Es la historia de muchas aldeas que quedaron anegadas por la construcción de embalses en Galicia. Los habitantes tuvieron que dejar sus casas y despedirse de su paisaje cotidiano. En algunas ocasiones desmontaron piedra a piedra y trasladaron edificios emblemáticos, como la iglesia. Es el caso de Aceredo, en el sur de la provincia de Ourense, cubierta habitualmente por las aguas que se acumulan en el embalse de Lindoso –que la empresa portuguesa EDP explota en virtud de un acuerdo entre Franco y Salazar–. Las casas y los objetos que los habitantes dejaron atrás al marchar asomaron de nuevo a la superficie en los últimos meses, en medio de la sequía que afecta a Galicia y por la decisión de vaciar las aguas para producir electricidad.
El embalse, construido en el río Limia, cubrió en los 80 varias aldeas: Buscalque, O Bao, Lantemil, A Reloeira y Aceredo. A los restos de esta última, visibles hasta el nivel de que es posible adentrarse en los edificios que quedan en pie y ver cajas apiladas de cerveza Skol o lo que queda de algún coche, se acercan antiguos habitantes y numerosos turistas. Desde el pasado mes de octubre el nivel del agua ronda el 20%. En la actualidad ni siquiera llega a esa cifra. El pueblo se ha convertido en un atractivo para visitar los municipios de Lobios y Entrimo. Ante el trasiego, EDP ha pedido a los dos ayuntamientos que limiten el acceso a unos terrenos que son de su propiedad.
El nivel de las aguas suele bajar en otoño, cuando la empresa utiliza el volumen acumulado para su actividad. Ahora se suma la sequía meteorológica que atraviesa Galicia. El pasado enero fue el más seco en una década y uno de los más soleados en los últimos 40 años. La escasez de lluvias ya había caracterizado el otoño, pero se acentuó en el inicio de 2022, con amplias zonas en las que no cayó ni una gota en 20 días. La Xunta le restó importancia a la situación inicialmente. La conselleira de Medio Ambiente, Ángeles Vázquez, dijo que no era preocupante. Ecologistas y expertos advirtieron de que las sequías se deben gestionar cuando todavía hay agua y pidieron adoptar medidas. Una semana después, la Xunta decretó la prealerta por sequía en casi toda la demarcación hidrográfica Galicia–Costa –de la que quedan fuera las cuencas del Miño y el Sil–.