“Pues bien, señor Aronnax, estamos en la bahía de Vigo, y sólo de usted depende que pueda conocer sus secretos”. Con esas palabras, que hace pronunciar al capitán Nemo el 18 de febrero de 1868, hace ahora 150 años, es como Jules Verne introduce en su 20.000 leguas de viaje submarino el supuesto tesoro de los galeones procedentes de América hundidos en la batalla de Rande de 1702, de los que el protagonista de su libro obtiene la financiación para las singladuras del Nautilus. Vigo recuerda esa efeméride literaria siglo y medio después con diversas actividades culturales y científicas, impulsadas en parte por el periodista vigués Eduardo Rolland, de los que más ha escrito sobre Verne en Galicia. Rolland también es uno de los fundadores del portal de información y divulgación científica en gallego GCiencia.com.
Jules Verne visitó Vigo dos veces pero lo hizo muchos años después de escribir 20.000 leguas de viaje submarino. ¿Cómo descubrió la ría de Vigo para ambientar la novela?
La ría de Vigo estaba de moda en el momento en que él está escribiendo la novela, entre 1866 y 1870, por un escándalo financiero internacional relacionado con los derechos de rescate de los tesoros de los galeones de Rande. Un ciudadano inglés llamado David Langland obtiene una licencia de la corona de España para rescatar los tesoros, pero no la utiliza, la revende y luego vuelve a revenderla como acciones y embarca a un montón de inversores europeos que compran esas acciones falsas y son estafados. Digamos que fueron las participaciones preferentes del siglo XIX, las subordinadas, Forum Filatélico y Afinsa, todo junto. Todos los periódicos de Europa, especialmente los de Francia, estaban hablando de las campañas de rescate de los tesoros como consecuencia de esta estafa internacional.
Usted investigó sobre el uso real de los inventos que emplean los personajes del libro para sumergirse en la ría de Vigo. ¿Hasta qué punto fue preciso Verne?
Hay varios datos que nos muestran cómo Verne estaba leyendo sobre la ría de Vigo mientras escribía la novela. Hay dos tecnologías que emplean los buceadores del Nautilus. Una son las lámparas Ruhmkorff, una lámparas eléctricas que eran una novedad en esa época y que se usaban al principio en la minería para sustituir a las lámparas de combustión y evitar los problemas de explosiones, y que por primera vez en el mundo tuvieron un empleo submarino en Vigo en la campaña que hizo Hipólito Magen para buscar los galeones de Rande en la época en que Verne estaba escribiendo la novela. Es evidente que Verne estaba leyendo sobre la campaña de Magen y el uso de esas lámparas y hace que los buceadores del Nautilus empleen esas mismas lámparas. El segundo elemento es que los buceadores del Nautilus van equipados con unos respiradores llamados Rouquayrol que también fueron empleados por primera vez de una manera profesional en la ría de Vigo. Ya se habían presentado en la Exposición Universal de París un par de años antes de que escribiese la novela pero sólo a manera de exhibición. Hay una relación evidente entre las noticias que está leyendo sobre la campaña de Magen de rescate de los tesoros de Rande y los adelantos técnicos que luego refleja en su novela. Busqué en los periódicos franceses de la época y son incontables las noticias en que se hablaba de Vigo, en muchísimos periódicos y revistas. Incluso acompañadas de grabados, en el momento en que estos comienzan a aparecer en la prensa diaria, y hay muchísimos que muestran estampas de la ría de Vigo y de los buceadores de la expedición de Magen. Es evidente que Verne, que era un gran lector de periódicos, aprovechaba esas noticias para inspirarse y equipar a los buceadores del Nautilus.
Verne afinó con esos avances científicos pero parece que no lo hizo tanto con la parte histórica de la existencia del tesoro de los galeones de Rande.
Es curioso porque Verne hace que el capitán Nemo recoja los tesoros de Rande, tesoros que hoy sabemos que no existen. Hoy lo sabemos nosotros, pero entonces todo el mundo tenía fe en que había millones y millones de francos y reales en el mar de Vigo. De hecho, en todo aquel momento en que escribe Verne hay varias expediciones y la gente está tan convencida de que hay ese tesoro como para estar dispuesta a poner dinero. Se conservan las acciones de las diversas compañías que en Europa se crearon para sufragar las expediciones. Los anuncios de la prensa francesa decían que se podía multiplicar por mil cualquier inversión. Hoy sabemos que no existe, que el tesoro fue desembarcado de los galeones poco antes de la batalla [de Rande de 1702]. Pero en la época de Verne estaban convencidos de que sí existían. Hay que entender a Verne en ese momento. De todas formas, en la conversación que mantienen el capitán Nemo y el profesor Aronnax hay un punto de ironía, porque cuando está finalizando esa conversación Nemo le reconoce a Aronnax que ya no hay las riquezas que toda la gente piensa. Viene a decir que tengan cuidado los inversores con su dinero. Él ya está dudando de que exista esa riqueza.
