lo limpiábamos y la marea de la noche traía arena, lo tapaba y volvía a meter más fuel. Creaba como una suerte de lasaña. Seguro que, veinte años después, debajo de las piedras todavía quedan restos de chapapote del Prestige. Pero el grueso del fuel se sacó. Lo sacó la gente. Fue la sociedad civil quién actuó para mitigar la catástrofe, para sacarla del mar y para exigir responsabilidades políticas y administrativas respecto al accidente. Si no llega a haber aquella movilización social, ni siquiera los gobiernos habrían reaccionado. Entonces, no sabemos lo que habría pasado si toda esa marea de personas de todas partes del mundo no hubiese hecho lo que hizo. Hay que pensar que fueron más de 300.000 voluntarios ayudando a limpiar las costas gallegas además de los miles de trabajadores y trabajadoras del mar. El fuel hubiese seguido en la costa y sus efectos habrían sido peores.

-¿Qué recuerda de la vida en las calles de este ayuntamiento? Especialmente, cuando los discursos políticos eran de tranquilidad. ¿Qué decía la gente del mar?

-Recuerdo perfectamente que, cuando fue el accidente, todo el mundo estaba muy atento a los medios de comunicación. Aquí todos éramos testigos presenciales de que lo que nos decía la política no concordaba con lo que se veía. Nos decían que no había marea negra, que eran manchas dispersas… Nosotros veíamos la marea negra, estaba ahí. Se generó mucha indignación. Incluso en los días después del accidente, cuando hacen peregrinar el barco frente a toda la costa gallega, aquí todo el mundo del mar decía que era una barbaridad. La gente no se explicaba por qué no lo metían a puerto. De hecho, habría dado tiempo porque el barco estuvo seis días navegando con un gran temporal de fuerza nueve y olas de ocho metros. Y lo mandaron contra el temporal. Hubiese dado tiempo a meterlo en una ría y que el impacto hubiese sido menor. Seguro que afectaba a muchos quilómetros de costa, pero no se hubiese convertido en una catástrofe ecológica continental, porque llegó desde Galicia hasta Francia, casi 3.000 quilómetros de costa. Hoy nadie dice que alejar el barco fue un acierto, ya en aquel momento se decía que era una barbaridad.

-Quería preguntarle justo por eso. En comparación con otras catástrofes, el Prestige fue uno de los accidentes con petroleros con mayor saldo ecológico de la historia.

-Porque las actuaciones políticas y administrativas maximizaron la catástrofe. Podríamos haber tenido una catástrofe localizada como fueron otras. En Galicia ya teníamos experiencia en esto. Eso indignó mucho a la gente. En las tres décadas anteriores tuvimos hasta cuatro grandes mareas negras (Polycommander, Mar Egeo, Andros Patria y Urquiola). Cada generación tuvimos nuestra marea negra. En comparación, esta fue mucho mayor al resto, pero por las decisiones políticas. Alejar el barco fue una barbaridad. La gestión fue mala. Primero, porque no estábamos preparados. No teníamos un barco anticontaminación. Teníamos ocho quilómetros de barreras anticontaminación y se contaminaron tres mil. No había medios ni un plan de contingencia serio que implicara a la población. Luego se demostró que sin la población aquello no se podía arreglar.

Con la experiencia que teníamos, la gestión previa a la catástrofe fue nefasta. Durante la catástrofe, la clase política entró en pánico. Creo que no se puede disociar de que había elecciones municipales en poco tiempo y nadie quería al barco en su localidad. Se preocuparon más por sus propios puestos que por la naturaleza y por el problema social que se estaba generando. Eso provocó muy malas decisiones que maximizaron la catástrofe. Y, posteriormente, el mérito fue de la sociedad civil que se movilizó heroicamente. Creo que también tenemos cosas que celebrar en este aniversario. Fue la peor catástrofe en la historia de la península Ibérica, pero de ahí también surgió el mayor acto de amor colectivo en defensa de la naturaleza. Fue la sociedad civil quien resolvió todo. Tanto la crisis ambiental como la crisis social derivada. El movimiento Nunca Máis nos acogió a todos y si no llega a ser por eso, no sabemos lo que habría pasado. Aquel movimiento canalizó las indignaciones, las rabias, las frustraciones y las llevó hacia el activismo: a pedir responsabilidades y medios con un movimiento cívico espectacular. Especialmente, responsabilidades políticas. Parece que se quedó en el imaginario popular que el pueblo gallego volvía a premiar al PP y eso no fue así. Al final, el Prestige acabó echando a Manuel Fraga de Galicia.

-Veinte años después, ¿qué sabemos del estado de salud del mar gallego?

-Sabemos mucho menos de lo que deberíamos. La primera cosa que hay que decir es que no se hizo una evaluación seria del impacto ambiental del Prestige ni a corto, ni a medio, ni a largo plazo. Creo que una de las razones fue que parte de esa crisis medioambiental y social se convirtió en una crisis política y eso no interesaba. Esto había que ocultarlo como fuese. De hecho, no hay ningún estudio serio que diga cómo estaban las costas gallegas antes y cómo están ahora. Muchos de los ecosistemas de la costa no estaban ni monitorizados ni caracterizados antes del Prestige. El motivo es que no invertimos en ciencia. Obviamente, la costa se regeneró en un porcentaje muy elevado. Se sabe que bajaron las capturas de especies de interés comercial o que durante la catástrofe murieron más de 200.000 aves marinas. Sobre todo, porque ocurrió en una época de migraciones.

-¿Hay alguna lección aprendida o estamos igual que estábamos entonces? ¿Supuso algún tipo de cambio real a la hora de gestionar el medioambiente?

-Algún cambio hubo. Aunque en Greenpeace no somos expertos en seguridad marítima, sí que hubo pequeños cambios, pero probablemente más cosméticos. Una catástrofe como la del Prestige tiene que ser abordada previamente. Si no lo hacen, puede volver a ocurrir. Por delante de estas costas siguen pasando 40.000 barcos al año y el 35% de ellos con mercancías peligrosas. Es decir, la causa que originó el Prestige sigue pasando por aquí todos los días. Eso no ha cambiado. Hubo pequeños cambios a nivel normativo, como la prohibición de los buques monocasco. Hoy sí que tenemos un buque anticontaminación, antes no lo había. Puede que tengamos más medios, pero aquí tenemos que actuar en la raíz de la catástrofe. No se puede estar transportando tanto petróleo por el mar. O cambiamos el sistema energético o el peligro siempre va a estar ahí. 

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