Por qué la Unión Soviética fracasó en su intento de crear una internet comunista

1962. El mundo estaba al borde de una guerra nuclear a causa de la crisis de los misiles entre Estados Unidos, la Unión Soviética y Cuba. La Guerra Fría alcanzaba un punto álgido. Mientras, en Moscú intentaban ponerse a la vanguardia de la información creando redes de ordenadores para gestionar la economía planificada de toda la órbita de países comunistas. En Estados Unidos sabían algo, o por lo menos estaban preocupados por ello. Aunque los soviéticos llevaban desde mediados de los años 50 con esos trabajos, aún habría que esperar para el proyecto más ambicioso. Una gran iniciativa que, sin embargo, no prosperó. ¿Por qué?

OGAS, como se llamó aquel gran intento de crear una internet soviética, y otras redes de ordenadores de la URSS son las protagonistas de 'How Not to Network a Nation' (The MIT Press), un libro del historiador Benjamin Peters que se sumerge en la historia y el contexto de una nación que buscaba mejorar su modelo económico a través de la informática. Peters comenzó a hacerse preguntas sobre la Unión Soviética cuando era un estudiante universitario y viajó en 2001 a la ciudad rusa de Balakovo para hacer un voluntariado, cuenta a HojaDeRouter.com. Estaba en una ciudad de 200.000 habitantes con una gran infraestructura militar y de fábricas, con una central nuclear y otra térmica. “¿Por qué alguien decide invertir en tanta infraestructura en una ciudad tan pequeña?”, se preguntó.

Unos años después, tras graduarse, se encontraba en Colombia leyendo un libro con documentos desclasificados de la CIA de los años 60, en los que se mostraba su preocupación por que los soviéticos estuvieran construyendo una red unificada de información. ¿Qué pasó con aquella infraestructura? ARPANET vería la luz unos años después en Estados Unidos, en 1969. ¿Por qué no había desarrollos soviéticos comparables en los años 60? Para él, tenía sentido que, en la carrera tecnológica dentro de la Guerra Fría, los informáticos soviéticos intentaran construir dicha red. Al fin y al cabo, ya habían realizado una gran inversión, con su consiguiente éxito, en campos como la energía nuclear, la ingeniería espacial, las matemáticas o la ciencia. Recordó su viejo voluntariado.

Lo que comenzó como una “curiosidad”, según explica ahora, se convirtió en una investigación por archivos de Moscú y Kiev y en un libro. Para él, la principal razón que explica la diferencia de éxito entre ARPANET y OGAS es que “los capitalistas se comportaron como socialistas y los socialistas se comportaron como capitalistas. ARPANET tuvo éxito debido a la financiación del Estado” y a un entorno de investigación colaborativo. O, como dice en el libro, “la primera red de ordenadores civiles y global se desarrolló entre capitalistas cooperativos, no entre socialistas competitivos”.

De haberse concretado, OGAS se parecería a lo que ahora llamamos 'cloud computing'. La idea de su promotor, Víktor Glushkov, era que los trabajadores (porque no se concebía como una red militar, sino como algo que los obreros pudieran usar y manejar) subieran desde cualquier empresa o fábrica los resultados de producción, las dudas o experiencias para otros compañeros. Sus informes o recomendaciones servirían para mejorar el flujo de trabajo, que se almacenaría automáticamente en una base de datos para el análisis local, regional o estatal. En un formato piramidal, esta información enviada a través de una red de 20.000 ordenadores iría a otros cien o doscientos centros de toma de decisiones de grandes ciudades, que solo responderían a la gran sede, situada en Moscú.

OGAS no era ARPANET. “Buscaba mucho más que transferir datos y comunicación entre científicos”, escribe Peters. La información facilitada por todos estaría también al alcance de todos. Y aún más: podría transmitirse, modificarse y gestionarse en tiempo real. Aunque el centro estuviera en Moscú, la idea era crear una red descentralizada, antiburocrática y orientada al trabajador.

OGAS aparecía ante sus fundadores como la actualización de la tecnología de la información que la Unión Soviética necesitaba para desarrollar la economía planificada que tenía por meta, explica Peters en su libro. Eso sí, nunca se especificó en qué formato se compartiría esa información, pero esta podría haber compartido espacio con 500.000 dosieres que tenían en mente los diseñadores, redactados por científicos, ingenieros o ejecutivos extranjeros.

¿Por qué no funcionó? Hay que volver a la comparación entre comunismo y socialismo que apuntaba Peters: la escala y los costes asociados para este sistema eran colosales. “En sus planes iniciales”, escribe el historiador en su libro, “el proyecto OGAS estimaba que se necesitarían más de 30 años para estar completamente en línea, que haría falta una mano de obra de 300.000 personas y que sus costes serían de más de 20.000 millones de rublos durante los primeros 15 años”.

