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La experiencia con mi padre en una residencia de Madrid: desatención, desinformación y muerte

Francisco Javier de la Morena Briones

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Voy a escribir mi experiencia para contar lo que hemos vivido mi familia y yo estos días con mi padre por los efectos de la COVID-19 y las negligencias de la residencia de mayores donde se encontraba.

Mi familia, como muchos ciudadanos, tenía a mi padre en una residencia de mayores de la Comunidad Madrid por no poder atenderle nosotros ni mantenerse él por sus propios medios. Cuando empezó a extenderse la COVID-19 desde la residencia nos dijeron que todo estaba controlado y que no había peligro. Era principios de marzo, y como recibíamos estas informaciones estábamos tranquilos.

Sin embargo, el 2 de abril nos llegó un correo electrónico diciendo que una de las cuidadoras estaba en urgencias afectada de coronavirus. Aquí es cuando empezó nuestra sorpresa, entre otras cosas porque ni siquiera nos llamaron para decirnos qué estaba pasando con las personas que estaban al cuidado de la residencia o si había alguna situación especial de la que deberíamos estar informados. Nuestra reacción fue de total asombro y de perplejidad. Después de llamar y hablar con ellos, y ante la falta de informaciones claras, decidimos ir a por nuestro padre.

Cuando me presenté allí la situación no tenía nada que ver con lo que nos estaban diciendo. En ese momento me di cuenta de que algo no iba bien: la UME estaba saliendo de desinfectar, algo que no deja de ser sorprendente y que fue impactante, ya que es una residencia privada y con lo que pagamos mensualmente entendíamos que había unas garantías incluso en una situación como la que estamos viviendo, en la que se podría contratar una empresa que desinfecte. Por si fuera poco, todas las pertenencias de mi padre estaban en bolsas de basura en la puerta. También tenían preparada un acta de baja para ser firmada autorizando la salida inmediata de la residencia. Esto me sorprendió bastante, porque tampoco nos habían dado ninguna información al respecto.

Sacaron a mi padre del centro y me quedé perplejo de cómo estaba, demacrado y con un aspecto lamentable. Al moverlo de la silla de ruedas para meterle en el coche se puso a llorar. Aunque en ese momento no sabia qué hacer, lo único que quería era llevármelo a casa para que estuviese más cómodo y ver cómo podía quitarle el dolor que él sufría en esos momentos.

Cuando llegamos a casa nuestra sorpresa fue aún mayor al ver que mi padre tenia 39 de fiebre, además de unos dolores terribles. Le dimos un paracetamol y en una hora le bajamos la fiebre a 36,7. Algo tan simple como tomarle la temperatura y darle un paracetamol no lo habían realizado antes de avisarnos. Empezamos a llamar a fisioterapeutas y a preguntar qué podíamos hacer ya que mi padre con sus limitaciones de comunicación y movilidad no nos podía decir dónde le dolía. Al tratar de ponerle ropa limpia y cambiarle, la imagen fue todavía más desoladora: tenía el culo en carne viva, en una situación de higiene y cuidado que indicaba que no le habían cambiado y tampoco le habían movido.

Empezamos a curarle las heridas con cremas especiales. Mi padre estuvo un día entero chillando de lo que le dolía el antibiótico cuando le estaba curando. Después de dos días terroríficos mi padre empezó a estar mejor, ya no le dolía y, más o menos, dábamos por finalizado el problema, su temperatura se mantenía a unos niveles normales. Pero al tercer día, mi padre empezó a encontrarse mal de nuevo, hasta que el domingo 13 de abril cuando se despertó ya no podía respirar. Llamé a los médicos de urgencia para que le atendiesen y decidieron llevárselo en ambulancia por la gravedad en la que se encontraba.

Mi padre falleció en un hospital y sufrimos sin poder estar junto a él como muchas otros familiares estos días. El dolor que hemos pasado mi familia y yo ha sido tremendo. Creemos que esto se podía haber evitado si en marzo nos hubiesen dicho que lo mejor era que saliera de la residencia. Pero nos tememos que no lo hicieron porque eso significaba una cuota menos en sus ingresos. No se nos dio ninguna información y solo se nos avisó cuando encontramos a mi padre con 39 de fiebre, prácticamente desahuciado y en unas condiciones de salud e higiene inhumanas. Con la sensación en la puerta de la residencia de que querían quitarse una cifra de la lista de personas muertas en los centros de mayores de la Comunidad de Madrid y que mi padre muriese en casa. Su negligencia al menos sirvió para que nosotros le pudiésemos curar en sus últimos momentos.

Con todo esto empezamos a informarnos sobre cuáles son los mínimos de calidad para abrir una residencia en la Comunidad de Madrid y me di cuenta de que es el lugar de España donde menos regulación hay. Esto nos tendría que hacer pensar que una residencia no es un “comercio” cualquiera, no se debería permitir que pase estos con nuestros mayores. Hay que exigir medidas estrictas para garantizar una calidad de vida de gente que es totalmente vulnerable y que se ha tirado toda su vida trabajando. No merecen ser abandonados sin que la administración ponga ninguna garantía de cuidados sobre estas personas.

No culpamos de lo ocurrido a los trabajadores y trabajadoras de las residencias, ya que normalmente son gente que trabajan en condiciones duras y cobrando unos salarios bajos. Esta gente tiene familias y tiene miedo, porque no tienen ni la formación necesaria ni los EPIS que deberían proporcionarles las residencias. Tendría que haber personal cualificado para labores de enfermería, aunque esto implique menos beneficios para las empresas a las que se han adjudicado este tipo de centros. Empresas que por lo que hemos visto en el caso de mi padre sí son culpables de la desatención y el olvido que están sufriendo muchas personas que no merecen terminar así su vida.

Espero que escribir y denunciar esto sirva de algo, el dolor que hemos pasado estos días y la tristeza que nos invade es de unas dimensiones enormes. Gracias si alguien escucha esto y si sirve para que cuando termine la pesadilla del COVID-19 nos planteemos realmente en qué tipo de sociedad queremos vivir.

Familiares de E.M.Y

D.E.P

Voy a escribir mi experiencia para contar lo que hemos vivido mi familia y yo estos días con mi padre por los efectos de la COVID-19 y las negligencias de la residencia de mayores donde se encontraba.

Mi familia, como muchos ciudadanos, tenía a mi padre en una residencia de mayores de la Comunidad Madrid por no poder atenderle nosotros ni mantenerse él por sus propios medios. Cuando empezó a extenderse la COVID-19 desde la residencia nos dijeron que todo estaba controlado y que no había peligro. Era principios de marzo, y como recibíamos estas informaciones estábamos tranquilos.