La Xunta presenta su plan contra los incendios para el verano y prevé cortar el agua en caso de sequía

Beatriz Muñoz

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A menos de un mes de que, el 1 de julio, el dispositivo de lucha contra incendios tenga que estar plenamente desplegado, la Xunta ha presentado el plan para hacer frente a los fuegos en el monte gallego en este verano, en el que incluye pocas novedades: el mismo número de parroquias con alto riesgo de incendio, que son 35, casi todas en la provincia de Ourense; en torno a 7.000 trabajadores -sumados también los que dependen de otras administraciones-, como el año pasado; seis cámaras de vigilancia más -hasta 148-; tantas motobombas como en 2021; y unas 30 aeronaves de las diferentes administraciones, como ya ocurrió el pasado periodo estival.

El presidente del Gobierno gallego, Alfonso Rueda, ha citado en la rueda de prensa posterior al Consello en el que se ha aprobado el Plan de prevención y defensa contra los incendios forestales de Galicia (Pladiga), que también se actualiza el sistema de mando operativo para detallar mejor las funciones de cada trabajador y que habrá un perimetraje automático de los incendios y previsiones del riesgo de aparición de fuegos a nueve días. No citó el presupuesto concreto del plan, sino una cifra en la que sumó las actividades de prevención y que situó en 180 millones de euros. Posteriormente, la Xunta concretó que se reservan 33,1 millones de euros, frente a los 30 del año pasado.

Hace un año, la principal novedad introducida por la Xunta fue la creación un grupo “de élite” para investigar los incendios, compuesto por funcionarios que ya trabajan en estas tareas. El Gobierno gallego ha ido informado en los últimos meses de algunos de los resultados de su trabajo: el esclarecimiento de varios fuegos y alguna detención de presuntos responsables. Este jueves ha indicado que en total ha 242 diligencias de distinto tipo. A pocas semanas de que el dispositivo tenga que estar plenamente activo, la CIG ha denunciado que en la provincia de Lugo hay escasez de personal y quedan 35 plazas sin cubrir en las brigadas.

Galicia encara este año la que se considera temporada alta de riesgo de incendios con unas previsiones meteorológicas que auguran un verano más cálido de lo habitual y tras una primavera con temperaturas elevadas y seca y de la que el Gobierno gallego destacó la poca lluvia caída en el mes de mayo. Antes de eso, las precipitaciones del otoño y el invierno fueron ya escasas y desencadenaron la preocupación entre ecologistas y expertos. No tanto la de la conselleira de Medio Ambiente, Ángeles Vázquez, que dijo tras el mes de enero más seco en una década, que la situación no era “preocupante”. No obstante, una semana después, la Xunta declaró la prealerta por sequía. El Consello aprobó también este jueves el plan para episodios de sequía hasta 2027 en la demarcación Galicia-Costa, sobre la que es competente la administración autonómica.

El documento prevé la posibilidad de una situación como la actual de prealerta y también una de alerta, en la que habría riesgo de no poder abastecer a la población. En este segundo caso se prevén medidas como la limitación de usos recreativos, bajar la presión por las noches o la evacuación de fauna de los ríos si está en peligro. Si la sequía se sigue prolongando, se pasaría a una fase de emergencia, en la que habría cortes del agua durante al menos algunos periodos de tiempo y determinados usos quedarían directamente prohibidos.

El presidente gallego ha destacado que, aunque la precipitación anual media en Galicia sigue estando por encima de la media de la Península, en los últimos años se han presentado periodos de escasez y una distribución desigual de las precipitaciones.

En el balance de la primavera, la conselleira de Medio Ambiente indicó que en marzo se registraron algunas lluvias más de lo habitual, pero abril fue más seco, con un 30% menos de precipitaciones que el promedio. Mayo lo calificó de “muy seco”, con un déficit hídrico del 58%. Cuando, a principios de mayo, la Xunta decidió prolongar la prealerta, indicó que el caudal de los ríos registrado en las estaciones de medición estaba a principios de enero en 200 metros cúbicos por segundo, pero a finales de febrero había bajado a 85. Un mes después se había recuperado un poco, pero en abril volvió a bajar y cerró en 115. Son valores “inferiores al promedio histórico”.