“Se fabrican esposas”: la tecnología que predijeron las mujeres hace un siglo

La aristócrata rusa Vera Zarovitch viaja en barco a Francia para encontrarse con su marido y su hijo. De pronto, un torbellino se traga su embarcación y aparece en Mizora, un país del interior de la Tierra. El lugar nada tiene que ver con la Siberia en la que había estado exiliada y de la que huía en busca de su familia. Allí se encuentra con “una maquinita, con cepillos y esponjas acoplados, que recorría el suelo a toda velocidad restregando y secando la superficie a su paso”. Como una Roomba, pero a finales del siglo XIX. Y en ese país, Mizora, las mujeres profesoras e investigadoras son las que mejor vistas están en la sociedad.

En Mizora hay robots domésticos, hologramas y retransmisión en streaming de obras de teatro y óperasstreaming, que Zarovitch también contempla. Pero este futurista lugar solo existe en la ficción, en la novela que la escritora estadounidense Mary E. Bradley publicó entre 1880 y 1881. Algunos fragmentos de Mizora, que así se llamaba el libro, forman parte de la antología Se fabrican esposas por encargo y otros relatos: Ciencia ficción y utopías de escritoras en la frontera de los siglos XIX y XX.

Las profesoras Isabel Alquézar y Berta Lázaro son las encargadas de la edición y traducción de los fragmentos de Mizora y de otros ocho escritos de autoras muy desconocidas entre el público español. En las obras de la selección, estas visionarias vaticinaron inventos como la Roomba o YouTube, y también los robots de cocina, el coche volador o el uso doméstico de la energía solar. Pero, además, en sus textos se recogía una defensa de la mujer y de sus posibilidades, una crítica a la economía capitalista y un rechazo absoluto al trabajo infantil, temas de la sociedad de entresiglos que les tocó vivir.

Alquézar es catedrática de Inglés en un centro de educación para adultos en Logroño y Lázaro de Física y Química en un instituto navarro. Ambas comparten la pasión por la lectura y la traducción. Antes de publicar Se fabrican esposas por encargo, habían traducido y editado Los derechos de los hombres y otras utopías, un ensayo publicado por Annie Denton Cridge en 1870 que denuncia la situación de desigualdad de las mujeres y plantea un mundo al revés en el que los roles asociados a cada sexo se encuentran invertidos. Alquézar había encontrado por casualidad este texto, que entusiasmó a ambas y les puso sobre la pista de otras autoras y las revistas en las que publicaban.

“Inicialmente buscábamos utopías con la línea reivindicativa del texto de Annie Denton”, explica Alquézar a HojaDeRouter.com, “pero pronto nos encontramos con otros que también nos interesaron mucho y que podían calificarse de auténticos relatos de ciencia ficción”. En dichas utopías, los avances sociales se mezclan con innovaciones científicas y tecnológicas que suponen progresos sustanciales.

Las autoras de esta antología son unas completas desconocidas. Tan solo una de ellas, Adeline Knapp, tiene página en la Wikipedia en inglés. “No están en las antologías ni en la historia de la ciencia ficción. Siempre hay cosas que rescatar y reivindicar en todos los terrenos, pero si hay un déficit evidente este corresponde a las aportaciones de las mujeres, injustamente relegadas o ignoradas en tantas ocasiones, y nosotras estamos interesadas en contribuir a su reparación”, explica Lázaro.

Se sabe poco de estas autoras, pero por sus investigaciones, Alquézar y Lázaro deducen que eran personas instruidas que conocían los avances de aquella época y que tenían una posición social que les permitía acceder a la cultura y dedicarse a la literatura. También, que tenían el deseo de reivindicar derechos para las mujeres, al conocer la discriminación y falta de oportunidades que sufrían.

El libro se abre con Una mirada al futuro, o el mundo en el siglo XIX, que publicó Elizabeth T. Corbert en 1879 en Godey’s Lady’s Book, una revista femenina de Filadelfia. Corbert, una autora de la que apenas se tiene información, da un salto de diez siglos para criticar la falta de avances tecnológicos de su época. “Hasta el siglo XXVI no se construyeron los primeros criados mecánicos, tan pésimamente diseñados y deficientes”, se dice en la obra.

Pero no hará falta esperar mil años para usar algunos de los inventos que vaticina, y que son ya parte del siglo XXI. Así, por ejemplo, los protagonistas tienen una cocinera mecánica que recuerda a cualquiera de los robots de cocina actuales, aunque el suyo quema la comida y no funciona a la hora del café, y cuentan con un “escritor de cartas” que manda misivas personalizadas de pésame o felicitación, aunque a veces se equivoca y da lugar a situaciones macabras. Eso sí, los globos se han convertido en un medio de transporte habitual hacia finales del siglo XXVI y los caballos no se verían sustituidos por propulsores eléctricos hasta el 2450.

