Un blog sobre leyes y tecnología por y para iLetrados digitales. Derecho para todos los públicos de la mano de Jorge Campanillas, Marina Franganillo, Miriam García, David Maeztu, Jorge Morell, Andy Ramos, Ruth Sala, Alejandro Sánchez, Alejandro Touriño y Roberto Yanguas.
Los términos y condiciones (que no lees) compiten con las leyes nacionales
¿Te has fijado en lo que promete Facebook en su portada? “Es gratis y lo será siempre”.
La verdad es que, en sus 10 años de vida, ese ha sido el caso. Sin embargo, echa un ojo a la Declaración de Derechos y Responsabilidades que aceptaste al darte de alta (forma parte de sus términos y condiciones, concretamente en su apartado 9.14), a ver qué dice sobre la cuestión: “No garantizamos que la plataforma vaya a ser siempre gratuita”. Vaya con la promesa, pues…
Por cierto, ¿sabías que WhatsApp puede echarte del servicio si lo usas con una finalidad comercial, como por ejemplo publicidad o servicio de atención al cliente? Al aceptar sus términos y condiciones te comprometiste a darle a la aplicación una utilidad únicamente personal, no profesional.
Sirvan estos ejemplos como dos pequeñas muestras de lo mucho que aceptamos (sin leer) al darnos de alta en un servicio o adquirir un producto suscribiendo la siguiente afirmación: “Sí, he leído y acepto los términos y condiciones”. Presentes ya a todos los niveles, pronto también en los más íntimos gracias a la llamada 'internet de las cosas', más de uno ha catalogado ya los términos y condiciones como la mayor mentira de internet, si bien para mí son el mayor autoengaño.
Por falta de concienciación, desastroso formato y la búsqueda continua de la comodidad como usuarios, vemos los términos y condiciones como un simple trámite más, sin mayor relevancia. Un clic en el botón de “aceptar” que, sin embargo, sí es relevante, tanto en la esfera personal como en la profesional (véase el ejemplo de Whatsapp). Mientras nosotros mostrábamos indiferencia, se han ido introduciendo en casi cada recoveco de nuestra vida digital, uno tras otro. Porque alguien sí les prestaba mucha atención: los servicios que los crean.
Para ellos, especialmente para los que tienen un volumen y un peso casi más propio de un estado que de una empresa privada (Facebook tiene casi tantos usuarios como habitantes China), son la pieza fundamental desde la que construir y organizar sus servicios de carácter mundial, coste cero y basados en anuncios nutridos de tantos datos como sea posible. Además de tener normalmente origen en EE.UU.
¿Pero por qué los términos y condiciones de esas 'megacorporaciones' son tan relevantes para su modelo de negocio? Para empezar, son normas privadas no limitadas por fronteras, dado su carácter universal, que se aplican de forma uniforme en el país que sea. Como decía hace poco Twitter: “Nuestras reglas se aplican a todos los usuarios en todos los países. Por lo tanto, una cuenta que viole nuestra política de suplantación podrá ser suspendida en Rusia, Irlanda o los Estados Unidos”.
Se trata además de normas que se aplican unilateralmente, ante las que se puede hacer poco más que aceptarlas, y que cambian mucho y rápido para garantizar su eficacia. En relación a los cambios, un dato: el 58,1% de los cambios este año no se han comunicado en ningún sentido al usuario.
Son a su vez influyentes, comienzan a darse cambios normativos que son simplemente un reflejo de sus previsiones, y presentan una eficacia y un potencial de aplicación que la mayoría de estados envidian. Sirva como ejemplo lo que sucedió con Gmail este verano o los supuestos casos de censura en Twitter y Facebook al abusar de sus condiciones de uso gobiernos como el de Turquía.
Con base en esas características, resulta difícil negar la relevancia que han adquirido hoy en día los términos y condiciones, en especial los de grandes servicios, capaces de regular la esfera personal y profesional de una masiva cantidad de usuarios, de forma uniforme, unilateral, universal y con una muy considerable influencia. Hasta el punto de hablar de tú a tú a las leyes nacionales de muchos estados.
Por ello resulta necesario no perder más tiempo y comenzar a dedicarles la atención que se merecen. En primer lugar concienciando sobre su significación, para lo cual debe ayudar la 'traducción' de los actuales a formatos más sencillos de comprender, como por ejemplo se hace desde ToSDRToSDR. En segundo lugar, se necesita una reinvención del típico modelo de términos y condiciones, crear uno nuevo que huya de utilizar única y exclusivamente el texto e incorpore otros formatos, medios y herramientas para expresar el mismo contenido. Es algo que ya hacen varios servicios.
Finalmente, se requiere una tarea de vigilancia y control minuto a minuto con la intención de saber que cambian y qué no, especialmente dada su facilidad para mutar pero también para esconder el cambio. Entre otros, quien esto escribe realiza desde Términos y Condiciones esa tarea a través del boletín semanal.
Por tanto, leamos, aunque sea simplemente en puntos clave, los términos y condiciones. No son un simple trámite. Con ello seremos usuarios informados que han decidido dejar de autoengañarse para interactuar de igual a igual con esas ya 'megacorporaciones'.
¿Te has fijado en lo que promete Facebook en su portada? “Es gratis y lo será siempre”.
La verdad es que, en sus 10 años de vida, ese ha sido el caso. Sin embargo, echa un ojo a la Declaración de Derechos y Responsabilidades que aceptaste al darte de alta (forma parte de sus términos y condiciones, concretamente en su apartado 9.14), a ver qué dice sobre la cuestión: “No garantizamos que la plataforma vaya a ser siempre gratuita”. Vaya con la promesa, pues…