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Grupos de Whatsapp y canciones de cumpleaños de balcón a balcón: mis vecinos, lo mejor del confinamiento

Verónica Orellana Poveda

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Desde el momento en que fui consciente de que esto iba en serio lo tuve claro, yo no me iba a venir abajo mentalmente, pues estaba saliendo de una oscuridad que me había costado una baja por depresión. Estuve dos meses sin salir de casa. Al principio salí algo, pero dos semanas después mi mente me atrapó en mi cuerpo, me confinó en casa. Ir a la cama era un sufrimiento y salir de ella también.

Así pues, ahora que estaba mejor y había empezado a retomar mi vida, incluso con la ilusión de empezar un taller de escritura, no había sitio para el miedo, no otra vez, no lo iba a permitir. Compré por Internet: acuarelas, un micrófono que hace luces y cambios divertidos de voz, cartulinas, todo lo que se me iba ocurriendo, era mi kryptonita contra el virus, aquí no iba a poder entrar. Recorté con cartulinas arcoíris para mi abuela, para mi hermana, y para las ventanas de casa de mis padres, que es donde vivo.

Con la ayuda de mi madre cortamos una sábana blanca e hicimos la bandera de nuestro balcón, bien grande, un arcoíris pintado a mano, y la frase “todo irá bien”, porque es lo que quiero y necesito creer hasta el final.

La salida a los balcones trajo sorpresas para mí. Una vecina saca todos los días un altavoz bluetooth, los primeros días con la canción oficial Resistiré, y Héroe de Antonio Orozco. Y yo, que soy de la filosofía “sin música la vida sería un error”, como decía Friedrich Nietzsche, me uno a mi vecina, cantando, desafinando porque desafino, pero cantando con el corazón.

Los días pasan, somos más vecinos, les ha gustado mi bandera, me hacen gestos de aprobación con sus manos, se unen a cantar, aunque ellos son más reservados, sin embargo, yo canto todo lo fuerte que puedo. Resistiré para mí era ya un himno, por motivos personales me identifico con su letra, la cual me sé de memoria.

Nos vamos soltando, algunos nos conocíamos, otros no. De esta manera empieza una amistad, nos damos los teléfonos, vamos dictando los números. Esto va cogiendo forma, ya hemos creado un grupo de Whatsapp, no hacemos daño a nadie, respetamos los aplausos, los silencios, y después ponemos música, que cada día vamos eligiendo en el grupo. Con su mujer de compinche le damos una sorpresa a uno de los vecinos cantándole el cumpleaños feliz.

Sin quitarle importancia a lo que está sucediendo, nos arropamos los unos a los otros. Me enternece mucho un matrimonio mayor, él canta bonito y a capella nos da una pequeña actuación, dedicándole una preciosa canción a su mujer.

Intento ver las noticias lo justo y necesario, pues aún estoy recuperándome, en algunos momentos flaqueo, la mente es frágil. Algunos días les digo a mis padres: hoy no tengo ganas de nada, aplaudo y me voy enseguida. Sin embargo, los saludos cariñosos de este círculo vecinal, minutos antes de las ocho de la tarde, consiguen animarme sacándome una sonrisa y una energía desbordante.

Que tengo momentos de bajón, pues claro, como todos, porque esto es muy serio, pero necesito estar bien, quiero estar bien. Y aunque ellos no lo saben, a mis vecinos los necesito tanto como respirar. Dentro de este mar de incertidumbres quiero  dedicarles este texto, siento que nos cuidamos los unos a los otros, hemos creado un ambiente de respeto, amor y solidaridad. Me quedo con esto, pues la vida es eso, aceptar los desafíos, plantarles cara y nunca dejarte vencer.

Desde el momento en que fui consciente de que esto iba en serio lo tuve claro, yo no me iba a venir abajo mentalmente, pues estaba saliendo de una oscuridad que me había costado una baja por depresión. Estuve dos meses sin salir de casa. Al principio salí algo, pero dos semanas después mi mente me atrapó en mi cuerpo, me confinó en casa. Ir a la cama era un sufrimiento y salir de ella también.

Así pues, ahora que estaba mejor y había empezado a retomar mi vida, incluso con la ilusión de empezar un taller de escritura, no había sitio para el miedo, no otra vez, no lo iba a permitir. Compré por Internet: acuarelas, un micrófono que hace luces y cambios divertidos de voz, cartulinas, todo lo que se me iba ocurriendo, era mi kryptonita contra el virus, aquí no iba a poder entrar. Recorté con cartulinas arcoíris para mi abuela, para mi hermana, y para las ventanas de casa de mis padres, que es donde vivo.