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¿Dónde ha quedado la reforma energética que necesita España?

Raquel Montón

@raquelmonton, responsable antinuclear de Greenpeace España —

La catástrofe de Fukushima no tuvo su origen en un terremoto, como así ha demostrado el propio parlamento japonés, pero ha sacudido sin tregua a la industria nuclear. El Gobierno alemán fue el primero en proclamar el abandono de esta industria. Le han seguido gobiernos y parlamentos de Suiza, Italia, Bélgica y la semana pasada el propio Japón que de facto lleva más de un año casi sin nucleares.

La lista de nucleares con pronóstico de cierre para el año que viene es extensa. Olbury A-1 y Wylfa-2 en Reino Unido; Doel-3 y Tihange-2 en Bélgica, Tsuruga-1, Mihama-1, Mihama-2 y Shimane-3 en Japón; Gentilly-2 en Canadá; Mühleberg en Suiza; Kursk-3 en Rusia; Indian Point en Estados Unidos, y una veintena más en los próximos cuatro años. Este abandono de la industria nuclear, coincide con la crisis global tanto del modelo energético como del modelo económico y, a su vez, con el avance acelerado de las tecnologías renovables.

España, que no escapa de la crisis energética y mucho menos de la crisis económica, parecía que rechazaba el abandono nuclear, hasta que las propias compañías propietarias se han mostrado menos partidarias de esta tecnología que el propio Gobierno. Han optado por desistir a la prórroga “fomentada” por el Ejecutivo a la central nuclear de Garoña. Pero ni siquiera con semejante desplante ha dejado de regalar beneficios a sus dueños, Endesa e Iberdrola. Así lo constatábamos el pasado viernes en la reforma energética que amadrinó la vicepresidenta del Gobierno.

Tras meses de discusiones a puerta cerrada y a veces abierta, el Ministerio de Industria promulgó una reforma fiscal aplicada al mercado eléctrico que penaliza las renovables, no aborda el problema del déficit de tarifa y no afronta el cambio de modelo energético, que sigue a la deriva.

Penalizar a las renovables es tirar piedras contra nuestro tejado. Es destruir empleo y continuar manteniendo la dependencia energética y, con ella, la ingente factura que pagamos. No abordar el déficit tarifario es temerario y para ello solo hay que saber que los precios deben reflejar la totalidad de los costes, no remunerando inecesariamente a nadie (por ejemplo, los windfall profits), ni olvidando otros costes como los ambientales.

No introducir cambios en el modelo energético desde la eficiencia y la sostenibilidad es no tener perspectiva, ni de presente ni de futuro; ni atender a las recomendaciones europeas. Basta con leer el análisis que la Comisión Europea hace en el programa nacional de reformas y el programa de estabilidad españoles, o el estudio sobre el estado de cumplimiento de los objetivos europeos de energías renovables, y la reforma energética podría habernos ayudado a ponerle un paño caliente a nuestra maltrecha economía.

Las eléctricas han “maltratado” al Gobierno, que ni es pronuclear ni deja de serlo, y le han dejado compuesto y sin Garoña. Aún así, esta reforma fiscal lleva incorporada la amnistía fiscal para los dueños, cuando tanta falta nos hace a los demás.

La catástrofe de Fukushima no tuvo su origen en un terremoto, como así ha demostrado el propio parlamento japonés, pero ha sacudido sin tregua a la industria nuclear. El Gobierno alemán fue el primero en proclamar el abandono de esta industria. Le han seguido gobiernos y parlamentos de Suiza, Italia, Bélgica y la semana pasada el propio Japón que de facto lleva más de un año casi sin nucleares.

La lista de nucleares con pronóstico de cierre para el año que viene es extensa. Olbury A-1 y Wylfa-2 en Reino Unido; Doel-3 y Tihange-2 en Bélgica, Tsuruga-1, Mihama-1, Mihama-2 y Shimane-3 en Japón; Gentilly-2 en Canadá; Mühleberg en Suiza; Kursk-3 en Rusia; Indian Point en Estados Unidos, y una veintena más en los próximos cuatro años. Este abandono de la industria nuclear, coincide con la crisis global tanto del modelo energético como del modelo económico y, a su vez, con el avance acelerado de las tecnologías renovables.