El segundo verano de la pandemia se vuelve a llevar por delante a los festivales de música más veteranos y que más público congregan en Galicia. El parte de bajas confirmadas empieza a ser elevado: el Resurrection Fest de Viveiro, El Festival Folk de Ortigueira y el PortAmérica han aplazado su llamada por segundo año consecutivo. Las gaitas, las guitarras distorsionadas y el pop rock del sur de Galicia tendrán que esperar a 2022.
El sector busca estos días concretar protocolos para los escenario pandémicos previsibles. Los organizadores piden una guía que les permita ir encajando las piezas de eventos que necesitan antelación para funcionar. El sentir general es que los festivales tendrán que adaptarse, pero la mayoría, los que no son de gran tamaño, se harán. Esta es la opinión de la presidenta de la Asociación Festivais de Galicia –que aglutina a ocho de ellos–, Raquel Seijo. Le preocupa, de hecho, la sobreprogramación. Los que dependen de la iniciativa privada, dice, procuran coordinarse para no competir en los meses en los que se puede ir de festival cada fin de semana. Pero cuando aparecen los de iniciativa pública, se vuelve “incontrolable”. Pensando en el flujo de fondos que la Xunta está canalizando hacia un Xacobeo prolongado a 2022, Seijo pide que ayuden a fortalecer la programación que ya existe en vez de “crear eventos nuevos por crear”. Las empresas dedicadas a esta actividad resisten “al límite” y con plantillas reducidas “al máximo”.
De los conciertos de grandes bandas que tradicionalmente promueve el Gobierno gallego en los años santos todavía no se ha anunciado nada. Sin embargo, la Xunta patrocinó ya en 2018 un festival con un nombre que ofrece pocas dudas sobre su inspiración: O Son do Camiño. En su segunda edición, la de 2019, congregó a unas 33.000 personas en Santiago de Compostela y para la edición de 2020 agotó en unas horas los abonos, pero no llegó a celebrarse. El responsable de una de las productoras, Kin Martínez, de Esmerarte, asegura que este año sí habrá festival. Las fechas anunciadas son a mediados de junio. “A ver qué podemos hacer, pero sí”, dice. Aunque tanto organizadores como asistentes saben que no se va a recuperar aún la normalidad anterior a la pandemia, la intención es “acercarse” a ella y evitar otro “año en blanco.” No es solo la necesidad de los propios eventos de mantener el vínculo con el público y el conocimiento de la marca, sino también el carácter “terapéutico” de la cultura y de la música en directo, reflexiona.
Martínez prevé una adaptación de formatos. Esmerarte, que está también detrás de PortAmérica –que empezó en Nigrán, pero pasó a celebrarse en Caldas en los últimos años– ha decidido aplazar este festival, pero va a hacer “una versión” después del verano para no perder presencia.
Este será el “año de transición”, opina el director del Revenidas, Xoán Quintáns, que espera ofrecer una edición adaptada entre el 8 y el 10 de septiembre, pero no tan “en conserva” como el año pasado. Este juego de palabras –las revenidas son sardinas– le valió al evento para dar nombre a los actos reducidos, con conciertos para 500 personas, que terminaron organizando en 2020. Las cifras se quedaron lejos de las hasta 4.000 personas que llegaron a acudir por jornada a este festival que se celebra en Vilagarcía de Arousa.
La pandemia les complica las cosas un poco menos a los formatos pequeños que a los grandes. El Resurrection Fest ha sido el último en anunciar el aplazamiento. Para ellos el reto era el de gestionar un festival que en 2019 reunió a 100.000 personas. Por su parte, el Festival Internacional del Mundo Celta de Ortigueira, un emblema cuya primera edición fue en 1978, confirmó hace unos días que se cancela este año. Los organizadores consideran que no es posible mantener “la total seguridad” de los asistentes durante el evento.
Entre los que no tienen la decisión tomada están el Work On Sunday (WOS) y el Melona Fest, ambos en Santiago. Este último solía programarse para abril, pero este año “nació aplazado”, porque los aforos que se permiten actualmente lo hacían “inviable”, explica Coque Dosil, de La Melona, la entidad que lo organiza. El año pasado lo retrasaron a otoño, pero la segunda ola de la pandemia impidió que se celebrase. En 2021 la decisión no se tomará en firme hasta junio, aunque los responsables se decantan por hacerlo y por contar con todas las bandas comprometidas para 2020 que puedan. Para el WOS la complicación principal deriva de que se organiza en espacios cerrados y de que buena parte de su público se desplazaba desde otras zonas u otros países. Su director, Iván Arias, asume que “tal y como se conoce no se puede hacer”. La alternativa, indica, pasa por llevarlo a exteriores. La decisión no está tomada y tendrá que esperar a la evolución de la pandemia y de las normas que la acompañen.
Kits anti-COVID–19
Todas las fuentes consultadas coinciden en reclamar al Gobierno central y a la Xunta que aclaren cuáles serán las restricciones en función de la incidencia y la evolución de la pandemia. El modelo que se puso a prueba con el concierto del pasado 27 de marzo de Love of Lesbian en Barcelona, para el que todos los asistentes se sometieron a un test de antígenos, no ofrece una solución para los eventos pequeños, opinan. Dosil, del Melona Fest, asegura que se lo plantearon, pero vieron que los costes se dispararían.
Kin Martínez, que es también presidente de ESmúsica, la Federación de la Música de España, explica que una de las líneas en las que trabajan es en la posibilidad de enviar a casa de los asistentes a festivales un kit anti-COVID–19, con un test de antígenos, mascarilla y gel y hacer luego otro cribado antes de los conciertos. Es una idea que está sobre la mesa, dice, pero lo que le urge al sector es “un protocolo”, igual en toda España, para saber qué condiciones de aforo y de distancia tendrá que cumplir en función de la situación epidemiológica. Subraya que la música en directo ha sido “ejemplar” desde que empezó la pandemia y eso debería “ayuda a tomar decisiones en el corto plazo” por parte de las administraciones.
Raquel Seijo recuerda que el año pasado no hubo brotes relacionados con los festivales que se celebraron en Galicia y pide a la Xunta, con la que se ha sentado a negociar, que lo tenga en cuenta y elabore ya un plan. “Ese no saber es lo que nos está matando a todos”, resume.