La velocidad a la que se mueve la política se ha convertido en un auténtico problema a la hora de marcar fechas en las agendas. Los socialistas gallegos lo sufrieron cuando tuvieron que mover su congreso del sábado al domingo ya que coincidía con el comité federal que tendría que aprobar las listas de las elecciones europeas. O eso creían ellos entonces. Lo que nadie podía esperar es que la proclamación de José Ramón Gómez Besteiro como líder del PSdeG fuese a celebrarse, no sólo durante un paréntesis marcado por el presidente del Gobierno, sino en la misma víspera de su decisión sobre su continuidad en La Moncloa.
Toda esta situación sobrevolará Santiago de Compostela después de monopolizar en Ferraz el primer comité federal celebrado sin la presencia de su secretario general. La asistencia de Pedro Sánchez al cónclave gallego nunca llegó a estar confirmada -tampoco descartada- pero, tras su decisión personal de parar, la representación de la dirección del partido recaerá, de nuevo, en el ministro Óscar Puente, como sucedió hace dos semanas en la toma de posesión de Alfonso Rueda como presidente de la Xunta.
Una mirada hacia atrás puede hacer parecer lógico que el día grande de Besteiro -su segundo día grande, en realidad- esté marcado por las consecuencias de una decisión judicial. El hombre que será nombrado este domingo secretario xeral del PSdeG ya lo fue durante tres años, entre 2013 y 2016.
Entonces, a sólo seis meses de las elecciones autonómicas, la jueza Pilar de Lara decidió imputarlo en dos causas: la Operación Garañón, que investigaba la concesión de licencias urbanísticas en Lugo cuando era concejal, y la Operación Pulpo, sobre supuestas adjudicaciones irregulares de la Diputación lucense, que Besteiro presidió durante ocho años.
Besteiro, un pionero en sufrir lawfare
La primera de las acusaciones llegó justo el día después de una visita de Pedro Sánchez a Galicia para mostrar su apoyo al candidato con el que el PSdeG pretendía batir a Feijóo. Las crónicas sobre esa decisión judicial se escribieron entre periódicos que mostraban en su portada la foto de los dos líderes, todavía sonrientes.
Seis años después, en 2022, las dos causas -que sumaban media docena de supuestos delitos- quedaban definitivamente archivadas. Su impulsora, la jueza que durante casi una década marcó la política gallega desde el Juzgado de Instrucción 1 de Lugo, fue cesada en 2020 y suspendida de empleo y sueldo durante siete meses. Un informe de 104 páginas del Consejo General del Poder Judicial enumeraba más de un centenar de irregularidades en la instrucción de sus casos.
A esto se suma que las acusaciones contra Besteiro en la Operación Pulpo partieron de anónimos que, como se supo hace un año, fueron entregados a la fiscalía por la presidenta del PP de Lugo, su sucesora al frente de la Diputación y hoy presidenta primera del Parlamento de Galicia, Elena Candia. Por eso, sus compañeros consideran a Besteiro una víctima de lawfare.
El líder del PSdeG no oculta ese período pero ha elegido no hacer sangre y, tras mantener un absoluto silencio durante sus años en el limbo, hoy prefiere pasar página y sólo menciona su experiencia personal cuando quiere recomendar a sus rivales los caminos de crispación que no deben transitar. O para solidarizarse, en primera persona, con el presidente del Gobierno.
Este sábado, en el comité federal, lo animó a dar “un paso adelante” ante la cara “más sucia” de la política. La que “ya vivieron los gallegos” y él mismo, “en carne propia”, como consecuencia de las actuaciones de los populares. Era su mensaje al mismo Pedro Sánchez que, casi una década después, volvía a apostar por él para las autonómicas.
Primero, una vez limpio de polvo y paja, lo recuperó para la Delegación del Gobierno en Galicia, un puesto en el que apenas aguantó tres meses. En junio de 2023 se presentaba como número 1 por Lugo a las elecciones generales. En el Congreso se convirtió en el primer diputado en intervenir en una lengua cooficial, el gallego, una vez aprobado el cambio en la normativa. En octubre, apenas dos meses antes de que se convocasen las elecciones, se convertía en candidato socialista a la presidencia de la Xunta.
Esa premura en los plazos pudo haber sido una de las razones de su mal resultado, pero no la única. La pujanza del BNG de Ana Pontón llevó a los nacionalistas a un resultado histórico: los mismos 25 diputados con los que el socialista Emilio Pérez Touriño lideró en 2005 un gobierno bipartito. Esta vez, la aritmética no funcionó porque el PSdeG se hundió a su peor balance desde que existe la autonomía: tan sólo 9 escaños para una formación que llevaba dos comicios considerando un fracaso sus 14 actas de parlamentario.
Desde ese suelo, prácticamente un sótano, es desde donde el socialismo gallego aspira a reconstruirse en torno a este veterano, un abogado de 56 años con cicatrices políticas pero también con experiencia en la gestión, tanto en la Diputación provincial como en el ayuntamiento de Lugo. A él nunca le podrá decir Alfonso Rueda eso que tanto le gusta echar en cara a Pontón: que jamás, en toda su carrera política, ha sabido lo que es administrar dinero público.
La duda, el segundo nivel
Para que Besteiro tome el timón -es el único candidato que ha reunido los avales necesarios-, el que era hasta ahora máximo responsable del PSdeG, Valentín González Formoso, ha dado un paso al lado. Como también lo hizo, “por lealtad”, a la hora de designar el candidato a la Xunta. Formoso se va y con él se da por hecho el adiós de su número dos y hombre fuerte, el polémico secretario de organización José Manuel Lage Tuñas, con tantos partidarios como enemigos en el seno de la formación.
Todo apunta a que ese cargo será para una mujer y que Besteiro aumentará la presencia femenina en la dirección. Históricamente, su núcleo duro, en el que siempre se ha apoyado, ha estado formado por mujeres. Tras las elecciones, quien ocupa de facto ese puesto, desde el Parlamento, es la vicesecretaria general, Lara Méndez, que dejó la alcaldía de Lugo para secundar a Besteiro en su asalto frustrado a la Xunta.
Sin embargo, concentrar los dos cargos con mayor poder en el partido en personas de una misma ciudad -la presidencia, que ejerce la viguesa Carmela Silva, mano derecha del alcalde Abel Caballero, tiene un papel más simbólico- no parece una opción viable desde un punto de vista territorial.
A la espera de lo que decida Sánchez el lunes, Besteiro parte con el respaldo de Ferraz para reconstruir un partido que sigue teniendo en el ámbito autonómico su gran asignatura pendiente. Los socialistas gobiernan al 45% de los gallegos desde casi un centenar de ayuntamientos y dos diputaciones y sus votos en las últimas elecciones generales más que duplicaron los alcanzados el 18F. Pero la comunidad sigue atragantándoseles.
A él le toca intentar triunfar donde fracasaron los últimos cuatro secretarios generales. Para ello deberá manejarse en el avispero interno que históricamente ha sido siempre el PSdeG. Y eso incluye a esa parte del partido que, aunque sea en voz baja, no oculta que prefiere reinventarse desde la oposición en lugar de hacerlo como muleta de una presidenta nacionalista en la Xunta.