El reportero gallego Nacho Carretero escribió de todo y sobre todo en Jot Down, XL Semanal, Gatopardo o El Mundo. Desde el genocidio de Ruanda hasta el ébola, pasando por la cruda experiencia de Pablo Ibar en el corredor de la muerte hasta el conflicto de Siria. Recorrió el mundo para contar lo que pasa y ahora narra la historia del narcotráfico en su tierra, un sueño periodístico que tenía desde bien niño. Profundiza en algo que aun sigue vivo en Galicia, aunque no alcance los niveles de los años 90, cuando el 80% de la cocaína desembarcaba en Europa por las rías gallegas. Fariña (Libros del KO), así se titula, sale a la venta el próximo 21 de septiembre y no es solo un libro sobre el contrabando y la droga, ni un denso tratado sobre el tema. Es un relato lleno de anécdotas, de lectura ágil y que trata sin complejos de la connivencia de políticos y policía, de la permisividad de la ciudadanía o de la banalización de la farlopa o el perico que dejaron una generación perdida. El ahora periodista de El Español repasa aquella negra historia.
¿Cómo le dio por hacer esta crónica del narcotráfico?
El narcotráfico es uno de los temas estrellas para cualquiera que en Galicia tenga inquietud en la crónica o en la narrativa. Cualquier periodista lo miró en Galicia, aunque fuese de reojo, porque es un tema bestial y muy particular. Como todo fenómeno criminal organizado o mafioso tiene ese aúrea romántica que da mucho juego para escribir. Desde que soy periodista siempre tuve en mente hacer algo con esto y siempre estuve muy atento al tema. Como gallego sentía que era un tema con muchas posibilidades y que estaba mal contado o sin contar. Me surgió la oportunidad gracias a Libros de él KO y fue cuando me puse a vomitar todos los datos que tenía y a entrevistar e investigar. Así surgió Fariña.
Supongo que no es fácil contactar con la gente que estuvo implicada de una o de otra manera en el narcotráfico.
Cuando contactas con gente que está o estuvo metida en el narcotráfico directa o indirectamente es muy difícil. Tienen cierto miedo. También es complicado hablar con algunos jueces o policías porque no quieren que su nombre figure. No es fácil conseguir las fuentes y la mayoría quieren ser anónimas, lo que hace que la historia pierda un poco de fuerza, pero no queda otra. La mayoría de la gente me pidió que no revelara su nombre.
¿Usted tiene temor o miedo?
Temor no porque el libro no revela nada que en Galicia, quien tuviera un mínimo interés, no supiese. Todo fue contado alguna vez o forma parte de la sabiduría popular gallega y no hay nada que ponga las cosas patas arriba. Es una recopilación de un fenómeno muy importante que no había sido tratado en global, pero también haciendo un recorrido por anécdotas y hechos históricos, con una lectura ágil. Para nada es un tratado sobre el narcotráfico, sino que cualquiera lo puede leer, sepa o no del tema. Es cierto que cuando se ponen datos juntos encima de la mesa o se remueven cosas, salen nombres, pero no tengo miedo porque los periodistas que están sobre el terreno y que trabajan o trabajaron en esto durante años son los que de verdad se jugaron muchas cosas y ahí siguen. Si ellos siguen, que menos que hacerle frente al temor los que no estuvimos sobre el terreno tantos años.
En Galicia el narcotráfico es algo conocido, pero quizás no tanto en España. ¿Se le dio poca importancia?
Desde el resto de España se vio como folclore. El narcotráfico estigmatizó bastante a Galicia. Cualquier joven gallego que viajase por España adelante sufrió una broma, aunque fuera sin mala intención, sobre este tema. El propio libro igual no les gusta a muchos gallegos porque es incidir en un tema que perpetúa el estereotipo de la narcoterra, pero es una realidad. En cuanto a las autoridades y al Estado, hasta la operación Nécora hubo una absoluta pasividad y dejadez por culpa de las instituciones y políticos gallegos que no dieron la voz de alarma, ya que estaban en connivencia con el contrabando y luego con el narcotráfico. También porque la España de los 80 probablemente pensaba que tenía cosas más importantes que atender que lo que pasaba en aquel rincón.
