Javier Milei, el ultra, estrafalario y estos días atrapado en su propio laberinto presidente de la Argentina, lo citó hace un año en una entrevista: “La única forma que se sale, Miguel Anxo Bastos te diría 'capitalismo, ahorro y trabajo duro”. “El capitalismo es una forma de pensar, una forma mental que te invita a ahorrar y trabajar”, declaraba el propio Bastos en una conferencia no mucho antes. Y es que los tópicos del liberalismo extremo –que rara vez se compadecen con la realidad, pero esa es otra historia– han encontrado en un profesor universitario gallego uno de sus más exitosos y carismáticos apologetas. Erudito y provocador, su bonhomía y amabilidad –reconocida por afines y adversarios– contrasta con la agresividad de las tesis que defiende y con la brutalidad inmisericorde de sus efectos sociales. elDiario.es ha contactado con colegas y estudiantes para dibujar la silueta de Miguel Anxo Bastos.
Docente en la facultad de Ciencias Políticas de la Universidade de Santiago de Compostela, especialista en políticas públicas, Bastos nació en Lavadores –parroquia viguesa, una de las muchas Pequeñas Rusias que hubo en la II República–, en 1967. La contradicción resulta obvia: su carrera académica está estrechamente ligada a lo público, por cuya extinción aboga. “Yo creo que el Estado es peor que una mafia. Es una mafia más grande, más criminal y además tiene escuelas”, no duda en afirmar. “Lo primero, la propiedad privada. Si fuera un ministro o algo así, Dios no lo quiera, sólo pondría una ley: respetar la propiedad privada y punto”, discurseaba en 2023 al recibir el Premio Instituto Juan de Mariana, un think tank ultraliberal con sede en Madrid. Ese mismo día uno de los principales exponentes de la Escuela Austríaca de economía –el extremismo pro libre mercado, principalmente– en España, el catedrático Juan Huerta de Soto lo definía en su encomio: “Paleolibertario [una corriente que une valores conservadores y limitación radical del Estado, con la que Milei simpatiza], amante de la libertad, anarquista pero gente de orden, de principios morales”. Bastos también se ha definido así mismo como anarcoliberal, pero su anarquismo lo es apenas etimológicamente, claro, desvinculado de la histórica corriente obrera.
“Cree que el Estado y la Administración son ineficientes y que la sociedad debe autorregularse a través de las reglas del capitalismo. Los anarquistas también buscan la autorregulación social, solo que con otro tipo de reglas, claro”, acierta a sintetizar para elDiario.es uno de sus alumnos, nacionalista gallego de izquierdas. Bastos también lo fue en algún momento –nacionalista gallego. Sin embargo, ya apenas se detiene en esa tensión y suele mostrar cierta aquiescencia con el PP gallego. “El PP gallego y el PNV son dos partidos muy parecidos. Son partidos de país, homogéneos, con gran capilaridad social”, argumentaba hace unos años, “obviamente, uno es nacionalista y el otro no. Pero hay que recordar que el PP integró el nacionalismo de derechas. Ese componente está ahí, aunque no sea el dominante”. En realidad nunca lo fue.
El mismo exalumno, que le reconoce un “profundo bagaje cultural e intelectual, no es un bocazas”, explica cómo le llama la atención que lo reivindiquen personajes de la derecha extrema española como el economista Juan Ramón Rallo –al igual que Milei llegó a defender la compraventa de órganos humanos– o la órbita de Díaz Ayuso. Comparten su retórica de odio al Estado, pero, dice, “Bastos no es un sádico social”. Tal vez no, pero las consecuencias de las teorías que defiende –¿la versión autóctono de la motosierra?– sí lo serían: su valedor Milei y sus toscas recetas económicas han provocado en Argentina un fuerte aumento de la pobreza y la desigualdad. Al mismo tiempo, el estudiante en sus antípodas ideológicas recuerda sus clases con agradecimiento: “Tenía en cuenta a sus alumnos. Siempre buscaba confrontar, crearte contradicciones, en su lenguaje demostrar la ineficacia de lo que defiendes. Pero se interesaba por lo que pensabas”.
