Cineastas gallegos al margen de la industria que han conseguido un reconocimiento internacional sin precedentes. Son los creadores y creadoras del Novo Cinema Galego, un movimiento que celebra su décimo aniversario en medio de las medidas excepcionales del estado de alarma por el coronavirus liberando algunos de sus hitos más interesantes y varias de sus películas fundacionales. Lo hacen para aportar el material con el que cuentan a estos momentos de reclusión forzosa.
La web Novo Cinema Galego pone a disposición del público dieciséis filmes, seis largometrajes, a través de la plataforma Vimeo. Entre ellos se encuentra el primero de Oliver Laxe, Todos vós sodes capitáns (2010), que marca el inicio del movimiento tras ganar aquel año el premio Fipresci de la crítica internacional por su participación en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes. La cinta surge de las derivas de un taller de cine que un joven europeo con métodos heterodoxos realiza con niños acogidos en un centro de Tánger.
O Vikingland (2011) de Xurxo Chirro, cine documental raptado sobre marineros gallegos que trabajan en un ferry mientras avanza el duro invierno. “Es uno de los mejores filmes de la historia del cine gallego”, asegura Martin Pawley, productor, crítico, divulgador y autor de la etiqueta Novo Cinema Galego.
Y están O quinto evanxeo de Gaspar Hauser (2013), “ejemplo del talento insobornable de Alberto Gracia”, La Brecha (2011), “el largo más libre de Marcos Nine”, N-VI (2012), de Pela del Álamo, la crudeza de A rapa das bestas (2017) de Jaione Camborda, o también O cazador, de Ángel Santos (2008), “el mejor corto de este autor” que, en el año del cortometraje París #1 de Oliver Laxe, daba la señal de que algo se movía en Galicia.
“Estamos ante producción de calidad hecha en nuestro país que ha recorrido el mundo”, cuenta Beli Martínez, productora y doctora en Comunicación Audiovisual con la primera tesis sobre el Novo Cinema Galego. Es una de las artífices del proyecto web que ha liberado las películas, creado hace cuatro años junto a Álex Bragaña, Xurxo González (Xurxo Chirro), Alberte Pagán y Bárbara Primo, con el apoyo de otras personas del sector, como José Manuel Sande y Jaime Pena, del CGAI (Filmoteca de Galicia), o el propio Pawley.
“Decidimos poner en abierto las películas por la situación de reclusión en la que se encuentra la población, para que haya más opciones para entretenerse”, detalla la productora. “Estaba hablando con Xurxo (Chirro) y pensamos en liberar Vikingland. Lo soltamos en el grupo de whatsapp y la gente quiso colaborar liberando sus primeras películas. Este cine se ve cada vez más y a veces es difícil tener acceso a él. Me ha comentado Pela (del Álamo) que el visionado de N-VI se triplicó en estos dos últimos días. Hay que tener en cuenta que el sector cultural va a resultar muy tocado, las consecuencias de las cancelaciones por el coronavirus resultarán muy duras, estamos sin nada e intuyo que habrá un cambio de hábitos. Es importante que después recuperemos hábitos culturales. Luego hay plataformas básicas como la Televisión de Galicia (TVG), que han apostado poco por este cine, pero parece que esto cambia”.
De manera simultánea al nacimiento del movimiento, surge el programa Zig Zag en la TVG, diario cultural que comienza a hacerse eco del interés internacional polos filmes gallegos a través del micrófono de la presentadora Marta Gómez: “Recuerdo que en el espacio anterior, Planeta cine, dirigido por Pilar Comesaña, empezaron a llegarnos cortos muy marcianos, como Paris#1 o Picnic, de Eloy Enciso, y poco después una nueva generación de programadores de todo el mundo se fijaba en ellos y en otros cineastas gallegos gracias a un relevo en la forma de subvencionar, de hacer y de enseñar cine. Y hay otro factor: Los creadores del Novo Cinema Galego hicieron piña entre ellos, por eso perdura”.
Además de los citados, el movimiento engloba cineastas tan heterogéneos como Peque Varela, Lara Bacelo, Alberte Pagán, Alfonso Zarauza, Sonia Méndez, Ramiro Ledo, Helena Girón, Samuel M. Delgado, Carla Andrade, Adrián Canoura, Otto Roca, Eloy Domínguez Serén, Xacio Baño, Xisela Franco, Ánxela Caramés o directores de fotografía como Alberte Branco o el catalán Mauro Herce.
