La Xunta acusa a los bares de actuar con irresponsabilidad solo unos días después de arengarlos a aprovechar el buen tiempo en sus terrazas

Apenas habían transcurrido 24 horas desde que la Xunta relajase las medidas contra el coronavirus en la mayor parte de Galicia y ya la propia Xunta estaba advirtiendo a la ciudadanía contra los posibles efectos de su propia decisión. De “comportamiento irresponsable” habló el conselleiro de Sanidade el sábado, 27 de febrero, en referencia a la “cantidad muy considerable de bares” que incumplieron las instrucciones administrativas. No ofreció más detalles. Las personas que aprovecharon el buen tiempo o los ayuntamientos, sobre los que el Gobierno gallego ha descargado la responsabilidad sancionadora, también son objeto de crítica del gabinete.

Pero antes que García Comesaña, titular de Sanidade, había hablado su vicepresidente, Alfonso Rueda. Lo hizo el día anterior, cuando se personó, acompañado del concejal y diputado del PP Borja Verea, en un bar de la ciudad vieja de Santiago de Compostela. “Aprovechemos este fin de semana de buen tiempo que va a haber en Galicia”, dijo, “para después de tantos días volver a disfrutar de la magnífica hostelería que tenemos no solo en Santiago de Compostela sino en toda Galicia”. Rueda inauguraba el final de las restricciones, o al menos su relajación. Desde el viernes 26 de febrero, la hostelería puede abrir hasta las seis de la tarde siempre y cuando la ocupación interior no supere el 30% y en las terrazas, el 50%.

El vicepresidente también había llamado a respetar “las normas tan sencillas”, que resumió en un cartel con el aforo y un código QR, además de mantener distancia entre clientes y no reunirse más de cuatro personas no convivientes. Él mismo había encabezado los encuentros de la Xunta con un sector, el hostelero, que se ha visto especialmente perjudicado por algunas de las medidas adoptadas contra la epidemia. Solo cuando llevaron su malestar a las calles, la administración autónoma reaccionó y ahora no falta intervención pública de alto cargo gubernamental que no incluya una referencia a los hosteleros. El propio Feijóo repite cada semana, al término del Consello de su gobierno, las cifras de las ayudas destinadas a los bares y lo que llama “plan de rescate”.

La secuencia de la desescalada, todavía en fase muy incipiente, fue todo un ejemplo de los múltiples y a veces contradictorios discursos que, premidatadamente o no, emite la Xunta. El presidente se encargó a lo largo de febrero de adelantar las conclusiones del comité clínico, y abogó en numerosas ocasiones por aflojar restricciones. Lo hizo a pesar de que las unidades de cuidados intensivos rozaban el colapso y a que las cifras de contagios y muertos por COVID fueron prácticamente equivalente a la de la primera ola, entre marzo y abril de pasado año. Pero a las opiniones de Feijóo enseguida respondía García Comesaña, que enfriaba expectativas. Hasta la pasada semana. El lunes 22 de febrero, el presidente anunció la reapertura de la hostelaría para cuatro días después y de la movilidad entre ayuntamientos. De esta última, solo quedarían excluidos 17, que finalmente y ante la evolución de los datos fueron solo 10. El tiempo soleado tras un invierno especialmente lluvioso ayudó a que la ciudadanía se echase a la calle en las primeras jornadas tras mes y medio de restricciones.

No fue el conselleiro de Sanidade el único en afear conductas y comentar comportamientos. El médico José Luis Muíños, miembro del comité clínico que asesora a la Xunta, todavía este martes afirmaba en la Radio Galega que “los concellos no estuvieron a la altura para hacer cumplir las medidas”. El Gobierno gallego se ha empeñado, ya desde la primera ola, en descargar sobre los municipios la capacidad sancionadora y, por lo tanto, la vigilancia última de las normas que dicta a través del Diario Oficial de Galicia. Su recién aprobada reforma de la ley de salud vuelve a incidir en este mecanismo. No pocas veces Feijóo se ha escudado en que carece de policía, sin mencionar, eso sí, que su partido se ha opuesto históricamente a reclamar esa competencia.

Las posiciones de Feijóo y Rueda sobre el final de la tercera ola recuerdan a las campañas de fomento del turismo con las que la Xunta despidió la primera, allá por el mes de mayo de 2020. O las invocaciones del presidente gallego a “salvar la navidad” que acompañaron sus durísimas críticas a la extensión del estado de alarma decidida por el Goberno central. Esta vez Feijóo ha sido más prudente en lo que respecta a la Semana Santa y hace unos días rechazó “avanzar proyecciones” sobre la entrada de visitantes a Galicia. Apeló a la “responsabilidad individual y colectiva” y a “seguir controlando la incidencia” del virus. Hablaba el 26 de febrero, un día antes de que su conselleiro se mostrase “francamente preocupado por como se está produciendo la desescalada”.