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Mi experiencia confinado en un colegio mayor

José Luis Torres

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Recuerdo que mi primera toma de contacto con la COVID-19 tuvo lugar poco tiempo antes de que comenzase la cuarentena. En mi caso, teníamos un viaje a Italia como parte de la carrera y nos dieron la opción de ir o no. No obstante, a dos días del viaje la situación era tal que, efectivamente, fue cancelado.

Recuerdo también aquel miércoles 11 de marzo, día en que sabíamos que por lo menos durante dos semanas no habría clases por lo que parecía una “una gripe tonta”. Desde el cuerpo de formación del Colegio Mayor Francisco de Vitoria, lugar en el que vivo desde hace tres años, nos recomendaron encarecidamente quedarnos, a fin de evitar una posible propagación del virus.

Llegó el sábado 14 y nos quedamos alrededor de 50 personas en el colegio mayor, contando con los formadores. Desde el primer día hasta el último ha sido toda una experiencia. Y es que, sinceramente, no podría haber tomado una mejor decisión que quedarme en Madrid durante estos últimos meses. Tan rápido como se decretó el estado de alarma, nuestro director y su equipo comenzaron a organizar todo de tal forma que, a pesar de las circunstancias, pudiésemos tener una vida lo más normal posible salvando las distancias con lo que antes era normal, puesto que ciertos aspectos debían ser restringidos.

Pasaron las primeras dos semanas y nos llegó aquella terrible noticia que ha marcado estos últimos meses al país: la gripe no era tan tonta como decían, sino que es más bien peligrosa y esas dos semanas acabaron siendo meses. Ante esta situación uno puede encajar las cosas de dos formas: o te hundes en tu miseria o vives cada día sabiendo que acabaremos saliendo adelante.

Ante todo esto, el quedarme en el colegio mayor me ayudó bastante a encajarlo de la segunda manera; el saber que no estás solo, que en ese colegio mayor estaban otras 50 personas en la misma situación que yo, el contar con los formadores a modo de apoyo, haciendo labores de lo más diversas: desde hacernos la compra a las 50 personas para evitar salidas innecesarias hasta dar ciclos de formación siguiendo las medidas de seguridad pertinentes para cerciorarse de que los colegiales mantuviésemos una rutina adecuada y la cabeza en su sitio, que siempre es importante.

Mentiría si dijese que ha sido fácil lidiar con esta situación: las clases online, tener a la familia lejos, a la mínima que un familiar tiene el mínimo síntoma de coronavirus ya te entra el miedo en el cuerpo… son cosas que pasaron por mi cabeza y por muchos de los que ahí nos quedamos, estoy seguro. Pero, por otro lado, si bien no fue fácil, el poder contar con el apoyo de tanta gente, tanto los que nos quedamos como los que se fueron a través de videollamadas, nos hizo capaces de mantener el control.

Es cierto que la situación que estamos viviendo es horrible, de eso no cabe duda, pero también considero que nos ha hecho fuertes, que hemos aprendido. Debido a todo lo que ha acontecido estos meses estoy seguro de que muchos aprenderemos a valorar más muchas cosas que antes valorábamos menos por el simple hecho de que siempre estaban ahí para nosotros. De igual manera, nos hemos demostrado que juntos somos mejores, que muchas veces hay problemas que es mejor afrontar en comunidad, como hemos hecho en el colegio mayor y que, en definitiva, el ser humano está hecho para vivir en sociedad.

Recuerdo que mi primera toma de contacto con la COVID-19 tuvo lugar poco tiempo antes de que comenzase la cuarentena. En mi caso, teníamos un viaje a Italia como parte de la carrera y nos dieron la opción de ir o no. No obstante, a dos días del viaje la situación era tal que, efectivamente, fue cancelado.

Recuerdo también aquel miércoles 11 de marzo, día en que sabíamos que por lo menos durante dos semanas no habría clases por lo que parecía una “una gripe tonta”. Desde el cuerpo de formación del Colegio Mayor Francisco de Vitoria, lugar en el que vivo desde hace tres años, nos recomendaron encarecidamente quedarnos, a fin de evitar una posible propagación del virus.