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El PP se encomienda a la “estabilidad” de Feijóo y la izquierda gallega, a la ola de cambio iniciada en 2019

Feijóo, con Pablo Casado en la precampaña del 10N

Miguel Pardo / David Lombao

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“O nosotros o el caos”, advertía aquel chiste del semanario Hermano Lobo en los años 70. Alberto Núñez Feijóo volverá a tirar del argumento para las elecciones gallegas del próximo 5 de abril. El actual presidente de la Xunta suele advertir que la única alternativa al poder del PPdeG es un “tripartito o cuatripartito” del PSdeG-PSOE con el BNG y el espacio de Podemos y las mareas. Frente a todo eso, el líder del PP que acumula tres mayorías absolutas desde 2009 y sobrevivió al naufragio de su partido, contrapone su “estabilidad”.

Salvo sorpresa mayúscula, este martes Feijóo ratificará que opta a un cuarto mandato como presidente de la Xunta. Lo hará en una junta directiva del PP gallego convocada de forma extraordinaria en el mismo hotel compostelano donde, en julio de 2018, anunció al borde de las lágrimas que renunciaba a dar la batalla para suceder a Mariano Rajoy.

El PP llega a la nueva contienda electoral en Galicia pocos días después de que los cuatro presidentes provinciales del partido volviesen a erigirlo en figura única e indiscutible. El único que puede aspirar a repetir las cuatro mayorías absolutas consecutivas de Manuel Fraga. Y también el único que podría frenar a las fuerzas progresistas y al mismo tiempo, pararle los pies a Vox. La entrada en el Parlamento gallego de la extrema derecha es considerada como improbable. Pero precisamente también por eso es un riesgo para los populares: el límite del 5% impuesto por Fraga en los años 90 podría dejar a Vox fuera de la Cámara y a la vez restar diputados clave a los de Feijóo.

Para justificar el adelanto electoral escasas semanas después de que el propio PP gallego afirmase su intención de agotar la legislatura, Feijóo también echa mano del dogma de la estabilidad. “Ni los gallegos ni la Xunta somos responsables de esta situación de inestabilidad”, proclamó. Ahí jugará sus cartas, llamando al voto útil, a la concentración de apoyos de todo el centroderecha. Y también jugando a la confrontación con el Gobierno central de Pedro Sánchez. La estrategia que tan buenos resultados le dio en tiempos de Zapatero. Todo, marcando perfil propio y sin excesiva presencia de los referentes estatales del partido. Casado necesita una victoria que el PP no va a tener ni en Euskadi ni en Catalunya, pero a la vez una cuarta mayoría absoluta de Feijóo reforzarían internamente al eterno barón gallego que sí gana elecciones.

El PSdeG confía en ampliar el 'efecto Sánchez'

Para el PSdeG-PSOE, la presencia de Sánchez en Moncloa es un impulso. En la dirección que encabeza Gonzalo Caballero, sanchista declarado y apoyo en Galicia del actual presidente del Gobierno en sus momentos más duros dentro del partido, se ve claro que desde la madrileña calle de Ferraz hay un aparato a disposición de su candidato. Como aquella vez, hace década y media, en que Zapatero, ya como presidente, dijo a Emilio Pérez Touriño aquello de “esta vez va en serio”.

Caballero apela a los resultados de los sucesivos comicios celebrados en 2019, cuando el PSdeG logró por primera vez adelantar al PP en las urnas, para afirmar que los socialistas están “preparados para darle a Galicia el cambio de gobierno que necesita”. Tras conocer el adelanto, el aspirante socialista a la Presidencia de la Xunta aseguró que la decisión de Feijóo no es más que otra evidencia de “que su palabra no vale nada”.

