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Pastafaris por el mundo: luchando por la oficialidad con un colador en la cabeza

La pasta es un alimento casi universal. La cantidad de ingredientes con los que pueden prepararse los macarrones, espaguetis, tallarines, raviolis (y el resto de una lista interminable de variedades) los convierte en el plato perfecto para cualquier ocasión. Para algunos son una forma de subsistencia, su modo de vida. Otros, literalmente, los adoran.

Si buscas en Twitter el ‘hastag’ #WeArePastafarians encontrarás una comunidad de fieles de un dios muy particular: en su imagen solo aparecen un puñado de espaguetis, un par de ojillos saltones y dos bolas de carne. Los miembros de la iglesia del Monstruo del Espagueti Volador (FSM por sus siglas en inglés) encuentran su lugar de reunión en la Red. Desde que su profeta original, Bobby Henderson, creara el Pastafarismo en 2005, sus seguidores se han multiplicado.

“Es una gran idea, un ‘meme’ de internet con una enorme replicabilidad”, asegura a HojaDeRouter.com Carole Cusack, experta en estudios religiosos y especialmente en las tendencias contemporáneas en este campo. También es autora del libro ‘Religiones inventadas: imaginación, ficción y fe’, donde habla de movimientos como el Pastafarismo, el Jediismo y la iglesia del SubGenio.

“Muchos se unen porque son ateos y utilizan la iglesia del FSM para burlarse de la religión; otros por su originalidad”, continúa la investigadora de la Universidad de Sydney. Henderson, en realidad físico, escribió una carta protesta ante la decisión del gobierno de Kansas de impartir en los colegios la teoría del diseño inteligente como alternativa a la evolución biológica de Darwin. Si uno o varios agentes inteligentes han creado el universo, ¿por qué no iba a hacerlo un monstruo de espagueti? Como no obtuvo respuesta de las autoridades educativas, difundió su reivindicación en internet.

A partir de entonces, los pastafaris o piratas (como también se autodenominan) de diferentes partes del mundo piden que su religión sea considerada oficial en sus respectivos países.

Los devotos del pastafarismo demuestran su fe apareciendo en la fotografía del carné de conducir con un colador en la cabeza. “En los países donde se ha conseguido es como si se considerara oficial, porque en el carné de identidad la única razón por la que puedes tapar tu rostro o el pelo es por motivos religiosos”, explica Fergus Reig, miembro de la iglesia Pastafari en España.

En 2013, el tejano Eddie Castilllo fue el primer estadounidense en aparecer de esta guisa en su licencia. El pasado mes de agosto, el ciudadano de la Columbia Británica Obi Canuel también hizo un intento, pero la compañía de seguros ICBC rechazó su solicitud porque no creía que ninguna doctrina le obligara a llevar el complemento.

Incluso algún político se ha declarado devoto de la iglesia del espagueti. Christopher Schaeffer es un concejal pastafari que forma parte de las filas del ayuntamiento de Pomfret, en el Estado de Nueva York. En la ceremonia de jura del cargo, celebrada en enero, llevaba en su cabeza el símbolo de los siervos del monstruo. Henderson afirmaba en la página oficial de la iglesia que Schaeffer realizaría una gran labor en la administración de la localidad independientemente de sus creencias.

“Tiene mucha acogida entre las subculturas de los amantes de los videojuegos y las tecnologías de la información”, dice Cusack. Un ejemplo es la Fundación P.A.S.T.A. - la que promovió el ‘hashtag’ mencionado -, que se unió a la Dragon Con 2014, un evento que aborda la cultura 'geek' desde la ciencia ficción, los videojuegos, los cómics, la literatura, la música y el cine.

La organización aboga por “el entendimiento y aceptación global de la iglesia del Mostruo del Espagueti Volador”. Su vídeo más reciente ha abierto una rocambolesca polémica entre los piratas. ¿Deben los pastafaris partir los espaguetis antes de hervirlos? El 78% cree que no tiene importancia: su divinidad les concedió el inmenso regalo de la pasta para que lo disfruten; su longitud no es relevante.

La doctrina ha llegado también a Europa. El austriaco Niko Alm consiguió la hazaña del colador en el carné después de que, en 2011, las autoridades le obligaran a pasar un test psicológico para confirmar que estaba en plenas facultades para conducir. Desde ese mismo año, el checo Novy Lukas sale en la imagen de su licencia con un escurridor.

Aunque los pastafaris polacos solicitaron al Ministerio de Administración que su religión tuviera el rango de las mayoritarias en el país, su petición fue rechazada y les negaron la prórroga de dos meses que pedían para presentar la documentación necesaria. Sin embargo, en abril de 2014, los jueces del Tribunal de Varsovia revisaron la causa y dictaminaron que no existía objeción alguna para que la iglesia del FSM pudiera ser declarada oficial. Un grupo de fieles congregados a las puertas de la institución celebraba la noticia al grito de “pasta”.

