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El español que pondrá un robot en la Luna para ganar el millonario premio de Google

Antes de que acabe el año, el ser humano habrá emulado la hazaña lograda por la Unión Soviética en el ya lejano septiembre de 1959, cuando la sonda Luna 2 se convirtió en el primer artefacto humano que tocó la superficie lunar con éxito. Casi sesenta años después y prácticamente medio siglo más tarde de que Armstrong pronunciara aquello de “un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad” al poner sus pies sobre el satélite terrestre, Google logrará que un artefacto llegue a la Luna. En concreto, un robot que deberá recorrer al menos 500 metros y enviar imágenes y vídeo en alta definición.

Al menos eso pretende la compañía con su Google Lunar X Prize, una iniciativa anunciada por los de Mountain View en 2007 que está a punto de alcanzar su objetivo. No obstante, Google no será la responsable directa de esta nueva llegada a la Luna, sino que lo serán SpaceIL, Moon Express, Synergy Moon, TeamIndus y Hakuto, los cinco equipos que aún participan en esta singular carrera lunar organizada por el gigante tecnológico. Es precisamente en Hakuto, el equipo japonés, donde el español Oriol Gásquez trabaja para llevar al ‘rover’ nipón hasta el satélite y alzarse con la victoria.

“El 28 de diciembre es cuando tenemos planteado el lanzamiento del cohete, y ahora mismo estamos con la fabricación de nuestro ‘rover’, tanto el que volará como unas cuantas copias más para hacer unas cuantas pruebas”, explica el propio Gásquez desde Tokio a HojaDeRouter.com.

Su aterrizaje en el equipo nipón es, en realidad, una historia en la que se combinan las casualidades y el tesón. Fue en 2015 cuando Gásquez, alumno por aquel entonces del programa de verano celebrado por la International Space University en Estados Unidos, conoció a Kazuya Yoshida, profesor de la Universidad de Tohoku que, junto a la 'startup' ispace, encabeza el proyecto nipón para llevar un robot a la Luna de la mano del X Prize.

“Nos habló sobre el proyecto y me pareció muy interesante en su momento”, rememora Gásquez. “Le pregunté si tenían pensado contratar a más gente, pero en ese momento no había suficientes fondos y, de hecho, eran solo cuatro o cinco ingenieros”, continúa. Aquella negativa no frenó a este ingeniero aeronáutico que tiene ahora 26 años: ofreció su trabajo voluntario, dejó el empleo que tenía en España y, en febrero de 2016, cambió Barcelona por Sendai, al norte de Japón.

“Estuve investigando temas relacionados con el proyecto y, por ejemplo, cree un sistema de telecontrol del ‘rover’ mediante una interfaz de realidad virtual con unas Oculus Rift”, recuerda el joven. Sin embargo, su estancia en Sendai tenía fecha de caducidad. Seis meses más tarde, “cuando estaba a punto de entrar en números rojos”, la suerte cambió de bando: ispace, la compañía que hay detrás del proyecto Hakuto, necesitaba contratar a alguien para trabajar en el sistema de control del robot que llegará a la Luna el próximo 28 de diciembre. Y quién mejor para ello que Oriol Gásquez, que ya conocía el proyecto y había trabajado en él desde la Universidad de Tohoku junto al profesor Yoshida.

Desde entonces, el español vive en la capital nipona, desde donde se encarga de diseñar el ‘software’ que usarán desde el centro de control de la misión para controlar los pasos del ‘rover’ lunar, siendo uno de los dos únicos europeos que forman parte del equipo y, a la vez, el miembro más joven de los veinte empleados de ispace dedicados al proyecto de Hakuto (y a los que habría que sumar los estudiantes que colaboran desde la Universidad de Tohoku y unos setenta voluntarios que ayudan con la promoción).

Un incómodo compañero de viaje

Diciembre no terminará sin que Gásquez haya puesto su granito de arena en el alunizaje de un robot. No obstante, para ello, primero tendrá que llegar a buen puerto el acuerdo que Hakuto tiene con TeamIndus, el equipo indio que aún participa en el Google Lunar X Prize. Tal y como explica el español, el proyecto nipón carece de lanzadera, por lo que se ha asociado con sus contrincantes para compartir viaje hasta el satélite terrestre. “El cohete no es cosa nuestra, sino cosa suya. Y no tienen, pero han contratado uno de la Agencia India de Investigación Espacial”, explica el ingeniero aeronáutico reconvertido en desarrollador.

Una vez sobre la superficie lunar, el premio de 20 millones de dólares (cerca de 19 millones de euros) será para el primer equipo que logre recorrer los 500 metros y enviar las imágenes a la Tierra. Será, por tanto, una auténtica carrera entre robots, suponiendo que ninguno de los otros participantes se adelante a los nipones e indios.

En cualquier caso, hay ciertos requisitos que tienen que cumplir si quieren proclamarse vencedores: deben completar la misión antes de que acabe el año y, además, haberlo hecho contando con financiación casi exclusivamente privada. Y ese último es precisamente el que Gásquez señala como el gran reto de cara a llegar a la Luna. “Es un punto muy difícil, porque has de convencer a tus inversores de algo que en realidad es bastante a largo plazo”, explica el joven.

No en vano, Gásquez señala que el verdadero premio no son los millones que Google pone sobre la mesa, sino la posibilidad de abrir un camino aún por explorar: el de la explotación de recursos situados en el espacio exterior. “Un inversor de esta misión no gana nada”, recuerda. “Miramos al largo plazo, a la economía espacial, porque el primero que dé un pelotazo ahí será el primer billonario”, explica el miembro del equipo nipón. “Hay mucho dinero por hacer ahí”, sentencia.

De hecho, se podría decir que la dotación económica, a estas alturas, no sirve para mucho más que cubrir costes. Al menos a juzgar por las estimaciones del propio Gásquez, que señala que los costes del lanzamiento más los derivados de años de investigación y desarrollo del ‘rover’ ascenderían, precisamente, a unos 20 millones de dólares. “Al final, lo que te llevas de premio son más o menos las gallinas que entran por las que salen”, bromea.

La aspiración de los cinco equipos que siguen en la competición (de la treintena que arrancó hace una década, entre ellos uno español, el Barcelona Moon Team, que se quedó en el camino) es convertirse en la compañía que cree la infraestructura necesaria para desarrollar la economía espacial. Para explicar la importancia de esto, Gásquez recurre al ejemplo de internet: si bien Google y Facebook son las compañías más famosas, son solo aplicaciones que no existirían si otras, como Cisco o IBM, no hubieran creado y mantenido la infraestructura de la Red. “Apostamos por la infraestructura del espacio. Lo que se cree a partir de ahí ya es cosa de lo que aparezca después”, comenta.

Para lograrlo, ispace planea enviar otros robots que busquen agua en zonas concretas del satélite. El objetivo: extraer en el futuro materiales lunares. Y un español podría ser protagonista de esos hitos de la economía espacial, aunque antes debe ganar una carrera. 

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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Hakuto, Oriol Gásquez y Wikimedia Commons