Liberado de la habitual conflictividad interna –excepto en algunos puntos a nivel local– y asentado como líder del PSdeG, el secretario general de los socialistas no duda en tirar de Pedro Sánchez y tampoco ahorra guiños al resto de la izquierda. En la dirección socialista se ve claro que un eventual gobierno progresista sería multicolor y por eso se deja ver con otras formaciones en temas claves como la sanidad, cuyos colectivos se han levantado en los últimos meses contra la gestión de Feijóo, o la educación. Saben, todos, que no hay alternativa. Y en cierto modo se han visto reflejados en las negociaciones que han terminado con la constitución del Gobierno de España del PSOE y Unidas Podemos.

También pesa en las filas socialistas gallegas la experiencia del Gobierno de coalición que compartieron con el Bloque hace ya una década. Pero con una diferencia: ahora, asumen, si el PP pierde la absoluta y no tiene socios por la derecha para sumar, la alternativa tendrá, como mínimo, tres patas.

Un BNG “al alza” y en paz interna

El BNG sería, a priori, socio imprescindible de ese eventual Gobierno alternativo. La formación que encabeza Ana Pontón llegará al 5A en su mejor momento durante la última década. Reforzado por el acuerdo de investidura con el PSOE a pesar de contar con un único diputado en el Congreso, en el Bloque se ven “al alza” después de años de división y escisiones que parecen haber terminado.

A Pontón, líder y candidata indiscutible, el adelanto electoral la obligará a reducir su baja maternal, ha admitido. “Parece que no podré estar tanto tiempo de permiso por maternidad como había previsto. Pero trabajaré, con más ilusión si cabe, para que mi hija, y los niños y niñas de este país vivan en una Galicia mejor”, dijo la líder del Bloque en sus redes sociales tras conocer el adelanto electoral.

Las escasas encuestas disponibles aseguran que el Bloque seguirá en su remontada y que podría recuperar la tercera posición, superando al espacio de Podemos, EU y las mareas. Ese conglomerado, que fue segunda fuerza en las últimas elecciones autonómicas bajo las siglas de En Marea, ha sufrido todo tipo de avatares durante la legislatura y llega a las elecciones rodeado de incógnitas.

Un rupturismo sin candidatura y pendiente de confluir

Con el adelanto electoral, Feijóo coge al espacio rupturista dividido y sin liderazgo claro para las elecciones de dentro de apenas cincuenta días. Los socios de Unidas Podemos, aliados bajo la marca Galicia en Común, mantienen en las últimas semanas contactos con Anova, la formación liderada por Xosé Manuel Beiras, y también con referentes de las mareas municipales como la coruñesa Marea Atlántica o la santiaguesa Compostela Aberta.

Las llamadas a la confluencia se suceden, pero fuentes de todas las partes admiten la dificultad de un acuerdo. Nombres como los de los exalcaldes de Santiago Martiño Noriega y A Coruña Xulio Ferreiro o el del secretario general de Podemos Galicia y diputado en el Congreso, Antón Gómez-Reino, están sobre la mesa de unas conversaciones en las que no faltan los recelos organizativos e ideológicos y donde nadie, al menos de momento, se atreve a afirmar que no vaya a haber dos candidaturas diferentes de lo que, a priori, es un mismo espacio político.

En el tablero hay todavía una pieza más, la En Marea de Luís Villares, antiguo candidato de consenso que ha terminado con cinco escaños en el grupo mixto del Parlamento. Villares muestra disposición a presentarse en la que sería una cuarta opción por la izquierda. Por el momento, celebra que la ciudadanía “tenga la palabra” y, entre apelaciones a llegar a acuerdos, asegura que su decisión llegará “en breve”. De cómo se reorganice el espacio, y de la rapidez que tenga para hacerlo y elegir un líder, dependerá mucho un eventual cambio.

Ante una expectativa apretada, la mayoría y el Gobierno pueden jugarse en un puñado de votos. En el PP saben que la irrupción de Vox pondría en grave peligro su objetivo. En la izquierda conocen bien las consecuencias de la fragmentación con un sistema electoral, el gallego, en el que el umbral para conseguir representación sube al 5% por una decisión de Fraga que fue derogada.

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