“Miles de personas se han unido para pedir justicia para Alan Turing y para que se reconozca la forma atroz en la que fue tratado. Turing fue juzgado por las leyes del momento, pero no podemos hacer nada para volver atrás. El trato que recibió fue verdaderamente injusto, por lo que me complace tener la oportunidad de decir lo mucho que siento lo ocurrido. Alan y muchos miles de hombres homosexuales fueron condenados por leyes homófobas recibiendo un trato terrible […] Alan merece el reconocimiento de haber contribuido a la humanidad, para que aquellos que nacimos después de 1945 lo hayamos hecho en una Europa unida, democrática y en paz […] Así que, en nombre del Gobierno británico y de todos los que hoy viven gracias al trabajo de Alan, debo decir: lo sentimos mucho. Merecías algo mejor”.
Es un fragmento de la carta de disculpa escrita el 10 de septiembre de 2009 por Gordon Brown, primer ministro británico entre 2007 y 2010, y dirigida al que es considerado el padre de la informática, Alan Turing, condenado en 1952 por ser homosexual. Sus opciones eran dos: cadena perpetua o castración química. Una condena homófoba que le llevó al suicidio solo dos años después, y que al menos hasta 2009 manchó el nombre del que había ayudado con sus conocimientos técnicos – rompiendo el cifrado de la máquina Enigma - a imponerse a la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.
Algunos meses antes, el 23 de junio de 2009, un programador amante de las matemáticas escribía una entrada en su blog denunciandoescribía una entrada en su blog que la comunidad de informáticos británica había olvidado el trabajo de Turing, y cómo medio siglo después la mala reputación seguía persiguiendo al genio de la criptografía por homosexual, convicto y suicida.
“Hasta 2001 nadie le había dedicado ni una estatua. Hoy es el 97 cumpleaños de Alan Turing, o por lo menos lo hubiera sido si no fuera por su muerte prematura. ¿No es hora de que el Gobierno británico pida disculpas por la forma en que le trató?”. Poco menos de tres meses fueron necesarios para que el autor de este blog lograra su objetivo.
Una obligación moral
Se trata de John Graham-Cumming, el hombre que consiguió que el gobierno de Reino Unido restituyera la memoria de Alan Turing y la de todos los que fueron condenados en épocas pasadas por su orientación sexual.
Graham-Cumming explica a HojaDeRouter.com que su petición era una necesidad, casi una obligación después de haber estudiado matemáticas e informática y de conocer casi a la perfección la historia de Turing. Lo considera una persona “realmente fascinante”, que influyó mucho su orientación profesional y que contribuyó de forma decisiva a sus conocimientos actuales “sobre informática, códigos y cifrados”. Además, Graham-Cumming quería reclamar la atención de la sociedad inglesa, aun sabiendo que una disculpa ya en nada podía ayudar al propio Turing.
Pero, ¿por qué había esperado tanto tiempo para denunciar? El programador confiesa que su iniciativa fue fruto de la casualidad. Un 23 de junio, aniversario del nacimiento de Turing, se encontró con un tuit del actor Stephen Fry que le hizo pensar en la poca consideración que la política y la sociedad británica habían tenido con una de las mentes más brillantes de la historia reciente. “La terrible historia de su muerte volvió a mí”, recuerda, y ante la imposibilidad de comentarlo con su esposa, que estaba de viaje, decidió hacer público su enfado.
No esperaba recibir apoyo
Poco después de escribir aquel 'post', Graham-Cumming se enteró de la existencia de una web que permitía a cualquier ciudadano realizar una petición al primer ministro. Y Graham-Cumming lo hizo, publicando el mismo mensaje. Cualquiera podía firmar su solicitud después de que, el 4 de agosto de 2009, la web la aprobara. El programador tenía esperanzas de alcanzar las 500 firmas necesarias para obtener una respuesta, pero no muchas más.
Días después, medios como el Manchester Evening News y otros dirigidos al público homosexual se hicieron eco. Pero fue una publicación en el diario The Independent la que hizo que varios personajes famosos del mundo de la ciencia firmaran dicha petición. Entre ellos el biólogo Richard Dawkins y el propio Stephen Fry. Había conseguido casi 5.000 rúbricas. El 31 de agosto la BBC publicó la historia y las firmas aumentaron hasta 20.000.
“Entre los medios de comunicación y las redes la historia se hizo viral”, relata Graham-Cumming, “y fueron 32.000 personas las que se unieron”. La prensa jugó un papel importante, pero el programador sabe que sin los apoyos de personajes conocidos hubiera sido imposible. “Ellos le dieron visibilidad e hicieron que los medios más visibles se interesaran por el tema”.
Después de días de intenso trabajo, recibió una llamada desde el despacho del primer ministro. Alguien le aseguraba que esa misma noche se haría pública la disculpa oficial del Gobierno y querían comprobar que el texto era aprobado por el programador. Poco después era el propio Gordon Brown quien levantaba el teléfono para hablar con Graham-Cumming y confesarle que, hasta su iniciativa, no se había dado cuenta de que Reino Unido había enjuiciado y condenado a uno de sus héroes de guerra. “Cuando recibí su llamada entré en 'shock'. Creo que era la última persona con la que esperaba hablar”, afirma.
Al final su éxito era una forma de reconocer que la nación había estado actuando de forma incorrecta durante mucho tiempo, una forma de hacer que el país lavara su propia imagen. ¿Se sintió aliviado al conseguir la disculpa? “Obviamente, era una disculpa clara, concisa, y no solo ayudaba a reconocer cómo se perjudicó a Turing sino el maltrato que recibieron otros homosexuales”.
El programador británico no se siente una pieza clave de esta historia, sino una más de las miles de personas que firmaron y sin las que no se hubiera conseguido el perdón de Turing. Ahora es otra batalla la que, a su juicio, tiene que librarse: la del rigor en la película ‘Imitation Game’, basada en el padre de la informática.
Graham-Cumming la ha visto y se siente decepcionado por los errores históricos evidentes en algunas partes de la trama. “Tal vez sea porque conozco la vida de Turing al detalle, pero no logro entender por qué han querido cambiar datos comprobados”. No parece, eso sí, que los fallos sean tan graves como la condena que siguió pesando sobre Turing durante tantos años.
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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Jeremy Bechtel, John Graham-Cumming, Steve Parker y Bernt Rostad