¿Sabías que Skype nació en Estonia? Bienvenido a la república exsoviética de la tecnología
Imagina un lugar donde absolutamente todo está informatizado. Un rincón donde todo depende de la última tecnología, donde los ciudadanos pueden participar de forma directa en las decisiones políticas gracias a una democracia 2.0. Un sitio en el que el acceso a internet se ha convertido en un derecho humano y el carecer de los recursos necesarios para disponer de conexión es incluso un motivo de exclusión social. ¿Crees que algo así podría existir en este mundo? Abre los ojos y deja de fantasear. Hablamos de Tallín, la capital de Estonia.
Tras independizarse de la Unión Soviética en 1991, Estonia se enfrentó al reto de construir una burocracia desde cero y no dudó a la hora de incorporar las incipientes tecnologías de la información. Su desarrollo en este ámbito es tal que la programación informática ha pasado a formar parte del plan de estudios de algunas escuelas primarias. Los cerca de 1,3 millones de estonios son ciudadanos completamente conectados y poco menos que no existen sin el chip integrado en su tarjeta de identificación. Sin él no podrían votar, realizar las más cotidianas transacciones o incluso obtener una receta médica.
Pero ahí no acaba todo. El mismo espíritu que llevó a sus primeros gobernantes a innovar en la Administración tras la independencia ha prendido la mecha del emprendimiento hasta el punto de que Estonia ostenta el récord mundial de creación de empresas por persona. Quizá por ello fue en este país de algo más de 45.000 kilómetros cuadrados donde el sueco Niklas Zennström, el danés Janus Friis y el estonio Ahti Heinla se reunieron para dar vida a Skype.
Pese a lo desapercibida que ha pasado esta pequeña potencia tecnológica - y eso que entre sus fronteras se encuentra Tecnópolis (la pequeña Silicon Valley europea) -, las bases de esta cultura se remontan a la ocupación soviética. Sin ir más lejos, Heinla, el único estonio del equipo que vio nacer a Skype y responsable de la ingeniería que hay detrás de la plataforma de llamadas VoIP, aprendió programación gracias a su padre y su madre. Ambos trabajaron en el Instituto de Cibernética de Tallin, fundado en 1960.
Sin duda esta es la compañía que, al menos hasta la fecha, más lejos ha llegado. Una pequeña 'start-up' que, tras pasar por manos de eBay en 2005, fue adquirida por Microsoft en 2011 por 8.500 millones de dólares (6.410 millones de euros). Y es que, pese a los muchos inconvenientes que podría suponer la creación de una compañía en un lugar apartado de las grandes líneas de tránsito mundial de divisas, los estonios han aprendido que lo que no te mata te hace más fuerte para convertir las debilidades en fortalezas.
Así, el ecosistema empresarial que allí se ha creado incorpora la dinámica de la internacionalización: los emprendedores saben desde el primer día que habrán de salir al extranjero en busca de clientes y financiación. Razón por la cual 18 de los 21,6 millones de euros (28,6 millones dólares) de capital de riesgo que se invirtieron en Estonia en 2012 procedían de otros países. Unas cifras que desmontan el argumento esgrimido por muchos para defender que este 'boom' emprendedor se sostiene gracias a las ayudas otorgadas por el Gobierno.
En este desconocido contexto de una de las ciudades más desarrolladas tecnológicamente del mundo fue donde Skype surgió en 2003. Una firma que revolucionó las comunicación alrededor de todo el planeta facilitando el contacto de las personas independientemente del lugar donde se encontrasen. Aunque ahora son muchos los competidores que intentan arrebatarle el trono, Skype sigue a la cabeza de las plataformas de llamadas por voIP con 800 millones de usuarios en el mundo y a finales de 2012 experimentó su mayor incremento en número de usuarios mensuales.