“Acepto”. Aquel 5 de diciembre, de hace 80 años, el dictador Francisco Franco estampaba la palabra y su firma en el documento de la Junta Provincial Pro-Pazo del Caudillo. Aceptaba así el general el regalo de esta entidad creada en 1937 por las autoridades coruñesas del naciente régimen dictatorial, como el gobernador civil, Julio Muñoz, o empresarios afines encabezados por el banquero Pedro Barrié de la Maza. El dirigente fascista había viajado expresamente a Galicia a recoger el presente para cuya compra aquel colectivo creado ad hoc llevaba tiempo recolectando aportaciones económicas. De administraciones, a través de fondos públicos, reteniendo salarios a funcionarios públicos o mediante donaciones de particulares, con patrullas de falangistas acudiendo a las casas en plena época de represión y guerra.
Tan sólo días antes, se había dado por concluida la batalla del Ebro, con miles de muertos y la retirada del ejército republicano, y los franquistas preparaban ya la ofensiva final sobre Catalunya. En Galicia, continuaba la brutal represión que, tan sólo en aquel año, provocó el asesinato de más de 550 personas. Entonces, la Junta Pro-Pazo decidió organizar una ceremonia para entregarle a Franco las Torres de Meirás tras una compra sufragada por aquella peculiar “suscripción popular”, con muertos en las cunetas y con una cada vez mayor exaltación fascista y militar en las calles.
Obligada, asumida, fervorosa o atemorizada, esa era la atmósfera que transmiten las imágenes y los rostros de la colección de fotografías que de aquella época ha digitalizado la Biblioteca Nacional de España. La visita de Franco a Galicia aquel 5 de diciembre de 1938 para solemnizar la incautación del Pazo de Meirás quedó plasmada en unas fotos que ilustran el recorrido del ditador por A Coruña, Santiago, Sobrado dos Monxes y Meirás (Sada).
Era un lunes frío pero seco. Las fotografías de aquella visita del ya denominado como caudillo, a pesar de ser concebidas como “arma propagandística”, muestran cierto fervor entre algunas figuras, pero también inquietantes escenas de la ciudadanía, también de los más pequeños, realizando el saludo fascista o desfilando con miradas perdidas y evidentes marcas de las penurias de la época.
Franco se dirigió a firmar solemnemente aquel documento en Meirás, lo que determinaba que la Junta Pro-Pazo le cedía, en su condición de jefe de Estado, el Pazo de Meirás que antes había sido adquirido a Manuela Esteban-Collantes y Sandoval, legítima heredera de la hija de Emilia Pardo Bazán, antigua propietaria de las Torres.
El documento es, precisamente, uno de los ejes fundamentales del informe jurídico encargado por la Diputación de A Coruña y que reclama la propiedad pública de las Torres argumentando una transacción “ficticia”. “Es uno de los elementos en los que se fundamentan los informes jurídicos e históricos para afirmar que Franco recibió el Pazo en calidad de jefe del Estado y que él disfrutaba de la residencia de verano desde el año 38, por lo que el contrato posterior es una compraventa simulada para hacerse con la propiedad a título personal”, defiende la vicepresidenta del organismo provincial, Goretti Sanmartín.
Durante aquella visita, según recogió la prensa de la época, el dictador había llegado a comprometerse a construir una autopista entre A Coruña y Madrid “y el viaje se hará en cinco horas” --Galicia no tendría conexión con la capital española por autovía hasta más de sesenta años después--. Tras tomar posesión del Pazo junto a su familia, entre ellos su hija, Franco viajó a Santiago, donde desfiló por las calles y accedió a la Catedral bajo palio. Ya era dueño de las Torres de Meirás.
“Galicia que le vio nacer, que oyó su voz el 18 de julio, que le ofreció la sangre de sus hijos y el tesoro de sus entrañas [...] asocia para siempre el nombre de Franco a su solar, en tierras del Señor Sant Yago, como una gloria más que añadir a su Historia”. Era así como certificaba en un documento la Junta Provincial Pro-Pazo del Caudillo la donación al general fascista del Pazo de Meirás meses antes, el 31 de marzo de 1938. Ese mismo día, el Ayuntamiento de A Coruña daba cuenta de la “adquisición” del inmueble “para ofrecerlo como residencia veraniega a nuestro invicto Generalísimo y Glorioso Caudillo” y el gobernador civil envía un telegrama al ministro Serrano Suñer para comunicarle, “en nombre de esta ciudad y provincia”, que las Torres acababan de ser “adquiridas por el pueblo coruñés para donarlo a nuestro Caudillo S. E. Jefe del Estado”.
Fue el alcalde de la ciudad, Álvarez de Sotomayor, --el quinto designado en plena guerra tras el asesinato de Suárez Ferrín-- quien había viajado a San Sebastián para acordar allí la venta de Meirás, a la que los dueños accedieron por un precio aproximado de 400.000 pesetas. Así lo reconocía un teniente coronel del ejército fascista en un informe reservado en el que aludía a la “rapidez” con la que se habían llevado a cabo las negociaciones para evitar que se les “adelantaran” otras provincias con la “misma idea”. Lo recoge el profesor de la USC Xavier Ferreira en ese informe histórico-jurídico que, junto a Emilio Grandío, Manuel Pérez Lorenzo y Miguel Ángel Rodríguez realizaron bajo encargo de la Diputación de A Coruña.
A pesar de constar un pergamino con la propia firma de Franco aceptando el regalo y las declaraciones, comunicaciones y textos analizados de aquel 1938 en los que se documenta la entrega del Pazo, la cesión no se elevó a escritura pública. Incluso el dictador recibió en un solemne acto en Compostela dicho pergamino, un año después de aquella firma en Meirás, en diciembre de 1939. “Acepto gustoso y exclusivamente por ser un obsequio de mis queridos paisanos”, decía sobre el presente.
El 24 de mayo de 1941, y después de que se publicitara aquella donación y Franco ya hubiese utilizado el Pazo como residencia oficial, se otorgó en Madrid y ante notario una escritura de compraventa de la finca urbana Torres de Meirás, inscrita en el Registro Civil de Betanzos justo medio año después. En ella, se reflicte una compraventa directa del inmueble entre los herederos de la familia Pardo Bazán, como vendedores, y Francisco Franco Baamonde, como comprador a título personal, representado por Pedro Barrié de la Maza, miembro de la Junta Pro-Pazo y posteriormente Conde de Fenosa.
Como recuerda el informe encargado por la Deputación, era un “contrato simulado” y “sin causa”. Quien ya no era legítimo propietario del Pazo --ya había sido vendido el 31 de marzo de 1938-- firmó en un documento que “fingió la existencia de una nueva compraventa” en la que el comprador fue representado “a título exclusivamente particular”. Era una de las artimañas que, curiosamente, es contestada por aquel acto solemne, en plena guerra civil y con toda la parafernalia fascista, del que se cumple 80 años. Ocho décadas de una cesión que busca ser revertida pronto.