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Arranca la última etapa de la era Feijóo en Galicia

A sus 58 años, Alberto Núñez Feijóo tomará posesión este sábado como presidente de la Xunta por cuarta vez consecutiva. A sus espaldas cuenta ya con cuatro mayorías absolutas, en un tiempo en el que su formación política ha tenido que girar en no pocas ocasiones buscando socios para conservar el poder en lugares como Murcia o Madrid en donde, hasta no hace mucho, el monopolio del Partido Popular parecía indiscutible.

Tras las elecciones del 12 de julio, Galicia ha supuesto la excepción y el recuerdo de un poder que está muy lejos de estar en manos de Pablo Casado. Contando los ayuntamientos que gobiernan en Galicia y su nuevo encargo para cuatro años en la administración autonómica, el Partido Popular de Feijóo discute con severidad la potencia de la marca a nivel nacional. Siempre en todas las quinielas para dar el salto a Madrid, Feijóo inicia la última temporada de una era. Como aseguró en una entrevista a eldiario.es en el mes de marzo no volverá a presentarse como candidato a la Xunta.

Desde aquellas declaraciones hasta la fecha han pasado muchas cosas y todo ha estado marcado por la pandemia de la COVID-19. Galicia, al igual que País Vasco, tuvo que aplazar sus comicios y los mensajes sobre como asumir la crisis sanitaria, así como la distancia adoptada respecto al mando único durante el estado de alarma lo fueron todo en la campaña electoral. El político gallego fue muy crítico con Pedro Sánchez, pero sin los desmanes que llevaron a Isabel Díaz Ayuso a convertirse en un personaje marcado por la polémica. Tampoco se dejó llevar el nuevo presidente de Galicia por la estela marcada por Cayetana Álvarez de Toledo, a la postre descarrilada en su fulgurante paso por la portavocía del Partido Popular en el Congreso de los Diputados.

Álvarez de Toledo nunca fue invitada a colaborar en la campaña de las elecciones gallegas y el poder asociado al PP de Feijóo acabaría celebrando discretamente el cese de una persona a la que en círculos íntimos calificaban como “esa chica”.

Sin la marea de gaiteiros de la que se gustan acompañar los presidentes gallegos el día de su investidura, Feijóo tomará posesión este sábado en un discreto acto en la sede del Parlamento de Galicia. Las medidas de control por el coronavirus han obligado a extremar la precaución en una ciudad, Santiago de Compostela en dónde la Xunta ha prohibido las reuniones de más de 10 personas, tras las preocupantes cifras de las últimas semanas que señalan centenares de nuevos contagiados cada día en Galicia y la lamentable vuelta a la contabilización de fallecidos a diario. Atrás queda el recuerdo de la liturgia inaugurada por Manuel Fraga de llenar la Praza do Obradoiro de Santiago con centenares de instrumentistas tradicionales para festejar la llegada de un nuevo Gobierno.

Durante el debate de investidura, celebrado esta semana en el Parlamento gallego sin sorpresas ni sobresaltos, Feijóo recordó a la oposición la potencia de sus cifras: 42 escaños para un parlamento de 75. Así y todo, las dificultades de la nueva crisis asociada al coronavirus pronto han puesto al PP en alerta.

Su primera tarea es la de asegurar el inicio del curso escolar. En los primeros meses de la pandemia, Feijóo se negó a reducir la ratio de alumnos por aula y, al ser cuestionado por este periódico, explicó que los contagios eran mucho más probables en los patios de recreo que en las aulas. Con el paso del verano y a las puertas del curso escolar, la Xunta ha cambiado de opinión y se abrió a la contratación de nuevos profesores, al tiempo que reclamó más dinero de Madrid para poder preparar los centros escolares para la obligada normalidad escolar que deberán gobernar, en uso de sus competencias exclusivas en materia de educación. La comunidad educativa está en pie de guerra y la continuidad en su cargo de la conselleira del ramo, Carmen Pomar, es una incógnita. Además de su discreta celebración, Feijóo tendrá que nombrar Gobierno a lo largo del fin de semana. La primera reunión del nuevo ejecutivo está prevista para este mismo lunes.

Entre las obras pendientes de Alberto Núñez Feijóo la más flagrante en términos políticos es la ausencia de un relevo a la vista. Con un equipo de Gobierno formado por técnicos apenas conocidos y sin gran perfil político es difícil vislumbrar qué vendrá después de quien inicia la última etapa de un camino. En cuanto a la oposición gallega el problema no es tan acuciante: los buenos datos del BNG consolidan a Ana Pontón como referente a largo plazo y solo hay dudas sobre si Gonzalo Caballero podrá salir vivo de los congresos que el PSOE empezará a celebrar a partir de la próxima primavera. A la pregunta de qué ocurre con la izquierda rupturista y Podemos en Galicia, las urnas ya han dado una respuesta borrándolos del mapa.