El ministerio fiscal ha solicitado al titular del Juzgado número 3 de Vilagarcía de Arousa (Pontevedra) que desestime la demanda presentada por Laureano Oubiña contra la productora y las distribuidoras de la serie Fariña en la que les reclamaba 1,5 millones de euros por intromisión ilegitima en su derecho al honor, a la intimidad personal y familiar, y a la propia imagen. Esa cifra supone el 0,25% de la cifra de negocio de los denunciados, la creadora de la serie, Bambú Producciones, y sus distribuidoras, Atresmedia Corporación y Netflix Internacional. Se ampara en la Ley de Protección de Marcas y Patentes, que establece un porcentaje de la facturación de las personas que violentan los derechos de un nombre comercial o marca. Según el abogado de Oubiña, “la ley nos habría permitido reclamar el 1%”.
El juicio se ha iniciado una hora tarde por el retraso del tren que llevaba al fiscal hasta Vilagarcía. Quien sí ha llegado puntual ha sido el exnarcotraficante, en compañía de su abogado y portando bajo el brazo su último libro 'Desmontando Fariña'. Oubiña aseguró a la entrada a las dependencias judiciales sentirse “perfectamente tranquilo”. Sin embargo, tras la vista oral, el demandante abandonó el juzgado sin hacer declaraciones y desairando de forma ostentosa a los periodistas que le esperaban en el exterior.
Demanda por sexo y cocaína
Laureano Oubiña no sólo es puntual en el juzgado. En el primer episodio de Fariña tarda apenas tres minutos en aparecer. Cuando lo hace, está practicando sexo con su mujer, Esther Lago. En un plano medio desde atrás, los vemos castamente vestidos de cintura para arriba –él, con una icónica camiseta imperio–, mientras usan como punto de apoyo el piecero de la cama conyugal. De pronto, se escuchan unos golpes –que no son los del cabecero en la pared– y Oubiña se gira, enfadado por la interrupción:
–Que carallo pasa aí?
–¡Guardia Civil! –le contesta una voz en off.
Azorado, se recoloca los pantalones como puede y se lanza hacia la ventana. Al abrirla, ve las luces de los coches patrulla. En ese momento, se gira y podemos contemplar en su cara cómo toma conciencia de que, lo que está pasando, va mucho más allá de un coitus interruptus. Es entonces cuando un rótulo nos lo presenta: “Laureano Oubiña. Introdujo cientos de toneladas de hachís”.
En estos escasos 18 segundos de televisión aparecen los dos motivos por los que Oubiña pide un millón y medio de euros a Atresmedia, Netflix y la productora Bambú por, supuestamente, atentar contra su honor y su intimidad personal y familiar. Llegó a decir que lo retrataban como “un monstruo”.
El primero es esa escena de sexo que, según su abogado, “no tiene relevancia y no aporta información” y que considera “soez, burda y de mal gusto”; el segundo, que en la serie se le asocia al tráfico de cocaína cuando –además de por blanqueo y delito fiscal–, en cuestiones de contrabando, sólo se le ha condenado por hachís. Así lo dice la demanda: “En los procedimientos judiciales en los que fue investigado y condenado, en ningún caso se lo ha vinculado con el tráfico de cocaína, sin embargo deja patente la serie Fariña que si, y no así el libro Fariña en la que dice basarse la serie, y ello es falso y constituye una calumnia más”.
El responsable de la productora Bambú, Ramón Campos, justificaba la inclusión de la escena de cama por un comentario que el exnarcotraficante le hizo a Carlos Blanco, el actor que lo interpreta. “Cuando estaba preparando el personaje, Blanco le preguntó a Oubiña cómo se sentía sabiendo que tenía el teléfono pinchado y estaba siendo vigilado las 24 horas, a lo que éste le contestó que, cuando tenía relaciones sexuales con su mujer metía el teléfono debajo del colchón para que los guardias civiles los escuchasen”. Campos, que también fue uno de los guionistas de la serie, recordó que “cuando nos referimos a hechos históricos, no necesitamos el permiso de los personajes que vamos a citar” y que la “mala reputación” de Oubiña no depende de Fariña, sino de su propio historial delictivo.
“Me tocó interpretarlo y no me arrepiento, creo que no lo hice mal del todo”
“A mí me pareció más un pelele que un monstruo. Lo que se ve en la serie es un tipo que está completamente dominado por su mujer y eso a mí me parece que está más cerca de la realidad”. Quien así habla es el actor Carlos Blanco, el hombre de la camiseta imperio en la ficción, quien espera que todo quede “en nada”, aunque “con las sentencias que vemos, uno ya no sabe qué opinar; esto es una lotería”.
Blanco considera que el juicio no le “afecta” a él, sino a la persona que le dio “la oportunidad” de hacer este personaje, un personaje que le ha “ofrecido la posibilidad de hacer un montón de cosas, de series, que trajo un montón de trabajo” a su vida. Como prueba, la conversación telefónica que mantiene mientras viaja en tren a Madrid. Allí, está rodando una serie con Rodrigo Sorogoyen. Acaba de finalizar otra, la del crimen de Asunta, mientras gira con Síbaris, la obra póstuma de Domingo Villar, bajo las órdenes de su propio hijo: “Por lo tanto, yo estoy agradecido: no a Oubiña, sino a quien me proporcionó la posibilidad de hacer de él. Me tocó y no me arrepiento; creo que no lo hice mal del todo...”.
El actor mantuvo un encuentro “muy heavy” con el traficante durante el rodaje de la serie: “me contó muchas cosas”. “Yo estoy seguro de que se papó 21 años de cárcel por chulo y por bocazas, porque no se tendría que haber comido más de diez, y yo no quiero ser tan chulo ni tan bocazas”.
Blanco recuerda el comportamiento “desafiante” de Oubiña en el juicio de la Operación Nécora. Está convencido de que eso provocó que el juez optase por “la posibilidad más alta” dentro de la horquilla de cárcel por los delitos cometidos. “Pero es que él es así. Ahora anda por las ferias con su furgoneta, vendiendo su libro, camisetas... y eso incluso me produce cierta ternura”.