Son cineastas alejados de la producción del sistema industrial, con proyectos arriesgados y personales, periferias narradas desde la propia periferia, con alta libertad y compromiso estético. Pese a su fama internacional, continúan siendo relativamente desconocidos para el gran público estatal, una tendencia que ha roto O que arde, de Oliver Laxe (2019), producido por Miramemira, tras acumular casi 93.900 espectadores en salas (datos del Ministerio de Cultura a 1 de marzo).
“El éxito de O que arde no tiene comparación”, dice Pawley; “el cine de autor se mueve, en general, a otra escala”. Pero existe un segundo hito de público previo, cuando Costa da Morte de Lois Patiño (2013) se proyectó en más de cincuenta festivales internacionales en pocos meses. “¿Cuántos miles de espectadores la verían? Algunos filmes del Novo Cinema Galego realmente fueron más vistos que otras producciones que parecen más populares. A lo mejor no en Pontevedra, pero sí en Nueva York, y eso hay que tenerlo en cuenta”.
¿Cómo nace el Novo Cinema Galego?
La primera vez que apareció el término fue en un artículo firmado por Martin Pawley en el desaparecido Xornal de Galicia a principios de 2010. La denominación se inspiraba en etiquetas parecidas que habían servido de referencia y de renovación fílmica en los años precedentes, como Nuevo cine argentino o Noul val românesc, que a su vez retomaban la etiqueta de los nuevos cines o del free cinema de los años 60. “En el propio nombre”, explica Pawley, “novo (nuevo) nos hacía pensar en si había realmente un cine viejo, con voluntad de diferenciarse del que se hacía en Madrid. Cinema ponía en foco en el propio medio audiovisual en un tiempo de cambio de formato, de los soportes analógicos al entonces naciente vídeo digital de alta resolución. Y galego llevaba a la cuestión identitaria del cine, que se suele vincular al dinero de la producción. En el caso de Galicia casi todos los dilemas culturales giran alrededor de la lengua, pero la palabra no es el asunto central de un arte que se compone esencialmente de imágenes”.
Tuvo buena acogida el término en el sector? “Al principio hubo bastante escepticismo. Siempre me gusta decir que el cineasta que con más claridad vio la utilidad y la pertinencia de nuestro intento de crear marca fue Lois Patiño, un par de años antes de darse a conocer internacionalmente con el corto Montaña en sombra”.
Oliver Laxe, Zeitun Films y Cannes
En 2010, Martin Pawley participó junto a Zeitun Films en la producción de Todos vós sodes capitáns. “Llegar hace una década a Cannes fue un sueño hecho realidad y supuso aprender mucho sobre la marcha, sobre la relación decisiva que hay entre los filmes y los festivales, y entre los demás agentes. Estábamos de golpe en la primera división cinéfila con una película de tamaño diminuto. Fue un tiempo emocionante, quizás aún nos falta perspectiva para entender lo que significó y cómo abrimos un camino. Hablo de Oliver, hablo de Felipe Lage (hermano de Oliver) desde su productora Zeitun Films, e, incluso, hablo de mí. Luego vinieron más películas y cada una empujó la rueda: Arraianos (Eloy Enciso, 2012) en Locarno, Vikingland en Marsella, O quinto evanxeo de Gaspar Hauser en Rotterdam…”.
En esos años Martin Pawley coordinaba el cliclo Panorama Galicia dentro del veterano Festival Cineuropa de Santiago de Compostela, dirigido por José Luis Losa, por el que pasaron un gran número de creadores gallegos. Y en A Coruña, el CGAI funcionó como templo cinéfilo con papel formativo. “Ha sido un lugar para descubrir las cinematografías menos conocidas, de Lino Brocka a Souleymane Cissé, o la gigantesca tradición del cine experimental. Y luego está su papel de apoyo a cineastas. El último premio de honor de los Mestre Mateo (premios de la Academia Galega do Audiovisual) al proyeccionista José María Rodríguez Armada, Chema, pone en el justo lugar a un trabajador decisivo que aparece en los agradecimientos de infinidad de películas”.
El contexto político de gestación del Novo Cinema Galego es el Gobierno bipartito (PSOE-BNG). Las ayudas al talento por parte de la desaparecida Axencia Audiovisual Galega (2006-2009) posibilitaron que cineastas relevantes presentasen filmes en un período corto de tiempo, lo que facilita el carácter generacional. “Sin ayudas seguiría habiendo cineastas, sin duda, Vikingland se hizo sin dinero público”, concluye Pawley, “pero tardaría en suceder y se perdería esa sensación de continuidad que tuvo el nacimiento del Novo Cinema Galego, eso que consiguió que, en pocos años, los programadores más atentos del mundo se preguntasen qué estaba pasando en Galicia”.