La controvertida gestión política del naufragio del Prestige suscitó fuertes críticas de la oposición parlamentaria de la época en Galicia y en España, sacó a la calle a miles de personas que, llevadas por la indignación, chillaron “nunca máis”, e incluso erosionó electoralmente al PP, que perdería la Xunta en 2005. No obstante, la mayor parte de los máximos responsables políticos que tuvieron que afrontar la catástrofe desde los gobiernos gallego y español siguieron en sus sus cargos y, tras abandonarlos, ocuparon más puestos -incluso más elevados- en las instituciones públicas y algunos, también en empresas privadas.
Los únicos políticos que perdieron sus puestos en los meses siguientes a la catástrofe por motivos ligados a lo sucedido -al menos formalmente- fueron el entonces conselleiro de Política Territorial, Xosé Cuíña -fallecido en 2007, menos de dos años después de optar al liderazgo del PPdeG- y el titular de Medio Ambiente, Carlos del Álamo, actualmente miembro del consejo de Administración de ENCE. Quien entonces era presidente de la Xunta, Manuel Fraga, lo siguió siendo. En 2006 fue nombrado senador por designación autonómica y mantuvo su escaño hasta poco antes de su fallecimiento, en enero de 2012.
Por parte del Gobierno central ni el presidente, José María Aznar, ni ninguno de sus ministros asumieron responsabilidades por el Prestige. El máximo referente del Ejecutivo popular en Galicia tras el naufragio fue el entonces vicepresidente, Mariano Rajoy, a quien apenas un año después Aznar designaría como sustituto. La cúpula estatal del PP había sido también determinante para que el sustituto de Cuíña en el Gobierno gallego fuera Alberto Núñez Feijóo, quien como conselleiro de Política Territorial tuvo encomendada la promoción del Plan Galicia.