¿Que quedó de Verne en la cultura y en la ciencia gallega?
En contra de lo que a veces pensamos de la idea del atraso histórico, Galicia comparte el espíritu de Verne. En Vigo estaban los dos cables submarinos, el cable alemán y el inglés, que conectaban Galicia con el mundo entero y la situaban a la vanguardia de las comunicaciones. En Galicia hubo grandes inventores, como Sanjurjo Badía, originario de Sada (A Coruña) y luego afincado en Vigo, que creó esa compañía de transportes que recorría el Eje Atlántico y que acabaría por ser comprada luego por Evaristo Castromil y fundando Autobuses Castromil. Hay que tener en cuenta que avanzamos muchísimo en pesca, somos una potencia mundial que investigó y desarrolló tecnología que nadie había utilizado antes, especialmente en el congelado y la conserva. Hay tantas cosas de las que Galicia puede presumir de estar a la vanguardia de la tecnología que es injusto considerar siempre la idea de un país atrasado. Claro que hay mucho de Verne en la cultura gallega, en este país de emprendedores. Si el país estuvo atrasado fue por la marginación política, pero el espíritu gallego es emprendedor y creativo
Como impulsor de una web de divulgación científica, ¿cuántos inventos pronosticados o avanzados por Verne en sus obras siguen estando de actualidad y aparecen hoy en GCiencia. com?
Muchísimos. Una cosa que molesta a los estudiosos de Verne es que sea considerado como un escritor de ciencia ficción. Verne era un divulgador científico. Los inventos que estaban naciendo en esa época, la del tránsito del vapor a la electricidad, una revolución tan grande como la que ahora estamos viviendo con el tránsito al mundo digital, Verne los reflejaba en sus novelas. Estaba obsesionado con que los obreros de esa revolución industrial tenían derecho como cualquiera a conocer, a entender la tecnología y la ciencia. Por eso la mayor parte de sus inventos luego se hicieron realidad. No porque fuera un gran visionario sino porque esos inventos ya estaban naciendo en ese momento. En 20.000 leguas los respiradores y las lámparas eléctricas, pero es que en Verne hay desde el sistema para enviar un hombre a la Luna, que no es muy diferente del que el otro día empleó Elon Musk para mandar un coche a Marte. Internet está adelantado de alguna manera en París en el siglo XXI.
Usted es de los que considera que la ciudad de Vigo no rentabiliza todo lo que podría su relación con Verne. ¿Que más se podría hacer?
Estoy convencido de que Vigo nunca lo rentabilizó. Los valores de Verne se identifican con los de Vigo. Es una ciudad industrial, dura a veces, pero eso está en el espíritu del progreso que refleja Verne en sus novelas. Verne tiene un ciclo de novelas del mar espectacular y Vigo es una ciudad que vive del mar. Pienso que nos podemos identificar mucho con Verne y que turísticamente Verne podría tener rentabilidad en Vigo. Ahora con estas jornadas espero que vayamos saliendo un poco del olvido. En diciembre estuve en Nantes, en el Museo Verne, y conocen perfectamente la relación con Vigo.
¿Con que traducción se queda, 20.000 leguas de viaje submarino o 20.000 leguas baixo dos mares?
Me quedo con la gallega que es muchísimo más adecuada y exacta que la española. La versión original en francés es Vingt mille lieues sous lees mers. De alguna manera, no sé por qué, la traducción española desvirtuó algo el nombre. Hay una particularidad, porque es la única novela que no fue publicada originalmente en francés sino en castellano. Verne publicaba por entregas en una revista, y luego al finalizar publicaba un libro. Cuando publica 20.000 leguas estaba en marcha la guerra franco-prusiana, que luego derivará en la Comuna de París, y con la ciudad sitiada el editor de Verne no tiene papel para editar la novela. Envió una copia a una imprenta española, del señor Guimerá, en Madrid, que la tradujo y publicó 20.000 leguas como libro en castellano antes que en francés.
¿En que categoría etiqueto esta entrevista, en Cultura o en Ciencia y Tecnología?
(Ríe). Podría ir en las dos. Pero hay que destacar la grandeza de Verne, que sigue siendo uno de los escritores más traducidos y editados un siglo y medio después. Esto es muy raro. La gente no lee novelas del siglo XIX, no están en las estanterías de las librerías. Pero Verne sí que interesa, y no por los adelantos técnicos. Porque yo ya vi un submarino, ya volé en un avión, ya vi al hombre llegar a la Luna. Las cosas que cuentan las novelas de Verne no me van a sorprender como sorprendían a los lectores del siglo XIX. Así que Verne tiene que tener algo más. Y tiene algo más. Tiene unas tramas muy interesantes, unas aventuras que llegan a fascinar a la gente. Para mí en muchos aspectos, con esas novelas por entregas, adelanta el fenómeno de las series actuales a las que estamos enganchados en HBO o Netflix. Él era capaz, hace un siglo y medio con su papel y su pluma, de enganchar a la gente a una serie como hacen hoy estas cadenas.