Este miércoles se cumple cien años del nacimiento de uno de los escultores españoles más famosos de los últimos tiempos, Eduardo Chillida. El artista, originario de San Sebastián, dejó parte de su legado en las calles y edificios de Madrid, una ciudad que hoy le recuerda.
Concretamente, la capital alberga cinco obras del escultor repartidas en la plaza del Rey, el Museo de Escultura al Aire Libre de La Castellana, la Fundación Juan March, la Colección Banco Santander y el parque Agustín Rodríguez Sahagún.
Así, en la Plaza del Rey se encuentra la obra Lugar de encuentros II (1971), ubicada frente a la sede del Ministerio de Cultura. La pieza forma parte de la serie Lugar de encuentros, compuesta por siete esculturas que tratan el mismo concepto a través de materiales y formas diversas. Está hecha de acero y en ella el artista juega con la horizontalidad y la verticalidad. En la parte superior emergen tres elementos, tres formas que dibujan un espacio abierto y accesible como para indicarnos que lo esencial está en el interior, según informa la organización del centenario.
De la misma serie es Lugar de encuentros III o La sirena varada (1972), situada en el Museo de Escultura al Aire Libre de La Castellana y hecha de hormigón. Fue un encargo específico para esta galería urbana que en sus inicios generó una fuerte polémica debido a su colocación.
En su momento no se permitió la colocación por temor a que el puente no aguantara, pero posteriormente fue colgada y sostenida por resistentes cables de acero. Actualmente está suspendida en el aire desafiando a las leyes de la gravedad.
Del aire al suelo
Una tercera obra se suma a esta serie, Lugar de encuentros VI (1974). Esta obra se encuentra en la Fundación Juan March y, contrariamente a las otras esculturas se presentan suspendidas, está poyada en el suelo. Sin embargo, los diferentes componentes de la obra entablan un diálogo con el espacio y a pesar de la utilización de un material pesado como el hormigón, algunas partes de la obra parecen flotar en el vacío.
Perteneciente a la Colección Banco Santander, Rumor de límites VII (1968) hace referencia a un concepto esencial en la obra de Eduardo Chillida, el del límite. Este concepto era para el artista “el principal protagonista del espacio”, el elemento que sirve para crear espacios interiores en relación con un espacio exterior. Por su parte, la palabra rumor hace alusión al sonido, pero también al movimiento y a la reverberación en el espacio. Desde un fuste macizo, vertical e inmóvil parece emerger el hierro desplegándose en torno al vacío, modulando y dando forma al espacio.
Por último, el parque Rodríguez Sahagún de Tetuán alberga la pieza Estela a Rodríguez Sahagún (1993). Se trata de un homenaje al político, empresario y alcalde de Madrid entre 1989 y 1991.
La obra se configura como una estructura vertical de acero de la cual surgen una serie de ramas que se entrecruzan en la parte superior. La placa que acompaña la obra conmemorativa fue destrozada en 2021 por un acto vandálico.
Cien años de un artista universal
Desde muy temprana edad Chillida se sintió atraído por las olas que rompían en la mar. Fue entonces cuando descubrió las posibilidades del viento, que más tarde inmortalizaría con una de sus más emblemáticas obras, el Peine del viento XV (1976), como un homenaje a su ciudad. Aquel fue también el inicio de una relación muy particular con el entorno y sus raíces.
Espíritu inquieto, tras su paso frustrado por el mundo del fútbol, en 1943 se matriculó en Arquitectura, carrera que abandonó en 1947 para ingresar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. 'Arquitecto del vacío', como él mismo se llegó a autodenominar, a Chillida se le daba tan bien el dibujo que pronto se aburrió de su propio talento y, a pesar de ser diestro, empezó a dibujar con la mano izquierda.
En 1948, recibió una beca y se trasladó a París, donde conoció al artista Pablo Palazuelo y comenzó su actividad artística. Influenciado por la Grecia arcaica, esculpió sus primeras obras figurativas en yeso (1948-1949), por las que recibió un temprano reconocimiento que culminó con su exposición en el mítico Salón de mayo de París. Fruto de aquella época de aprendizaje y experimentación fue también su figura en bronce, Torso, que más tarde fue colocada en el donostiarra monte Urgull.
Sin embargo, en 1950 Chillida sufrió una crisis artística y abandonó la capital francesa para regresar a sus raíces. Ese mismo año se casó con Pilar Belzunce, con quien tendría ocho hijos a lo largo de su vida. La segunda mitad del siglo XX traería, además, un hallazgo determinante para la trayectoria del escultor.
Atraído por el sonido de una fragua próxima a su casa en Hernani, Chillida descubrió de la mano de un herrero el hierro de verdad por primera vez, de una manera que nunca antes había visto en los museos o galerías que había frecuentado. Empleado a fondo con este material, el contacto de nuevo con su tierra supuso, además, el inicio de una obra marcada por un lenguaje más personal. Así nació Ilarik, su primera escultura abstracta, en conexión con las estelas funerarias.
En 1954 celebró su primera individual en la Librería Clan de Madrid, a la que seguiría una colectiva en la prestigiosa galería Maeght dedicada a artistas emergentes, donde figuró como uno de los artistas más jóvenes junto a Chagall, Miró, Calder o Giacometti.
Ese mismo año recibió su primer gran encargo público, las puertas de la Basílica de Aránzazu, una superproducción de planchas metálicas de formas geométricas a modo de collage, confeccionadas a partir de piezas de chatarra rescatadas del puerto de Zumaia y de hierro pudelado de la forja de Legazpi. Sería la primera de las muchas obras públicas que Chillida hizo a lo largo de su vida.
Presente con su obra en exposiciones en más de una veintena de los más importantes museos del mundo, en sus últimos años, el Museo Reina Sofía acogió la mayor retrospectiva sobre el artista, compuesta por cuarenta obras hechas a lo largo de cincuenta años.
Poco después, en el año 2000, se inauguró el Chillida Leku, un entorno elegido por el artista como seña de identidad, donde poder mostrar su obra en permanente diálogo con la naturaleza y cuya pieza central es el caserío Zabalaga. Esta misma semana, el Ministerio de Cultura ha anunciado la concesión a esta entidad de la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.
Entre sus últimos proyectos el escultor quiso crear un espacio en el interior de la montaña Tindaya de Fuerteventura. En agosto de 2002, Eduardo Chillida falleció en San Sebastián, dejando su último gran proyecto, símbolo también de la unión entre la tierra y el cielo, inacabado.