Los fragmentos de Mizora, de Mary E. Bradley, son ricos en estos inventos. Además de los robots limpiadores y las óperas que se veían en todo el mundo (“todo un prodigio de fidelidad y viveza”), la aristócrata Zarovitch se maravilla con los conferenciantes que utilizan lo que hoy conocemos como hologramas para dirigirse “a una docena o más de auditorios dispersos en un área de miles de millas. En todos ellos el público escuchaba y observaba lo que parecía ser el personaje real”. Una de esas figuras se le acerca y comprueba que puede pasar la mano por ella, “y aun así la figura me parecía real”. Y las locomotoras, que se mueven con aire comprimido, tienen una especie de GPS, con el que se podía detectar un tren “a tres millas de distancia”.

En El sueño de Sultana, las mujeres dirigen la India en medio de importantes avances tecnológicos, como el coche aéreo o la energía solar para cocinar, que en 1905, cuando Rokheya Shekhawat Hossein publicó el relato en The Indian Ladies’ Magazine, apenas eran un sueño. Incluso, han inventado un globo conectado con tubos para recoger agua de la atmósfera y eliminar las tormentas del monzón.

Sociedades igualitarias y 1000 dólares al día para todos

Junto a esto, el relato de Hossein habla de una India en la que se ha establecido la edad mínima del matrimonio de las mujeres en 21 años y se han creado escuelas para generalizar la educación entre las niñas. Porque, aparte de los avances tecnológicos, las críticas a la estructura económica y a la sociedad sexista destacan frente a tanta innovación. Las mujeres han accedido a la educación superior en estas sociedades, hay igualdad de derechos y están muy bien valoradas en ámbitos como la enseñanza y la investigación. “Lo que presentan es un mundo armónico, donde la desigualdad y la corrupción son lacras del pasado”, resume Alquézar.

Las denuncias sociales se ven de forma muy clara en tres relatos de la periodista y escritora estadounidense Adelina Knapp, incluidos en sus Estudios sobre economía práctica. En el primero de ellos, La máquina descontenta (uno de los favoritos de Lázaro), unos empresarios han sustituido a sus obreros por un aparato con el que sacar un mayor beneficio; sin embargo, lo que no esperaban es que el artilugio hablara y decidiera declararse en huelga porque, según sus palabras, “no me tratan bien”. “Gracias a mí su negocio se ha duplicado con creces [...] y a pesar de eso en todos estos meses no me han pagado ni un solo centavo por mis servicios”, dice la máquina a los capitalistas, que se niegan a atenderla mejor que a unos obreros “que solo reciben lo justo para vivir” y con los que se enriquecen del mismo modo.

En el segundo, Mil dólares al día, Knapp, defensora de los trabajadores en su trayectoria, plantea que todos los habitantes del país mayores de 18 años reciban 1000 dólares al día, en una distribución de la riqueza mundial. Pero ¿quién trabajará en ese mundo para hacer el pan, las botas o la leche? En el tercero, El enfermo, el cuerpo humano se convierte en una metáfora de la economía capitalista: el hígado es el empresario, del que forman parte los glóbulos rojos más ricos, y que “tienen mucho peso en el gobierno y nunca consentirían cambiar el statu quo”; los glóbulos blancos, en cambio, son los niños que hacen trabajos de adulto (Knapp fue muy crítica con el trabajo infantil).

Se fabrican esposas por encargo (favorito de Alquézar junto a El enfermo) fue publicado por Alice W. Fuller en 1895 en The Arena, una revista de Boston que apostaba por el periodismo de investigación y que se comprometía a que el 30 % de los artículos de cada volumen estuvieran escritos por mujeres, según cuenta en el prólogo de la antología María Luisa Lázaro, también profesora de Inglés en un instituto. Un hombre consigue una complaciente mujer de cera que le aporta temas de conversación a través de tubos de sonido, pero no está programada para cuando su dueño tiene problemas financieros y actúa con sonrisas y buenas palabras. De este modo, el relato es una crítica a la supremacía masculina y al papel de la mujer sometida a los hombres.

En Así puede ser: Una historia del futuro (1905), Bessie Story Rogers cuenta las andanzas de una mujer que fallece en 1905 y resucita mil años después, en un mundo en el que el dinero ha dejado de ser “la principal aspiración” de muchos y donde las sociedades han optado por una alimentación vegana. Y aunque ya cuentan con relojes eléctricos y un “medidor del tiempo atmosférico” que les permite conocer el tiempo del día siguiente (para esto tampoco ha hecho falta esperar diez siglos), los platos de porcelana se han sustituido por unos de papel no absorbente. “Son muy baratos y cuando se manchan nos deshacemos de ellos”, dice la señora Linden, una de las habitantes de ese 2905.

Las autoras y los relatos son poco conocidos, pero la antología ayudará a reivindicar sus vaticinios y reivindicaciones en la etapa de entresiglos. De hecho, Lázaro explica que una profesora universitaria de Macroeconomía les ha pedido autorización para usar los textos en clase y que docentes de Secundaria ya los están utilizando en la asignatura de Valores Éticos. El mejor uso para unas autoras que vaticinaron tanto como sus compañeros hombres, aunque no se les reconozca lo más mínimo.  

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Las imágenes son propiedad, por orden de aparición, de Pixabay y Wikipedia, y cedidas por Berta Lázaro