ENTREVISTA

“La manera en la que se hizo la Transición tiene mucho que ver con la situación del Pazo de Meirás”

Carlos Babío y Manuel Pérez Lorenzo acaban de presentar en A Coruña Meirás: un pazo, un caudillo, un espolio, la mayor investigación sobre el proceso que llevó a la incautación forzosa de un Pazo convertido en símbolo no sólo de la dictadura y del régimen fascista, sino también de los privilegios, propiedades y capital de los que disfruta aún la familia del dictador más de 40 años después de su muerte. Fruto de un intenso trabajo de años, los autores aportan en el libro, editado por la Fundación Galiza Sempre, documentación que prueba el expolio conocido pero también información y datos sobre muchos otros aspectos polémicos -cuando no ilegales y claramente inmorales- que rodearon aquel proceso que supuso un “macroexpolio” mucho más allá de la antigua residencia de Pardo Bazán y que contó con la colaboración de la élite coruñesa conservadora de la época. Hablamos con el historiador Manuel Pérez.

¿Revela esta obra muchas cosas que no se saben sobre el expolio del Pazo de Meirás?

Sí, efectivamente. El libro pretende documentar algunos aspectos más o menos conocidos pero no muy documentados y también aportar información nueva sobre otras cosas menos sabidas. Se explica, por ejemplo, cómo las administraciones públicas gestionan el Pazo de Meirás desde que le es entregado a Franco y hasta la muerte del dictador.

¿Lo gestionan como si fuese propiedad pública?

Exactamente, como si se tratase de un edificio público, una residencia oficial del jefe del Estado. Se llevan a cabo toda una serie de obras, actuaciones e inversiones en el Pazo que son impulsadas, gestionadas y pagadas por diferentes administraciones públicas. El caso es que, una vez muerto el dictador, el Pazo que estaba registrado a nombre de Francisco Franco se transmite en herencia a sus familiares a pesar de que se había gestionado como una propiedad pública.

Parece todo poco transparente y muy poco serio...

Deberíamos reflexionar ya sobre cómo se dispone la propiedad del Pazo desde el inicio. Se establece como una donación en el año 1938 e incluso hay un acto de entrega, pero no se inscribe en ese momento en el Registro de la Propiedad, sino que hay que esperar hasta 1941, que es cuando se formaliza la transacción y ya no como una donación de la Junta pro Pazo sino como una compraventa entre Franco y la heredera de la escritora Emilia Pardo Bazán. Se hace como si fuese una operación entre particulares y eso es lo que consta a efectos legales, aunque sepamos que no fue para nada así.

¿Cómo fue?

Fue una donación promovida por las élites coruñesas, sufragada con suscripciones en un contexto de dura represión y sin carácter voluntario en la mayoría de los casos. Además, también las instituciones aportaron dinero. Desde un principio se trató de blindar la propiedad, no como algo público sino como propiedad de Franco, aunque las administraciones interviniesen en todo momento en su gestión.

¿Cómo fue posible que muerto Franco y llegada la democracia el Pazo haya seguido en propiedad de los Franco y no se haya puesto reparo alguno a la situación creada en Meirás?

La manera en la que se llevó a cabo la Transición tuvo mucho que ver, sin una ruptura total con el franquismo y con una Ley de Amnistía en 1977 que evita que se puedan revisar todos estos procedimientos de incautaciones como el del Pazo de Meirás.

Pero tuvo que haber una colaboración necesaria de cargos públicos y élites afines al régimen...

Claro que la hubo. Aquí debemos partir de un contexto: A Coruña, en los años previos a la sublevación militar, era una ciudad de tradición liberal y republicana, con un sector importante de las élites dentro de esa tradición, como por ejemplo Santiago Casares Quiroga y todo su entorno. Al producirse el golpe de estado, hay otro sector de las élites, el más ligado al conservadurismo, que ve ahí una oportunidad para ocupar su lugar, tanto a nivel político como a nivel económico y de influencia. En Meirás ven la posibilidad de tener a Franco cerca todos los veranos porque eso suponía tener el Estado y al poder cerca, algo muy importante para aquella gente. Los representantes de las principales administraciones, pero también de la banca, de entidades sociales o de los medios de comunicación, participan en este proceso.

Y ahí es cuando se produce el denunciado “macroexpolio” que va mucho más allá de Meirás...

Más allá del propio Pazo tenemos el caso de la Torre de Bendaña, que Franco decide trasladar y montar en Meirás. En el jardín del Pazo hay varios elementos de ella dispuestos y fue el propio dictador quien intervino en el diseño de los alrededores del inmueble. También están las estatuas del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago y otros muchos elementos que hay en el Pazo y que habría que identificar. Ahí hay un trabajo para investigadores porque hay muchas piezas dentro de la propiedad de las que habría que certificar su origen. Además, ligado a todo este proceso de expolio también tenemos la Casa Cornide de A Coruña, otros terrenos de Meirás y la propia ampliación de las propiedades alrededor del Pazo.

¿Es optimista de cara a la recuperación para el patrimonio público del Pazo?

Soy optimista porque creo que se ha avanzado mucho. Hace tan sólo unos pocos años era inasumible e impensable que se pudiese recuperar, pero la sociedad está ahora mucho más concienciada gracias a las numerosas campañas, estudios y acciones que se han hecho. Además, las instituciones también son más receptivas. Sería excelente poder alcanzar consensos a nivel institucional; es un tema complejo pero soy más optimista hoy que hace un tiempo.

De conseguirse esa recuperación para el patrimonio público, ¿qué le gustaría que hubiese en el Pazo?

No habría una única opción porque el Pazo y sus terrenos conforman un conjunto enorme. Creo que debería haber un espacio que tenga en cuenta la relevancia del inmueble en la dictadura franquista, un centro lo más abierto posible a la sociedad y ligado a las entidades de conocimiento y a las universidades que se centre en el estudio del régimen franquista, de sus diferentes formas de represión... Además, creo que también hay que rescatar para Meirás la figura de Emilia Pardo Bazán, ausente hoy cuando es verdaderamente la creadora y diseñadora del edificio, que está muy ligado a la trayectoria de la escritora. Estas dos cosas tendrían que estar sí o sí en el Pazo, pero luego se le podrían añadir muchas cosas.