No sigue a haber banalización sobre el narcotráfico. ¿Qué habría pasado en otro país con las fotos de Feijóo con el narco Marcial Dorado?
Si tú le cuentas a alguien lo de la foto de Feijóo o que había alcaldes de localidades gallegas que también eran contrabandistas y narcos o que el presidente de la Cámara de Comercio de Vilagarcía también estaba metido en el narcotráfico, pues pensará que es algo gravísimo. Y claro que lo es, pero ¿por qué se toleró? La historia del narcotráfico viene de toda una tradición contrabandista que nace de la necesidad. Galicia hace frontera con Portugal y había una serie de contrabando porque la zona era subdesarrollada. A partir de ahí llega el contrabando de tabaco y estos contrabandistas estuvieron bien vistos porque generaban riqueza y puestos de trabajo. Cuando dan el salto al narcotráfico hay cierto desinterés porque siguen dando trabajo y la tolerancia social de lidiar con lo ilegal no cambia de la noche a la mañana. Se arrastra esa inercia, de ahí que haya una tolerancia que vivió muchos años y que aún pervive, quizás no tanto hacia el narcotráfico, pero sí hacia el dinero que el narcotráfico deja. Hay hoteles, restaurantes y cafeterías que la gente sigue utilizando sin que le importe de donde surgen. Y cierta narcocultura aún persiste en Galicia. Como gallegos puede dolernos decirlo, pero hay que asumirlo y ser autocríticos.
La connivencia de las fuerzas de seguridad con el narcotráfico también fue importante.
Ellos mismos lo dicen. La Guardia Civil de los años 90 tiene un expediente lleno de casos de corrupción, colaboración o infiltraciones. No creo que sea un fenómeno propio de Galicia porque cualquier crimen organizado tiene que contar con la connivencia política y de las fuerzas de seguridad. Por suerte ahora los casos son contados y la lucha policial, de la Guardia Civil y de los Servicios de Vigilancia Aduanera es muy importante hoy en día, tanto a nivel de medios como de efectividad. Esto explica que el narcotráfico esté ahora mucho más vigilado y combatido.
La relación del narcotráfico con la política y la financiación de partidos en Galicia también parece evidente...
No lo digo yo porque yo no tengo pruebas. Yo recojo lo que se publicó y dijo en muchas ocasiones. En el libro hay un juez que me dice esta frase textual: “En Galicia no hay un solo partido político que no recibiera financiación del narcotráfico”. Se refiere, quiero pensar, a nivel local. Hubo decenas de casos y casos de apoyo y financiación a partidos. Y no solo eso porque contrabandistas históricos como Terito tenían la insignia de Alianza Popular. Era amigo de Fraga y era el jefe de todos los jefes del contrabando. Nené Barral fue alcalde también por AP y el PP y hubo muchos más. No estoy acusando, sino que son realidades indiscutibles. Hubo una connivencia con el contrabando y con el narcotráfico. Desde luego, las fotos de Feijóo no ayudan a pensar que los altos cargos no estaban al tanto de lo que pasaba.
Cuando viste las fotos de Feijóo con Marcial Dorado en la portada de El País, ¿qué pensaste?El País
Yo pensé que tendría que dimitir fulminantemente pero estaba seguro de que no iba a pasar nada. Una de las justificaciones de Feijóo es que Marcial Dorado era contrabandista de tabaco y que había cortado relaciones con él, pero luego se supo que no, que la relación siguió años, con lo que asumía que sabía que era contrabandista. En Galicia sirve esa justificación argumentando que si solo se dedicaban al tabaco pues no pasaba nada. Eso muestra hasta qué punto se justificó y había permisividad.
Siempre se dice que Galicia estuvo a un paso de ser otra Sicilia. ¿Cuánto de cerca estuvo?
