Animación suspendida e hipersueño: mitos y verdades del cine y la televisión

“Cuando ella muerda la manzana, dejará de respirar, su sangre se helará y yo seré la más hermosa del lugar”. Esta era la predicción que recitaba la malvada madrastra de Blancanieves mientras, convertida en bruja, fabricaba la manzana envenenada que después entregaría a la joven. Al menos así lo contaba Walt Disney en su película de 1937, una adaptación de la historia de los hermanos Grimm.

Aunque las palabras varíen, una idea es común: en ambos cuentos (el original y su versión animada), la bruja consigue su meta y la protagonista del cuento cae en un estado de animación suspendida.

El concepto ficticio tiene ciertas similitudes con los procesos reales de letargo fisiológico, como el que experimentan algunos animales durante la hibernación y la estivación. Estos organismos caen en una especie de sueño (puede estar inducido por el entorno o no) y sus constantes se reducen, junto con su actividad metabólica. En otras palabras, ponen su motor vital al ralentí. Claro que no dejan de respirar ni su sangre se congela.

La reacción, normal en ciertos seres vivos, no se produce de forma natural en aquellos que más parecen ansiarla: los humanos. “La animación suspendida es ciencia ficción”, asegura con rotundidad el cirujano e investigador en medicina Samuel Tisherman a HojaDeRouter.com.

Efectivamente, las largas siestas provocadas, ya sea para borrar del mapa a una princesa o para viajar al espacio, abundan en la literatura, películas y series. Aunque en general la inventiva de cineastas y escritores supera a la realidad, algunas veces sus concepciones tienen algo de científicas.

El secreto está en el frío

Si volvemos a la historia de la dulce Blancanieves, introducida en un ataúd de cristal para no perder de vista su belleza, lo cierto es que aquella bruja no se equivocaba del todo al pensar en sangre helada. “Disminuimos la temperatura de los pacientes hasta los 10°C [la normal depende de muchos factores, pero está entre 35°C y 37°C] introduciendo una solución salina helada directamente en la aorta”, explica Tishermman.

El año pasado, el cirujano comenzó con otros colegas una serie de estudios para probar la técnica que descibre en enfermos graves (como los heridos por armas o quienes sufren un infarto al corazón), para reducir momentáneamente la actividad de sus cuerpos.

“El objetivo es que el frío reduzca el riesgo de que se produzcan daños en los órganos debido al paro cardíaco”, indica el cirujano. El corazón se detiene, disminuyendo el flujo sanguíneo mientras el personal sanitario repara el cuerpo en el quirófano. “No vuelve a latir hasta que la temperatura supera los 20 grados”, prosigue.

Tras recibir el visto bueno de la FDA, Tishermman y su equipo han realizado los primeros ensayos clínicos en el Hospital Presbiteriano de la Universidad de Medicina de Pittsburgh (EE UU) y continuarán en la Universidad de Maryland. “Queremos incluir también a los heridos en accidentes de tráfico o caídas con traumatismos críticos”, afirma el experto.

Pese a que inducen en los pacientes un estado que encaja en el concepto de animación suspendida, Tishermman prefiere no calificarlo así. Ha elegido un término médico bastante más complejo: preservación de emergencia y resucitación en paro cardiaco y trauma (EPR-CAT son sus siglas en inglés).

Peter Rhee, que también participa en los ensayos, ya había probado la técnica en 40 cerdos y reflejado los resultados en un estudio donde, esta vez sí, mencionaba la animación suspendida. Según consta en el trabajo, lograron salvar al 90% de los animales a los que aplicaron el enfriamiento.

César, el protagonista de ‘Abre los ojos’ (1997), fue sometido a un proceso aún más extremo: criogenia. El joven contactó con Life Extension, una empresa especializada en “congelar a los muertos”, asegura él mismo en la película, “como lo que le hicieron a Walt Disney”. De la misma manera, Fry, de la serie ‘Futurama’, permaneció mil años helado en una de las cámaras de criogenización de la empresa a la que acudió para entregar una pizza.

Por raro que parezca, hay organizaciones como el Instituto de Criogenia o la Fundación Alcor de Extensión de la Vida que aseguran aplicar la misma técnica a pacientes fallecidos.

