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Daniel Salgado

8 de octubre de 2022 22:18 h

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A Luis Buñuel no le gustaba colocarse al otro lado de la cámara. Reticente a su propia imagen y a entornar la puerta de su intimidad, en uno de sus últimos cumpleaños hizo una excepción. Carlos Velo, cineasta gallego y -como Buñuel- republicano exiliado, introdujo su cámara en el domicilio mexicano del autor de Los olvidados y registró lo que sucedía en la fiesta. Los amigos desfilan ante el objetivo: García Márquez, Julio Cortázar, Carlos Fuentes. Y el pintor Alberto Gironella destapa una colección de lienzos inspirada en sus películas. Es Homenaje a Buñuel, uno de los desconocidos 16 cortos documentales sobre el exilio facturados por Velo a inicios de los 80 y ahora rescatados por su fundación y el Museo de Pontevedra.

En la pieza sobre el aniversario de Buñuel, los invitados degustan cochinillo y el propio Carlos Velo -como se percibe en el fotograma de abajo- se deja ver. Una toma de archivo del rodaje de la extraordinaria El ángel exterminador (1962) y un texto en off extraído de sus memorias, Mi último suspiro, la completan: “El placer de soñar es una de las inclinaciones profundas que me han acercado al surrealismo. Hace tiempo que el pensamiento de la muerte me es familiar. Nada nos espera sino la podredumbre, el olor dulzón de la eternidad”. “Son imágenes que solo Velo tenía”, explica a elDiario.es Miguel Anxo Fernández, biógrafo de Carlos Velo, quien destaca el valor como documento de la filmación. No solo de esa.

Porque el cortometraje forma parte de una serie de 16 que, en 1982, le encargó el Ministerio de Cultura español: Los republicanos españoles en el exilio. Los socialistas acababan de llegar al gobierno. “Velo era el cineasta más cualificado para hacerlo. Por prestigio profesional y por su propia historia”, considera Fernández. Su peripecia había sido la de tantos protagonistas de sus documentales. Galleguista y frentepopulista, admirador de la vanguardia cinematográfica soviética y de Robert Flaherty, antes del golpe fascista había rodado documentales pioneros y adustos como Almadrabas (1934), Felipe II y El Escorial (1935) o el fundacional Galicia (1936). Tras la caída de la II República, Francia lo recibió, como a miles de antifascistas, con un campo de concentración, el de Saint Cyprien-Josafat. Consiguió salir y embarcarse en el Flandre, que lo transportaría al México hospitalario de Lázaro Cárdenas.

Al otro lado del Atlántico, no tardó en incorporarse al mundo del cine. Dirigió documentales como Torero (1956) o Universidad comprometida -que registra el discurso de Salvador Allende a los estudiantes de Guadalajara en 1972- y ficciones como una versión de Pedro Páramo con guión de Carlos Fuentes. “Su trayectoria profesional estuvo siempre pegada a los noticieros y a los documentales”, dice Miguel Anxo Fernández, “lo que ayuda a entender su facilidad para encontrar y reunir los materiales para Los republicanos españoles en el exilio”. Además de grabaciones propias, localizó y empleó película de la Cineteca Mexicana, del Noticiero Mexicano de Miguel Barbachano o de la Filmoteca Española. Los guiones corrieron a cargo de Paco Ignacio Taibo I. Algunas voces en off, del poeta y filósofo Agustín García Calvo. Y para el montaje, “total libertad”, asegura Fernández, quien además destaca la riqueza de recursos formales del proyecto.

El homenaje al poeta León Felipe

Los 16 capítulos duran más de cien minutos, con piezas de entre tres y siete. Más allá del cumpleaños de Buñuel -amigo de Velo desde tiempos de la República: le consiguió las hormigas para una célebre escena de Un perro andaluz-, el cineasta gallego aborda el exilio desde diversos ángulos: el hístórico, el político, el cultural. A Lázaro Cárdenas, presidente de México que abrió las puertas a los refugiados antifascistas, dedica uno de los cortos. Es el mismo Cárdenas que participa en las visitas anuales a los niños de Morelia, objeto de otra de las piezas de Velo: 456 niños, hijos de republicanos, que arribaron a México el 7 de junio de 1937 a bordo del vapor francés Mexique y allí se instalaron para siempre. Filma a Arturo Souto, uno de los grandes pintores gallegos, por supuesto exiliado. Y a León Felipe, el poeta.

“El Homenaje a León Felipe es uno de los episodios más curiosos de la serie”, explica Xosé Enrique Acuña, miembro de la Fundación Carlos Velo, con sede en su Cartelle (Ourense) natal. Se trata de un remontaje de la obra de mismo título, en celuloide, que había realizado en 1974. Acuña ha localizado en esas imágenes a poetas desterrados como Manuel Altolaguirre o Juan Rejano. También -“curiosamente”- a Camilo José Cela. Y en las tomas del entierro de León Felipe, a la filósofa María Zambrano. Los músicos Rodolfo Halffter y Pau Casals protagonizan Dos músicos, en el caso del último con imágenes de una intepretación del oratorio El pesebre. “Se trataba de ofrecer una panorámica en imágenes y sonidos de lo que había sido y lo que había representado el exilio republicano español en México”, escribe Fernández en Las imágenes de Carlos Velo (Unam, México, 2007), “el objetivo queda plenamente conseguido: el espectador atrapa cómodamente aquella dramática verdad histórica”. Pero lo cierto es que no hubo demasiados espectadores.

Las cintas -los 16 cortos estaban en formato vídeo- se proyectaron como apoyo en la exposición El exilio español en México, que el Palacio de Velázquez, en el Parque del Retiro de Madrid, acogió en 1983. Ese era el destino del encargo del Ministerio de Cultura que entonces encabezaba Javier Solana. Y se fueron a un cajón. Dos años después, los esforzados organizadores de la Xornadas de Cinema e Video de O Carballiño (Ourense) -histórica muestra gallega-, entre los que se encontraba el propio Miguel Anxo Fernández, decidieron honrar al cineasta exiliado Carlos Velo. Este les remitió algunas de sus películas, entre ellas, copias VHS de Los republicanos españoles en el exilio. Fue la segunda y tal vez última proyección pública de ese material. Depositado en la Filmoteca de Galicia, allí permaneció disponible para consulta. “Nunca se había valorado”, considera Fernández, “pero revisado 40 años después, tiene una importancia documental extrarodinaria”.

Ni Fernández ni Xosé Enrique Acuña saben dónde se encuentran las copias originales. La calidad de las que conserva la fundación, y que esta semana han podido verse en el simposio O cine de Carlos Velo, León Felipe e os poetas do exilio republicano en México, en el Museo de Pontevedra -dependiente de la diputación provincial-, es limitada. Pero los estudiosos no abandonan la esperanza. Los filmes de Velo están tan sometidos a los azares de la historia como su propia vida de transterrado. La copia más completa de Galicia, su obra maestra de los años de la República y que había formado parte del pabellón republicano en la Exposición Universal de París del 37, permaneció 70 años olvidada en un archivo de Moscú. Salió a la luz en 2010.