Esa es una frase hecha que se refiere a que el narcotráfico estuvo a punto de tener tanto poder y de meterse tanto en las instituciones como para crear un contra-Estado que podía haber desafiado las autoridades oficiales en Galicia. Estuvo muy cerca. Suena a eslogan, pero Pablo Vioque fue presidente de la Cámara de Comercio de Vilagarcía y era el líder del lobby empresarial de Arousa, había narcotraficantes en varias localidades gallegas, estaban muy dentro de la Guardia Civil y de Aduanas... Establecieron una red de control muy amplia. Fueron torpes y una parte de la sociedad gallega tenía unas leyes del silencio muy estrictas, pero si la ciudadanía de Galicia, encabezada por las madres de Érguete o la Fundación Galega contra o Narcotráfico, no empezase a hacer ese ruido, el Estado habría tardado muchos más años en reaccionar y es probable que esos años nos hubieran salido carísimos. El narcotráfico habría penetrado mucho más de lo que lo hizo.
¿Fue más importante la ¡operación Nécora¡ o la reacción de la ciudadanía?
No es que haya sido más importante una cosa que la otra, sino que una cosa llevó a la otra. El narcotráfico hizo mucho daño y creó una generación perdida en Galicia, gente joven que se dejó la vida. Además, hay unos estigmas; la droga en Galicia es muy habitual y estamos muy acostumbrados a una convivencia con la droga a la que en otras zonas de España no están acostumbrados. Hubo efectos directos e indirectos en el sentido de la aceptación de un narcotráfico que traía dinero. Esos movimientos ciudadanos saltan a los medios y el Estado reaccionó. Fue fundamental lo que hicieron aquellas madres y aquellos vecinos de Vilagarcía y Cambados que reaccionaron y pusieron en riesgo sus vidas. Fueron fundamentales para finalizar con la impunidad.
¿No sigue habiendo también una banalización de la droga, de la farlopa, en muchos ámbitos de la sociedad?farlopa
Cuando llegué a Madrid con 23 años me pasó un par de veces: estar tomando algo, que alguien escuche mi acento y que me pida directamente cocaína. Esto es algo que le pasó a mucha gente joven y es un ejemplo muy gráfico del estigma y del perjuicio que esto creó en Galicia. ¿Hubo banalización? Claro que sí, pero no es porque sí, es consecuencia. En una tierra pequeña con 2 millones y pico de personas donde están asentadas las redes del narcotráfico más importantes y por donde llegó a entrar el 80% de la cocaína que llegaba a Europa... ¿Cómo no va a afectar? Aquello era un tornado. Se llevó por delante tejido industrial, económico y social.
En el libro insiste en que el narcotráfico sigue vivo en Galicia.
No es lo que un día fue pero lo que intento dejar claro es que el narcotráfico sigue vivo en Galicia. Ya no es la época de la ostentación, de las grandes organizaciones mafiosas pero sí que hay una narcocultura heredada. Hay mucha gente aún en las Rías Baixas dispuesta a participar en una descarga, hay pilotos de planeadoras y pequeños clanes que se asocian para introducir cocaína en Galicia. Hay más de una docena de clanes activos y algunos de ellos, como los Pasteleros, los Lulús o los Burros, son clanes potentes que tienen capacidad para hacer grandes descargas. Lo que pasa es que el narcotráfico, como cualquier otro negocio, está globalizado y Galicia ya no es ese monopolio de entrada porque hay muchas más en Europa.
Pero Galicia sigue siendo una de esas puertas de entrada...
Galicia es una más, pero si en un momento dado es fácil meter la droga por aquí, se va a meter por aquí. Si no es fácil, irán a otro lado, pero Galicia sigue siendo una opción y una opción con una peculiaridad: los narcos gallegos son muy buenos para desgracia de las consecuencias. Y muy efectivos. Los narcos latinoamericanos los prefieren a ellos y el negocio no es el menudeo, como en el Estrecho, sino que se introducen grandes cantidades, 3.000, 4.000 o 5.000 kilos, que no suelen entrar en otras zonas de Europa. Elisa Lois, tal vez a mayor conocedora del narcotráfico en Galicia, dice una frase con la que estoy de acuerdo: “En Galicia hubo narcotráfico, hay narcotráfico y seguirá habiendo narcotráfico”. Y mientras el narcotráfico a nivel global no se solucione, Galicia seguirá siendo una parte de una cadena mucho más amplia.