Además, algunos militares no querían que la economía planificada se mezclara con los civiles (“especialmente cuando eso significaba arreglar la economía planificada que ya alimentaba sus arcas”, dice Peters en el libro). Por otra parte, los ministerios de corte económico querían que OGAS quedara bajo su tutela (estaba previsto que fuera competencia de Administración Estadística Central). Incluso, los gestores y trabajadores de las fábricas y la administración burocrática temían que las redes les hicieran prescindibles como parte del sistema económico. Por último, algunos economistas también criticaron que la red frenaría las reformas del mercado que estaban proponiendo, que a su juicio supondrían mejoras.

Por tanto, en vez de una red nacional, durante los años 70 se construyeron centenares de sistemas de gestión automáticos (ASU): en la práctica, un ordenador que permitía controlar la maquinaría de la fábrica y comunicarse con ella a través de procesos programables. Sin embargo, estas redes locales, que ya existían antes de OGAS, nunca se conectaron entre sí. Además, estos sistemas muchas veces tuvieron escaso éxito: de nuevo, algunos de los responsables de las fábricas temían verse sustituidos o no eran capaces de hacerse con el funcionamiento del sistema.

Confiando en los ordenadores

Aunque OGAS fue el proyecto más ambicioso, ya desde los años 50 los investigadores soviéticos tuvieron muy claro que debían usar ordenadores interconectados para controlar la toma de decisiones económicas y favorecer las comunicaciones ciudadanas. Hubo por lo menos tres proyectos para construir una especie de internet soviética. En 1959, Anatoly Kitov propuso que economistas civiles usaran las redes militares para solucionar problemas en la economía. Aquel esbozo de una red se llamaba EASU. ESS fue el segundo intento; en 1962 y de la mano del científico Aleksandr Kharkevich, buscaba estandarizar y consolidar todas las señales de comunicación en la Unión Soviética. Y el tercero fue una propuesta para un sistema racional del control de la economía mediante una red de ordenadores a nivel nacional.

EASU llegaba de la mano de Anatoly Kitov, considerado uno de los padres de la cibernética soviética. Estudiante estrella de matemáticas, fue oficial durante la Segunda Guerra Mundial. En 1953, le pidieron que preparara un informe sobre el estado de la informática en Occidente. Sus conclusiones, muy positivas, sirvieron para la creación de centros de computación para las diferentes ramas del Ejército. Sin embargo, Kitov también se preguntaba cómo las redes podían beneficiar a los civiles. En 1956 escribió un libro en el que explicaba el potencial de los ordenadores como una herramienta esencial para modelar, programar y regular la economía soviética. Ese fue el germen de EASU, que proponía por primera vez una infraestructura de comunicación a larga distancia para alcanzar el máximo de excelencia que se pedía a una economía planificada.

La comisión que revisó el informe de Kitov lo rechazó y, según explica Peters en su libro, “siguieron el procedimiento soviético estándar de quemar la propuesta no sancionada e irreproducible”. Al parecer, era difícil cerrar la brecha entre el Ejército y los civiles.

ESS surgió en 1962, cuando Aleksandr Kharkevich propuso una red de comunicación para todo el país que, a diferencia de lo que luego fue OGAS, no proponía solucionar problemas sino transmitir informaciones. Kharkevich sugería que la red usara la infraestructura telefónica o eléctrica ya existente para difundir los datos. Sin embargo, el 30 de marzo de 1965, antes de que se hiciera algún tipo de progreso, Kharkevich fallecía, y nadie tomó las riendas de su proyecto.

Por último, en noviembre de 1962, en la reunión del comité central del Partido Comunista se habló de mecanizar y automatizar procesos industriales y del control administrativo sobre esto. La estructura propuesta (que Peters recoge en el libro como “sistema racional del control económico”) fue, como luego en el caso de OGAS, piramidal, con los ordenadores conectados a los consejos regionales económicos. Sin embargo, en este caso los costes no tendrían que haber sido un problema: 94 millones de rublos. Tampoco los plazos de su puesta en marcha: la primera serie de centros informáticos tardaría solo tres años en completarse. Fracasó porque los científicos y economistas se toparon con la oposición de algunas agencias estatales líderes del partido, que se preguntaban con temor “si la reforma tecnocrática llevaría al control apropiado sobre la información” en el sistema de economía planificada, escribe Peters en su libro.

Los costes, las defunciones inoportunas o la propia burocracia del Estado impidieron que la URSS se pusiera a la vanguardia de una red que preludiaba el 'cloud computing' y de otros sistemas precursores de internet. 

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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Andrew Kuznetsov, Wikipedia y Ariel López. La última ha sido cedida por Benjamin Peters