En Alemania es la ‘Kirche des Fliegenden Spaghettimonsters’ y la ‘Chiesa Pastafiariana Italiana’ fue fundada en Roma hace dos años. Este verano, dos de los fieles, Manuela y Gianni, se casaron por el rito pastafari. Él acudió a la ceremonia vestido de pirata.

Los pastafaris españoles ya han intentado que su doctrina sea reconocida. “En 2010 fuimos a la notaría y llevamos unas actas al Registro de Entidades Religiosas”, explica Fergus Reig, miembro del movimiento. “Se rechazó aduciendo que la base de la fe no quedaba clara”, prosigue. Reig afirma que esta razón era aleatoria, porque para elaborar los estatutos se habían fijado en otras religiones que sí estaban aprobadas.

Todavía no han vuelto a llevar los papeles a la notaría, pero están en ello. Hace unos meses impulsaron una campaña de ‘crowfunding’. “Necesitamos el dinero porque el rechazo es casi seguro y después habría que recurrir a una instancia superior, que es caro”, explica el seguidor del FSM. Para evitar las trabas anteriores, han traducido el Evangelio del monstruo del espagueti volador al castellano con el fin de adjuntarlo con nueva documentación, incluido un certificado del número de fieles en España.

Otra de sus iniciativas fue solicitar la impresión de sellos del Monstruo Espagueti Volador. “Cuando vino el Papa y le hicieron sellos de la visita pedimos los nuestros”, cuenta Fergus. Sin embargo, en Correos se negaron. “Pueden decir que no si se trata de una persona que está viva o si creen que van a atentar contra el honor o son polémicos, y alegaron lo segundo”. Entonces, los encargaron en Francia, donde no pusieron ninguna pega. “Un chico en Andalucía consiguió ganar un arbitraje con Correos, así que al final tuvimos también los españoles”.

Un poco más lejos, en Australia, el 'Lobby Pastafari' ha emprendido diferentes acciones para reclamar su lugar. Sin embargo, los intentos de sus afiliados se han visto frustrados en varias ocasiones.

Guy Albon, originario de Adelaida, convenció a la funcionaria encargada de renovar su licencia de armas para que le hiciera la foto con el colador. La satisfacción no le ha durado demasiado. Seis meses después, cuando quiso cambiar ciertas especificaciones del documento, la policía no vio con buenos ojos que un ciudadano retratado con el utensilio de cocina poseyera dos rifles y dos pistolas. Aunque pasó el test psicológico al que le sometieron y le devolvieron el carné requisado, necesita uno nuevo. Esta vez, las autoridades le exigen una foto más convencional.

El pasado mes de septiembre, el Departamento de Transporte australiano denegó a Simon Leadbetter la posibilidad de mostrar el colador en su licencia de conducir. La autoridad alega que no está permitido llevar un complemento religioso solo para la fotografía; debe hacerlo también en su vida diaria.

De la tierra de los canguros viajamos a la del kiwi. En Nueva Zelanda, un ciudadano que responde al nombre de Rusell renovaba en junio su carné de conducir con una nueva y peculiar instantánea, similar a la del resto de seguidores del FSM. En declaraciones a una cadena de televisión neozelandesa afirmaba que solo pedía tener los mismos privilegios que “aquellos que creen en un hombre mágico celestial y pueden llevar un gorro como símbolo religioso”.

En Rusia no se han tomado demasiado bien este tipo de bromas. En marzo del año pasado, un grupo de pastafaris se concentraban pacíficamente en las calles de San Petersburgo para proclamar su fe. A los cristianos ortodoxos de la comunidad ‘God’s Will’ no les hizo ni pizca de gracia, a pesar de que todos los manifestantes llevaban un colador o un gorro de pirata. Avisaron a la Policía rusa, que redujo a los participantes. Ocho de ellos acabaron en comisaría, con sus correspondientes multas. Les acusaban de incumplir una ley que prohíbe insultar o mofarse de los sentimientos religiosos de los creyentes.

Fergus cuenta otra anécdota. “El fundador del Facebook ruso ha afirmado que era pastafari”. Habla de Pável Dúrov, el excéntrico creador de Vkontakte, una red social muy similar a la de Zuckerberg que ya no dirige y que ha caído en manos de los partidarios de Putin.

Estas son solo algunas de las hazañas y logros de los pastafaris. No hay una iglesia del Monstruo del Espagueti Volador en cada rincón del globo, pero sí muchos fieles. Además de reivindicaciones y protestas, y de un videojuego dedicado a su deidad, todos celebran el Día Internacional de Hablar como un Pirata. ¡Arrr!

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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Venganza.org, Niños de Fuego, Chiesa Pastafariana Italiana