9 de marzo de 1918. Un grupo de mujeres conversa en el mercado de Xubia, una localidad próxima a Ferrol. En los meses anteriores los precios no han dejado de subir. El jornal de un día de trabajo apenas permite ya comprar una docena de huevos. Incluso se ha disparado el coste de la harina y del pan, lo más básico. Van a hablar con el alcalde de Narón, que no las recibe; después deciden ir a hablar con los propios comerciantes, que están especulando con los productos de primera necesidad, enriqueciéndose, haciendo dinero del hambre de muchos. Estos las reciben a tiros, ellas responden con piedras. Acaba de iniciarse la Revuelta de las Pedradas, que este año celebrará su centenario, y que durante una semana paralizó la comarca de Ferrolterra, de Valdoviño a Pontedeume, con protestas campesinas, huelgas obreras y manifestaciones multitudinarias y que se saldó con la declaración del Estado de Excepción, la intervención del ejército y con la muerte de nueve personas, docenas de heridas y un gran número de detenciones.
Europa sufría aún la Primera Guerra Mundial. El precio del trigo estaba alto y España aprovechaba esta circunstancia para vendérselo a los países más necesitados, desabasteciendo el mercado interior. Además, los propios vendedores locales acaparaban los productos más demandados, a la espera del incremento de los precios. A esto se unían otras circunstancias, como los elevados impuestos cobrados a los campesinos, como la contribución de los consumos, muy superior a la que pagaban los comerciantes. Había sido también un tiempo de huelgas obreras; por ejemplo, los astilleros de Ferrol habían llevado a cabo varios paros el año anterior, entre noticias en la prensa que hablaban de una revolución en Rusia.
“La revuelta cuaja porque el descontento era general, los precios no dejaban de subir. Cada vez resultaba más difícil vivir y las autoridades no hacían nada, permitían que se acaparara todo. Había gente que amasaba grandes fortunas a costa del hambre. Había además muchísimos accidentes en el mar, provocados por la presencia de submarinos alemanes”, explica la historiadora Laura Tato. “En el momento en que falta la harina o su precio se dispara, las mujeres se organizan y, a continuación, se suman todos”.
En aquel 9 de marzo los disparos de los comerciantes hieren a dos mujeres. La noticia se extiende por toda la comarca, de Ferrol a Pontedeume. Son ellas las que toman la iniciativa, creando comités, cortando carreteras y vías del ferrocarril, asaltando algunos trenes. Consiguen incluso que los comerciantes firmen un documento comprometiéndose la que los precios no van a subir (aunque después este acuerdo quedaría en papel mojado). “Son los años del gran activismo agrario y de la lucha por la redención de los foros [canon anual que muchos campesinos gallegos pagaban por el usufructo de sus tierras], en la que las mujeres tuvieron mucha participación”, cuenta Laura Tato. Entre ellas, destacó la decidida actuación de las trabajadoras de la fábrica textil de Xubia, que protestaban por la peligrosidad de su labor, las malas condiciones laborales y sus bajos salarios.
Se convocan huelgas en las industrias y en los astilleros. Y se organiza una manifestación en Ferrol el día 10 al grito de “¡Tenemos hambre! ¡Abajo los acaparadores!”, que va a ser dispersada a tiros, causando la muerte de un niño de 12 años, y de un trabajador del Arsenal. El 13 de marzo se celebra una importante feria campesina en Sedes (Narón), con protestas ante la casa del alcalde de la localidad. La Guardia Civil carga con dureza, provocando al menos siete muertos, además de docenas de heridos. “No se sabe ni se sabrá nunca los muertos que hubo. Sólo se registraron los que murieron en el lugar de los enfrentamientos ese mismo día, pero no los que se marcharon heridos y murieron en sus casas después de unos días”, dice Laura Tato.
Al día siguiente, cerca de seis mil personas caminan desde Ferrol hasta Sedes para dar sepultura a los y a las fallecidas. Cuenta el historiador Marcos Abalde que “según los testimonios de la época, era impresionante el silencio de la manifestación solidaria que salió de la Porta Nova hasta el cementerio de Sedes. Allí hablaron el anarquista López Bouza y el socialista Filgueira Vieites. En la corona de flores, una inscripción: Los obreros del Arsenal de Ferrol a las víctimas de Sedes”. El 15 de marzo comienza una huelga general en Ferrol y se declara el Estado de excepción, llegando más militares a la comarca para controlar la situación.
Las protestas continúan varios días, aunque la revuelta fue totalmente aplastada por la brutal actuación de las autoridades. En abril hubo un cambio de Gobierno en el Estado y se concedió una amnistía, en la que sin embargo no fueron incluidas las personas que habían sido encarceladas en esta rebelión. Eso sí, los alcaldes de Ferrol y Narón se vieron obligados a dimitir, junto con el jefe de la guardia municipal.
“Se ha lapidado la memoria histórica en general, no sólo la memoria del 36”
“Se ha lapidado la memoria histórica en general, no sólo la memoria del 36”A pesar de la importancia de estos acontecimientos y de la honda huella que dejaron en la sociedad que los sufrió, décadas más tarde cayeron en el olvido, fueron silenciados, siendo hoy escasamente conocidos. “En parte, esos hechos quedaron anulados por los sucesos posteriores de la sublevación fascista y de la guerra de 1936, que arrasó con cualquier cosa que pudiese ir contra el orden establecido”, destaca Laura Tato. “El otro día estuvimos en una charla en Neda con mucha participación y de todas las personas que había sólo una recordaba que en su casa se había hablado del asunto, pero porque era un nieto de uno de los muertos. Había gente de edad, de setenta años, que me preguntaban por qué nunca habían escuchado hablar de esto”, cuenta. “Yo creo que en este país se ha lapidado la memoria histórica en general, no sólo la memoria del 36 y de la República. Con esa represión se arrasó toda opción de reivindicación de nada”, añade.
La Comisión Revolta Popular 1918 viene organizando desde el año pasado actos de difusión y reconocimiento para recuperar la memoria de estos hechos. “Somos un pueblo que tiene una historia propia, una historia de rebeldía. Para nada somos un pueblo sumiso”, subraya Ánxel Rial, responsable local del BNG en Narón, e integrante de la Comisión. Una idea en la que concuerda Tato: “La imagen de la sumisión o de la inactividad de la sociedad gallega es un mito que se ha ido construyendo a lo largo de las décadas. Pero claro que era una sociedad muy activa, no hay más que leer la prensa de la época”.
El próximo 18 de marzo un homenaje en Sedes será el punto central de las conmemoraciones del centenario de la Revuelta de las Pedradas, un movimiento de indignación ciudadana de primera magnitud que no puede ser entendido sin el contexto internacional de crisis y carestía provocado por la Primera Guerra Mundial y por el propio impacto simbólico de la Revolución Rusa que había comenzado pocos meses antes en San Petersburgo.