Kim Suozzi, que perdió la vida en 2013 a causa de un tumor cerebral, pidió al Instituto de Criogenia que congelara su cerebro. El método tradicional para conservarlo a tan bajas temperaturas (por debajo de -100 grados centígrados) implica la sustitución de la sangre y el agua por una sustancia anticongelante, para evitar la formación de cristales entre las células. Sin embargo, las consecuencias del proceso aún son inciertas.

Además, el cerebro contiene miles de millones de neuronas que se comunican a través de sinapsis o conexiones. Una red denominada conectoma, moldeada por la genética y las condiciones ambientales, de la que todavía se conoce muy poco. ¿Cómo garantizar que todo siga en su sitio e intacto después de una manipulación tan agresiva?

“Actualmente, no hay ninguna evidencia científica que indique que la criogenia funciona”, afirma Tisherman. “Ninguna de las personas congeladas ha sido devuelta a la vida”.

Según indica el experto, la principal dificultad de este proceso de resucitación es que el cuerpo de los individuos ya está dañado (lo que causó la defunción). La muerte deteriora tejidos y órganos, que también resultan perjudicados durante el enfriamiento extremo y posterior descongelación.

Por eso, en la Brain Preservation Foundation animan a investigadores y empresas a desarrollar métodos alternativos para la conservación, mejorar el conocimiento sobre el cerebro y, por qué no, encontrar la manera de convertir la información que almacena a un formato digital para emular su funcionamiento en un ordenador.

Cuestión de tiempo… pero no tanto

El médico le dijo a Miles Monroe que podría levantarse en cinco años − fue al hospital a que le quitaran “una ulcerita” −, pero se quedó un poco corto en la estimación. El protagonista de ‘El dormilón’ ‘El dormilón’(1973) descansó durante 199 años, algo que debería considerar un milagro de la ciencia, en opinión de los expertos que le informan cuando despierta en el año 2174.

En la actualidad, a Miles no le habrían aplicado este proceso porque las “ulceritas” no están entre las afecciones consideradas críticas. De haberlo hecho, además, el tiempo de letargo habría sido mucho más ajustado. “El objetivo ahora es limitar la interrupción de la circulación sanguínea a una hora”, afirma Tishermman.

En el futuro, planean alargar este intervalo hasta dos o tres horas añadiendo otras sustancias químicas, pero “todavía no se ha encontrado ninguna que funcione”, aclara el cirujano.

Si Miles no puede dormir plácidamente durante cientos de años, tampoco podrían hacerlo los viajeros espaciales que se dirigían a la luna Pandora en ‘Avatar’ (2009), Ellen Ripley en ‘Alien’ ni el doctor Mann en ‘Interstellar’.

Sin embargo, la idea no debe ser tan descabellada si la propia NASA apuesta porque los astronautas viajen a Marte en un estado de hipersueñoNASA, encajados en cámaras similares a las que aparecen en las películas.

Aunque reconoce que todavía no es posible, la agencia estadounidense quiere impulsar la investigación en este campo, financiando a la empresa SpaceWork para que desarrolle un hábitat donde inducirles, mediante hipotermia, un estado de estasis o torpor, el mismo en el que entran los osos pardos para hibernar.

Unos cosmonautas dormidos no consumen recursos y ocupan menos espacio: la compañía ha presentado recientemente un vehículo para viajar a Marte donde caben hasta 100 personas.

Lo que está totalmente dentro de los límites de la ciencia ficción es la carbonita, una aleación de metal supuestamente compuesta de carbón que utilizaban en la saga ‘Star Wars’ para congelar los cuerpos de los viajeros durante largas travesías espaciales.

Al pobre Han Solo lo incrustaron en uno de estos bloques por orden de Darth Vader en ‘El imperio contraataca’ y entró en animación suspendida, para algunos convertido en una obra de arte. Afortunadamente, volvió a la vida algún tiempo después, cuando la princesa Leia lo despertó de su hibernación.

Dormir durante años aun no es posible en la realidad, pero en la ficción está todo permitido. Y también en la imaginación colectiva, que ha conseguido congelar al mismísimo Walt Disney después de muerto.

-------------------------------------------------------------------------------

La penúltima imagen de este artículo es propiedad de SpaceWorks