“Menos simpático a partir de 2025”
“Es un buen amigo. Dice lo que piensa y lo defiende con convicción. Es además un lector voraz. Da gusto discutir con él, siempre correcto y cordial y con argumentos, aunque yo no los comparta. Hemos debatido mucho”, dice su colega de facultad Antón Losada, colaborador de elDiario.es. Sobre el papel del Estado, la eficacia de la intervención pública, los límites del mercado, por ejemplo. En la intervención en el Juan de Mariana, Bastos ofrecía su reverencia casi mística por el sistema derivado del modo de producción del capital. “El capitalismo es una forma de pensar, una forma mental que te invita a ahorrar y trabajar”, sostenía, “no solo genera riqueza, genera moral. Con más recursos la gente es más educada y menos violenta, se comporta mejor, tenemos más medios para cuidar a los pobres, a los ancianos y a los jóvenes que quieren estudiar”. Ni las desigualdades ni la tendencia al monopolio entraban en su discurso, claro, aunque sí, de manera implícita, su provisionalidad: “Es un invento humano y hay que explicarlo, no es natural”.
El catedrático de Historia Contemporánea Lourenzo Fernández Prieto, próximo a la izquierda nacionalista, coincide con Losada, habla de “cordial discrepancia ideológica” pero le atribuye atractivo “por su falta de complejos como nacionalista y en su liberalismo thatcheriano”. Con formas de tiktoker antes de que existiese el TikTok –así lo considera el exalumno antes mencionado–, sus formas de comunicador lo han convertido en ídolo de ciertas comunidades virtuales de la derecha más o menos ultra. En ese ámbito poco importan las incoherencias. Algunas tan evidentes como la que implica ser partidarios del ultraliberalismo económico y a la vez del Donald Trump que amenaza con aranceles y la guerra comercial. Quizás a la nueva derecha autoritaria, que tan fielmente reproduce tropos, política y odios de la vieja, no necesite un programa cohesionado, sino apenas –lo consignan ciertos analistas– una articulación emocional con los votantes, magnates de las comunicaciones y dinero, mucho dinero.
Fernández Prieto entiende que, probablemente, a partir de este año “Miguel Anxo será, sin embargo, menos simpático”. Se refiere a que sus “modos ideológicos” son los que han abierto la puerta a Milei o a Trump. El profesor ingenioso y categórico, que habla atropellada, pero congruentemente, antes recluido en un lugar minoritario del tablero político, forma ahora parte de esa corriente principal de las derechas duras o ultras que gobiernan en países centrales o amenazan con hacerlo. “Francamente parece un personaje de ficción como Milei”, afirma, bajo anonimato, alguien que lo sigue de cerca, “el mejor Bastos no tiene oráculo canino difunto, sino una inspiración telúrica que emana del Pico Sacro [monte cercano a Santiago de Compostela rodeado de leyendas y con cierto peso en la tradición galleguista]”.
Epatar como táctica retórica
Tertuliano habitual de la radio pública, y hace años en la desaparecida V Televisión –propiedad del Grupo Voz, al igual que La Voz de Galicia– donde se dio a conocer más allá del ámbito académico, casi todos los consultados están de acuerdo en su dominio del arte de la provocación. “Su prosodia y esas opiniones fuertes, esas sentencias dictadas de forma graciosilla, hacen que el mensaje vaya calando”, explica su exalumno, atento a los nuevos modos de la comunicación pública, “algo que encaja muy bien en las redes sociales”. Una cuenta de X, antes Twitter, con más de 60.000 seguidores recoge algunas de sus citas. “El capitalismo nace dentro del cristianismo. Además, probablemente no hubiera podido nacer en otro sitio”, dice en uno de sus trinos. En otro: “Incluso hablando con empresarios, los empresarios muchas veces tienen las categorías marxistas en la cabeza. No que sean marxistas, sino que las categorías, los conceptos marxistas los tienen en la cabeza porque son los que les enseñaron en la academia”.
Esa pretensión de epatar la muestra también en sus colaboraciones en la prensa. Uno de sus últimos artículos en Nós Diario, un periódico de izquierda nacionalista próximo al BNG, asegura que Trump no hablaba en serio cuando dijo que convertiría Gaza en un resort mediterráneo. Según él, no era más que ironía, “una exageración retórica destinada a presionar al lado palestino”, y a continuación exponía que el mandatario estadounidense sí tiene un plan para Palestina y que consiste en someterla al mando colonial israelí, e incluye la expulsión de parte de su población. “Obviamente no me gusta el plan, pero por lo menos muestra capacidad estratégica”, decía. El texto suscitó una gran polémica en redes e incluso en la sección de comentarios del medio. Es este quizás el Bastos menos simpático al que se refería el catedrático Fernández Prieto, ahora que algunas de sus ideas se han encarnado en políticas y políticos concretos y la brillantez expositiva –o sofista, según a quién se le pregunte– deja paso a la crudeza de los hechos y, en Palestina, a la voluntad imperial de limpieza étnica.