Las cuatro mayorías absolutas que ha encadenado Alberto Núñez Feijóo desde 2009 dejan poco lugar a dudas: Galicia, por lo menos en el ámbito de las instituciones autonómicas, se le da bien al Partido Popular. Pero la realidad resulta, como suele suceder, un punto más compleja. La hegemonía de la derecha en la comunidad no lo es tanto. Solo gobiernan una diputación de cuatro, la de Ourense, y el ayuntamiento más grande en sus manos se llama Arteixo y apenas pasa de los 30.000 habitantes. Más allá de la omnipresente figura de Feijóo, que este fin de semana será reelegido al frente del partido, la fortaleza electoral del PP gallego fue sensiblemente superior durante los años de Fraga Iribarne.
De hecho, entre 1995 y 2003 los cuatro entes provinciales estuvieron bajo su mando. Esa circunstancia, alambicado sistema de elección de los gobierno de las diputaciones mediante, era un reflejo del enorme poder municipal de la derecha. Que solo comenzó a quebrarse en 1999. Los acuerdos entre Partido Socialista y BNG para apoyarse y acordar coaliciones allí donde la derecha no obtuviese mayoría absoluta comenzaron a reequilibrar el mapa político gallego. Seis de las siete ciudades –todas excepto Ourense– caían del lado izquierdo. Y en 2003, la Diputación de A Coruña pasaba a manos socialistas. Cuatro años después lo hacía la de Lugo, en este caso tras un pacto con el BNG que alejaba de la presidencia al histórico Francisco Cacharro Pardo. En 2015 caía Louzán, también gracias a un acuerdo bipartito de izquierdas.
Las alcaldías de las usualmente consideradas siete ciudades gallegas no siempre se mantuvieron en el campo progresista, pero sí la mayor parte del tiempo. Tres de ellas –A Coruña, Santiago y Ferrol– encabezaron la ofensiva municipalista de la llamada izquierda rupturista en 2015. Los últimos comicios, los de 2019, dejaron el siguiente mapa: los socialistas gobiernan en solitario Vigo, A Coruña, Ferrol y Santiago de Compostela y en coalición con el Bloque en Lugo; el BNG, coaligados con el PSOE, Pontevedra. En Ourense gobierna Democracia Ourensana, una estrafalaria formación de derecha populista que ahora ha reincorporado a su gabinete a ediles del Partido Popular. Lugares como Vilagarcía de Arousa, Narón u Oleiros –de entre 35.000 y 40.000 habitantes, muchos para la media gallega– tampoco están en manos de la derecha. Ni otros municipios de censo elevado como Carballo, Ames, Culleredo, Redondela o Cangas.
Además de Arteixo –que acoge un importante polígono industrial y la sede central de Inditex– los populares mandan en Ribeira (26.428 habitantes) o Marín (24.242). Pero el núcleo de su presencia local se encuentra en pequeños ayuntamientos y en el interior de las circunscripciones de Lugo y Ourense. Que la vigente ley electoral, aprobada por Fraga Iribarne en 1993, sobrerrepresenta a la hora de elegir diputados al Parlamento de Galicia. Al margen de la coyuntura política concreta y del estado de los partidos de la oposición, esa realidad estructural contribuye a explicar las dificultades de estos para trasladar sus resultados municipales al ámbito autonómico. Durante los años más crudos de la anterior crisis, Feijóo amagó con reformar la norma, pero para rebajar el número de escaños de la cámara y mantener la sobrerrepresentación de las provincias orientales. Finalmente no lo hizo.
Mayorías por encima del 50%
El caso es que los porcentajes de voto obtenidos por el PP de Feijóo palidecen frente a los de Fraga Iribarne. El actual presidente de la Xunta nunca se acercó al 50% de los sufragios. Su mejor marca la alcanzó hace ahora un año, casi el 48%. Fraga supero la mitad en 1993, 1997 y 2001. Pero es que al PP de Feijóo tampoco le resulta fácil repetir sus resultados en las autonómicas cuando el llamamiento a votar es para el Congreso.
Todavía en las generales de abril 2019 el Partido Socialista ganaba por primera vez en votos, porcentaje y escaños al PP en Galicia: 32% y 10 parlamentarios frente al 27,4% y 9. En la repetición de noviembre, que dio lugar al actual gobierno en Madrid de PSOE y Unidas Podemos, los populares recuperaron y hubo empate a 10 asientos. Pero si se suman los dos de Galicia en Común y el del BNG, la balanza cae claramente del lado izquierdo. Ocho meses después, Núñez Feijóo arrasaba en las autonómicas.
Con la única excepción de 2011, cuando la mayoría absoluta de Mariano Rajoy tras los primeros recortes de Zapatero arrastró también a Galicia –el PP gallego logró entonces el 52,5% de apoyos–, los resultados del partido de Feijóo en las generales quedan a mucha distancia de los que consigue en las gallegas. En 2008, un 43,8%; en 2015, un 37,2%; y en 2016, un 41,5%. Durante ese período, las urnas colocadas para elegir a los representantes autonómicos dieron al PP un 46,7% en 2009; un 45,7% en 2012; un 47,6% en 2016 y un 47,96% en 2020.